Cincuenta años. Recuerdo el texto de Ana Iris Simón el sábado en (lo que queda de) El País, hablando de la constancia como clave para construir una relación duradera. Y de arreglar las cosas cuando se rompen, cuando lo fácil es tirarlas a la asura.
Cincuenta años. Son ancianos ya, y el mundo se parece muy poco a aquel otoño de 1971. Sus padres hace décadas que se fueron -la madre de él hace hoy 25 años, en concreto-. Su hermana ya no conoce a nadie desde hace años; mientras que todos los hermanos varones de ella ya han muerto. Muchos de los vecinos ya no están, tampoco gran parte de sus amigos. Pero como la vida es un eslabón están hoy los nuevos, los que llegaron por la política y los nietos. Unos nietos a los que miran con orgullo cuando cada domingo, sea la época del año que sean, protestan porque no quieren marchar de Sanabria...
Cincuenta años. No somos dueños de nada. Somos depositarios. De un legado. Siempre se supo por estas tierras de hielo y frío, ¿verdad hermanu?
Felicidades.
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