22.6.11

Papelillos por aquí...

Acabé Noviembre de una capital. Comprado en el Círculo, claro. Kadaré. Albania, los Balcanes. Volver, como siempre, a Kaplan. Y antes que él, a Rebecca West y a su cordero negro. Las horas pasadas devorando aquella literatura. Una forma, como otra cualquiera, de ponerle cara a un sitio. De Danilo Kis, descubierto por Jesús, a Andrujovich, perdido en un avión, claro, supongo que ella andaba ya a otra cosa y debió de salir con prisa. Cuando uno empieza a recomendar libros con pasión, no tarda en olvidarse de dónde deja los que ya no serán suyos. A Kadaré llegué hace años, por Jesús, claro. Aún no había empezado lo de Kosovo y allí estaba Jesús. Lee a Kadaré, me dijo, con ese tono que sólo empleamos con los amigos. Me hice con los tres cantos fúnebres por Kosovo. Una prosa elegante. Un tono elegíaco. La legendaria batalla del campo de los mirlos. El sueño de todo nacionalismo: perder para ganar siempre. El sueño, también, de algunas personas. El destino del Príncipe Lázaro. Perder en la tierra a cambio de ganar el reino de los cielos.

No había vuelto a Kadaré. Ya sabe el lector que tengo limitado el consumo de papelillos anuales. Hasta que llegó la del círculo de hacer un par de meses. Una novela, la de noviembre, ambientada en la caída, o en la liberación, según se mire, de Tirana. Era 1944 y un mundo estaba desapareciendo. Cuántos mundos desaparecen sin que sus protagonistas se den ni cuenta. Iba llegando otro, es cierto, pero ya nada fue igual. Aquel mundo de la alta burguesía, defendida por las armas alemanas. Ahora piensa uno en Albania y no ve más que pobreza. Y sólo recuerda a Hoxa y su locura estalinista. Pero una Albania monárquica, que se modernizaba. Que dejaba atrás el fedualismo. Invadida por el fascismo italiano, deseoso de aventuras imperiales y protegida por los nazis. A las afueras, la guerrilla comunista. La novela narra muchas cosas, el fin de aquel mundo, las salidas deseperadas, las necesidades de esconderse, de congraciarse con los nuevos amos. También, los cambios de bandera. Los posicionamientos. La traición a una revolución, si es que hay alguna revolución que no se traiciona. Kadaré nos acerca a aquel invierno, con la nieve, con la necesidad de tomar la torre de la televisión, con los miedos, con las huídas, con las llegadas, con los exilios.

Un buen texto, y no demasiado largo, cosa que uno agradece siempre en las novelas.


PD: Claudio Magris escribió en El Danubio: La auténtica literatura no es la que halaga al lector, confirmándole en sus prejuicios y en sus seguridades, sino la que le acosa y lo pone en dificultades, la que lo obliga a ajustar cuentas con su mundo y con sus certidumbres.

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