Mostrando entradas con la etiqueta isabel II. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta isabel II. Mostrar todas las entradas

29.3.21

Palacios

Nos acercamos al Real Sitio a dar un paseo. Era marzo y la pandemia seguía. Visitamos el Palacio Real, claro. Es una pena porque hoy es un pastiche del siglo XIX. su aspecto actual es el del palacio de Isabel II y queda poco rastro de los monarcas anteriores. Una curiosidad, en el dormitorio de la Reina está el cuadro con la torre de babel que me persigue en sueños desde hace décadas así que no es fácil.

Una reflexión de mis años universitarios. Los bienes del Patrimonio Nacional, que eran de los Reyes, son hoy, en una brillante jugada jurídica, bienes del Estado afectados al uso y servicio del Rey, como señala el artículo segundo de la ley que lo regula. 

7.8.18

El de la Ucedé del XIX

Rematé la biografía del general Leopoldo O´Donnell, una de las figuras centrales de la vida política española del XIX. Como nos contó hace años Luis Arranz en la facultad, la vida política española en gran parte de aquella centuria -qué sensación esa de no poder decir ya el siglo pasado- se articulaba a través de tres ejes: Corona, partidos y militares. Cuando dos de ellas se aliaban, el tercero podía darse por perdido. 
La obra, escrita por el profesor Antonio Manuel Moral y editada por FAES, se lee bien, aunque se posiciona con claridad a favor del biografiado.  
Interesante personaje O´Donnell, nacido en Canarias en 1809, su perfil biográfico es raro: su familia era realista, y acabaría siendo carlista, y no tuvo hijos ni descendencia directa. Veraneaba con su mujer en una quinta en Somosaguas y vivía en una modesta casa de la calle Barquillo. Al morir Fernando VII  se hizo cristino más por lealtad al rey muerto que por convicción, un poco como le debió de pasar a varios generales en 1975 cuando se posicionaron a favor del rey Juan Carlos. Esto le debió de costar un desgarro interior importante ante el desarrollo posterior de los acontecimientos: en 1836 vio por ejemplo morir a su hermano que combatía en el bando opuesto.  
Su figura es interesante porque el autor plantea que los moderados buscaban integrar a los carlistas, no imponer la victoria. Estuvo en Cuba y su presencia allí marcó muchas de sus actuaciones, por ejemplo en Santo Domingo o en Valapariso:,defender la perla de las Antillas exigía mostrarse fuerte ante los vecinos.  
Se alineó muchas veces en política con los del prejucio puritano, el ala centrista e integradora de las moderados.
La lectura de su vida, un viaje por el XIX española, nos muestra que algunas cosas son antiguas como el hombre. En septiembre de 1853 llegó al poder el moderado Luis José Sartorius, conde de san luis, tan corrupto que la moralidad se convirtió en lo que hoy es la ética y no se caída de la boca de nadie. 
De O´Donnell la idea de organizar los primeros viajes regios, como instrumento de propaganda política, en mayo de 1858 al levante, por ejemplo, luego al norte. Con una reina recibida con entusiasmo, por cierto, en toda España.
Falleció en Francia en noviembre del 67 de tifus, pocos meses antes de que partidos y ejército se aliaran para echar a la reina de España, mientras la de los tristes destinos pasaba sus vacaciones en Lequeito. El general se había ido a Biarrtiz en el verano de 1866, después de que la Reina lo cambiara -por última vez- por Narváez. 
Nunca volvió a España.

Interesante, para echar el verano en la plaha

30.6.18

160 años ya

Hoy hace 160 años, un 30 de junio, pero de 1858 la Reina Isabel II encargó a Leopoldo O´Donnell que se hiciera cargo del gobierno de la nación, una vez que el intento de Narváez de volver al poder y hacer como si la Revolución del 54 no hubiera tenido lugar había fracasado. Se iniciaban así los años de la Unión Liberal, el primer intento serio del siglo por armonizar a las dos corrientes del liberalismo español, los moderados y los progresistas. Un gobierno que duró mucho para los estándares de la época, hasta el 63, y que pudo haber sido el inicio de otro mundo. Fue quizá el último intento de institucionalizar la Corona de Isabel II a través de una ucedé de la época. Pero aquello también fracasó y en septiembre de 1868 la escuadra fondeada en Cádiz al mando del almirante Topete se sublevó por la España con honra. Pero esa, es otra historia

20.2.13

Dos Exposiciones, y aquella España...


Dos diletantes en el Prado, hubiera escrito cualquier lector que nos hubiera visto entrar al maestro Oscarnello y a mí al museo el otro día. Un par de exposiciones. Soy un incondicional de las que monta el Nacional del Prado, pero en este caso me dio la sensación de que había una descompensación excesiva. Una era sobre el joven Van Dyck. Ahí me perdí. De pleno. No tengo conocimiento para entender muchos de los matices de la escuela flamenca, y menos aún para valorar la evolución de Van Dyck. En cualquier caso, un magnífico (y precoz) retratista,  pero que no es capaz de terminar con soltura algunas de sus obras en esa época.

La otra exposición, sobre un paisajista del que nunca había oído hablar me dejó boquiabierto. Martín Rico lo llamaban. Otro ejemplo de que muchas de las cosas de la ILE no eran más que bobadas jeremiacas de aquellos niños consentidos que no entendían cómo el país no los aclamaba. Martín Rico: un español que se dedicó al arte y que vivió de él, frente al relato de la España salvaje que nos acabaron vendiendo San Giner y su patulea. Martín Rico; un hombre reconocido en la Europa de su tiempo que disfrutó pintando paisajes y espacios abiertos. Algunos impresionantes: la desembocadura del Bidasoa, la Aguadora, el Toledo de 1875, o París desde el Trocadero. Un triunfador.

Aquella España que también lo fue.
La España que se modernizaba, al igual que el resto de Europa, durante el Reinado de Isabel II
La España de la concordia, la que se construyó bajo la monarquía Alfonsina.
Una España que termina en la Guerra Civil, es cierto; pero una España en la que aquel final trágico fue solo uno de los muchos que habían sido posibles.

Aquella España en la que el Perdidaco rondaba a la hermosa María, una rica de Robleda, antes de dar paso a una de las más trágicas historias de amor de aquella (nuestra) Sanabria 

5.7.12

La revolución del sesenta y ocho


El libro de De la Fuente Monge, sobre los revolucionarios de 1868. Ahí ando, viendo llegar la revolución del sesenta y ocho, cómodamente sentado en el Casino de la Puebla. Es verano y todos saben que esto no da más de sí; la monarquía isabelina ha ido cavando, poco a poco, su tumba, con la ayuda inestimable de los decadentes moderados, los neocatólicos y de los inexpertos progresistas. El libro hace hincapié en la imbricación de los militares, especialmente los unionistas, con los progresistas para dar el golpe de mano. El papel de los demócratas y sus alocadas alusiones al pueblo fue siempre menor. Las acciones civiles se subordinaron, en casi todos los casos, a las militares. También  llama la atención el carácter de guante blanco de la revolución; frente a lo que pasó sesenta años después, el cambio de poder se hizo de manera razonablemente pacífica… nadie entró en los despachos a fusilar a nadie. Ni siquiera lo de Alcolea fue, en sentido estricto, una batalla. Era septiembre y la revolución gloriosa había triunfado. Desde mi ventana se veía ya que los días eran más cortos y al serano, después de la fiesta, nos quedábamos ya fríos. Vendrían cambios, aunque ninguno sustancial, en realidad. A mí me fueron naciendo los hijos, mataron a Prim, Serrano intentó una dictadura a lo MacMahon y Cánovas vino a poner orden a los pocos años. Una década después, seguí(an) (amos) mandando los mismos. Ya sabe, desocupado lector, que de obispo pa´rriba…

30.6.12

Aquella reina de los tristes destinos...


Libros de consulta. Libros a los que volver. Acabé la fantástica biografía que sobre Isabel II, la reina de los tristes destinos, escribió Isabel Burdiel. Una reina de la que ya me ocupado en alguna ocasión. Un trabajo magnífico. Sin reparos.  Uno de los que figura en la estantería de la que le hablaba el otro día, desocupado lector. Fíjese si será buena, que no parece escrita por una académico español. Es una obra bien escrita, magníficamente documentada y que supone, con la excusa de contar la vida de la reina, realizar un recorrido por los años centrales del XIX, los años en los que en España se configuró el Estado moderno tal y como lo conocemos hoy.

La que empezó siendo la niña bonita de los liberales, la promesa de una reina que supiera conducir a su país por la senda de la monarquía constitucional, terminó convertida en la imagen misma de la depravación y el vicio en el imaginario colectivo de los españoles.  Por el camino, una educación pésima, en un mundo en el que no se valoraba la educación ni de las mujeres ni de las princesas, una cultura política que no terminaba de abandonar el absolutismo y unos políticos que siempre que pudieron, utilizaron a la Reina, en todos los sentidos de la palabra, en su propio beneficio.

Dice la autora, con mucha razón, que la actuación Isabel II no fue la causa de la falta de consenso entre las familias liberales durante los años clave del siglo. Fue, más bien,  su máximo exponente.

Un libro necesario, para entender aquel mundo. Un libro para leer después de la magna obra de Alejandro Nieto sobre la regencia y justo antes del de Varela Ortega sobre la Restauración.

Si amar es combatir, como quería Maná, leer es comprender. Y compartir es ayudar a crecer.  

18.4.12

Recordando

Ando a vueltas con los Cervatos. Un clan, en el sentido literal del término, que dominó la política zamorana durante casi un siglo. Se hicieron ricos con el contrabando a finales del XVIII o principios del XIX. Los Rodríguez de Villardeciervos. Un pueblo aislado, ideal para traficar. Y ferozmente antiliberal, al menos durante el reinado de Fernando VII, ya saben, el Zapatero del siglo XIX. Ando ahora por las elecciones de 1864. El reinado de Isabel II está llegando a su fin, aunque ella aún no lo sepa. La Corona ha dado la espalda a O´Donnell y cree que puede volver a contar con los moderados como si no hubieran pasado los años. Como si estuviéramos todos aún en 1843. Fue un error de cálculo fatal. Ese trío que hacía política en la España isabelina: corona, partidos y ejército; cuando dos de ellos se aliaban, el tercer podía darse por jodido. En aquellas elecciones, sale elegido por el nuestro distrito, el de la Puebla de Sanabria, Antonio de Jesús Santiago. Una familia, los Santiago, aliada de los Rodríguez, con la que se daban tratos de cuñados. Y casado con una Bobillo.
De ahí salieron presidentes de Diputación, alcaldes de Zamora, diputados y senadores en Madrid. Aún un ministro, Cid, en la República, al que hicieron hijo adoptivo del mi municipio por abrir la carretera que unía Riego con el Mercado...

Siempre digo que escribo para conocer, pero a veces tengo la sensación de que en realidad, escribo para recordar...

18.7.11

Aquella reina de los tristes destinos...

Ando buceando en la vida de Isabel II. La de los tristes destinos, como la llamó Galdós, y como a mí me lo recordó un día Carmen Iglesias. Aquella mujer que tuvo la desgracia de ser Reina con apenas trece años. Mi Coronel, detallista, me regaló en el pasado cumpleaños su biografía, realizada por Isabel Burdiel. El libro es una delicia. Porque los años centrales del XIX, los que van de los años treinta a los setenta, hicieron lo que España es hoy. Sólo los cambios sociales que se producen entre los años sesenta y setenta en el siglo XX son comparables. Aquellas décadas. Aquellos años. Aquellas vidas. Es fascinante leer la gran historia cuando uno, a su vez, tiene entre las manos legajos familiares de aquella misma época. Lo local y lo global. Una joven de 23 años que llega a Madrid en diciembre de 1829 con el único objetivo de darle un heredero a su tío Fernando, hermano de su madre. Las universidades clausuradas. Un mal rey. El clero, el campo y gran parte de las ciudades del interior están con su tío Carlos, impaciente de ver morir a su hermano sin herederos. Finalmente, aquella joven da a luz a un bebe, que nace en octubre de 1830, y a la que prensa saluda diciendo “la reina ha dado luz un heredero, aunque hembra”. Tras el incidente de la Granja, el ambiente queda los suficientemente turbio como para que, al poco de morir el Rey, estalle un guerra, quizá la segunda guerra civil del XIX. Todo esto se me alterna, cortesía de los amigos de la Senabria, con la lectura de testamentos y contratos de aquella época. En mi pueblo Tomás Arias veía cercano su fin y se preocupaba de que su herencia no se partiera entre todos sus herederos. De igual manera, su hermano Nicolás encauzaba la carrera de su ahijado homónimo para que continuara con la tradición sacerdotal. Los libros y los legajos nos permiten ver la historia desde arriba y desde abajo. Ponerle cara a una sociedad en la que, además de empezar una guerra, la gente compraba tierras, tejía alianzas matrimoniales, se casaba, tenía hijos fuera del matrimonio y administraban sus fortunas como mejor podían.

Buena lectura, para estos días de verano.


PS: "Escribo como recuerdo, / escribo para acordarme de mí mismo". (Joaquín Pérez Azaustre)