Empujado por la reseña que sacó La Opi, y animado por el maestro Lafuente, me puse con Los Ingratos, la novela del mi paisano Pedro Simón. Un papelillo magnífico, que nos llega muy dentro a los que venimos de ese mundo rural que se marchó en los setenta y en los ochenta. Hermano, no sabes lo que era aquello; cada semana se iba alguien de Mombuey me contaba un día lejano el mi maestro Lauru. Yo nací en un quicio que se cerraba, me resultan familiares todas estas historias y recuerdo con claridad a esos niños del medio rural de los años setenta. Y me suena también la ingratitud de muchos que llegaron a la ciudad y no tardaron en querer olvidar de dónde venían. No tardaron, idiotas, en olvidar su origen y en avergonzarse de su mundo. En el pecado llevan la penitencia, claro: ya se darán cuenta en cuanto los sus rapaces crezcan. A algunos los tuve cerca y luego los perdí, claro, porque hay gente de la que es mejor estar lejos.
Una gran novela, una buena reflexión sobre un mundo que ya se fue. Prepárese porque el final le removerá, caro lector.
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