20.11.10

Elecciones en Cataluña

Elecciones al parlamento autonómico de Cataluña. Ecuador de la campaña electoral. Cataluña, un país de irrealidades. Una sociedad asfixiada por sus políticos. Supongo que si estuviera avecindado en aquella región, votaría por Ciudadanos. O por Rosa Díez. Me gusta el punto rebelde y contestatario de los de Rivera. Impugnar el catalanismo de raíz. Porque se puede, y se debe, desconfiar de las identidades mayoritarias. Y más cuando estas son asfixiantes. Se puede no ser catalanista en Barcelona, como se puede no ser españolista en Zamora. No me cae mal Sánchez Camacho, pero me temo que el voto al pepé, en estos comicios, sólo valdrá para apuntalar las bobadas nacionalistas de CiU. La buena noticia es que parece que la izquierda se hunde. Y eso siempre es algo hermoso, ocurra donde ocurra.

En cualquier caso, el partido que ganará está profundamente enfangado en un lodazal de corrupción. El gran derrotado se ha tirado la mitad de la campaña renegando de sus socios de gobierno. Es posible que la extrema izquierda totalitaria obtenga representación parlamentaria. Y un expresidente de un club de futbol podrá sentarse en el Parlamento. Esto es Cataluña. A medio camino entre la España cañí de Jesús Gil y la Italia de D. Silvio. La gente que tiene la oportunidad, hace tiempo que se ha ido yendo de allí. Y bien que hacen. Cuando en un sitio las personas no miran a dónde van, sino de dónde vienen, lo mejor es salir corriendo. Y cuanto antes, mejor.


PD: A Salamanca. No será Toledo, no puede serlo.

PS: "Por descontado el ambiente que se respiraba en la facultad era, desde este punto de vista, altamente tóxico. En el patio, en los pasillos, en todos los sitios por donde pasaba había tenderetes, banderas, carteles. Y constantemente se estaban organizando charlas, mesas redondas, conferencias, presentaciones donde lo que más abundaba, ideológicamente hablando […] era el nacionalismo variopinto".

Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 163

3 comentarios:

Àngel Solé dijo...

Reagrupament no tiene nada de nada de extrema izquierda; si fuese algo, sería conservadora, aunque de por sí no tienen ideología clara.

A mi ciudadanos me falló, puesto que en la anterior campaña prometía que iban a llevar al parlamento propuestas "que interesan al ciudadano" y lo único que han hecho ha sido ir en contra de, pero sin aportar nada. Aún recuerdo la memez aquella de poner las señales de tráfico en bilingue... se imagina que caos? que gasto inútil?

Anónimo dijo...

Sabroso caramelo para la casta columnada, el aluvión de vídeos verderones de la campaña catalana. La libido opinativa está en cotas históricas. Agapito Maestre, por ejemplo, anda que se sube por las paredes de Libertad Digital: “Una vez que el estadito catalán ha reducido el sexo y el amor, últimos reductos de la individualidad, a efluvios y malas babas de putas y golfos, pretenden hacer lo mismo con el ámbito público”. Y de su redactor jefe, Carmelo Jordá, ni les cuento. Allá donde pone el ojo, ve lascivia. Hasta en el avatar de la candidata del PP a lomos de una gaviota: “En vista del panorama me permito cuestionarme si con ese subirse a una gaviota no estaremos ante una involuntaria insinuación zoofílica”. ¡Uf!
Metido a psicoanalista, el autor de uno de los minieditoriales de La Razón pontifica: “En realidad, la procaz estrategia revela la ínfima calidad de una parte de esa clase política y la pobre opinión que tienen de sus potenciales votantes”. Tiene su gracia leerlo en el mismo periódico donde se ejercita a diario el rijoso confeso José Luis Alvite, que ayer mismo nos dejaba el estómago para el arrastre así: “Era joven y tuve mis mejores sueños en las peores camas. Me carraspeaba en la garganta el olor de las ingles”.
S.S. también opina

Arden de deseos de saber qué dice Salvador Sostres de todo esto. Castigado en la edición de papel de El Mundo a hacer entrevistillas, hay que buscar su opinión en la versión digital. Él, claro, está muy a favor de los vídeos con jadeos y gemidos, aunque sean de su odiado PSC: “Una chica corriéndose es una magnífica metáfora de la alegría de estar viva, aunque esta izquierda que nunca ha creído en la libertad no pueda comprenderlo”. Todos a una: ¡Puagh!
A nadie sorprende ya nada del “infortunado propalador de una especie repulsiva en Telemadrid”, como lo adjetiva en La Gaceta Carlos Dávila. Sí, sí, Dávila. Eso sí, a Isabel San Sebastián, avalista del gañán bocachón en Telelideresa, que no se la toquen, porque por ella ¡ma-ta!. O cosa así: “Ahora, la pieza es San Sebastián, que es caza mayor para estos pertinaces de la algarabía y el paro (viven de eso porque son liberados) y que, con certeza, se han portado como corsarios secuestrando un vídeo pirata”.
No es de extrañar que hasta a Martin Ferrand le entre el bajón y proclame en ABC: “Ser español, y que se regocije en serlo quien le venga en gana, es una carga y comienza a ser un aburrimiento”.

Anónimo dijo...

El pensamiento único tiene una vitalidad y una potencia notables. Consigue medrar e imponerse en contextos que aparentemente le resultan desfavorables. Durante los primeros meses de la crisis pareció estar en entredicho; sin embargo, poco después volvemos a verle rampante, imponiendo sus puntos de vista en medios de comunicación y en gobiernos. Sus explicaciones son simples (simplistas), pero parecen tener “gancho”: ¿quién es el culpable de la crisis? Los trabajadores, por no trabajar suficiente y de forma suficientemente flexible; subsidiariamente, los desem-
pleados, por empeñarse en seguir desempleados con objeto de cobrar prestaciones de desempleo. ¿Cómo podemos salir de la crisis? Reduciendo la presencia de los sindicatos en el mercado de trabajo y haciendo que el sector público se contraiga, preferiblemente hasta límites cercanos a su desaparición. ¿Cómo garantizamos la continuidad del pago de las pensiones? Haciendo trabajar más años a los trabajadores. Y así sucesivamente: respuestas repetidas ad infinítum y ad náuseam pero que no por ello pierden su, digamos, “atractivo popular”.

La “revolución liberal” impulsada desde 1947 desde la Mont Pelerin Society de Hayek es, en la actualidad, de hecho, prácticamente indistinguible de la “revolución conservadora”. Sus formulaciones más extremas, como el Tea Party, a pesar de (o precisamente debido a) su esencia caricaturesca, capturan la atención de los medios y, eventualmente, de los electores. Cuanto más esquemático es el mensaje, más contagioso.
El pensamiento único, por otra parte, sitúa por definición la carga de la prueba en el adversario. Mientras que sus ideas pasan por ser autoevidentes, los adversarios ideológicos hemos de poner en juego, a menudo sin éxito, un abanico detallado de argumentos. A veces parecen calar, pero no, inmediatamente vuelven a imponerse los estereotipos neoliberales. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en las recientes discusiones sobre la reforma del sistema de pensiones.

La pregunta que me parece más trascendente, ante este panorama, es qué resistencia puede ofrecer la izquierda, qué barreras y alternativas puede construir. De momento, la permeabilidad, especialmente de los partidos socialdemócratas, está siendo excesiva, lo que desvirtúa el atractivo electoral de estos partidos y, más allá de ello, pone en riesgo la pluralidad democrática.