Casi sobre la campana, conseguimos acercarnos al Nacional del Prado a ver la exposición sobre El Bosco. En el debe, la masificación: gran parte de las obras principales del Bosco están en el museo, y cuando voy, suelen estar solas. Qué poder tiene el marquetin. En el haber, una muestra magnífica, como casi todas las de este museo. Un placer poder ver por fin el tríptico con las Tentaciones de San Antonio. Una exposición de gran nivel, ideal para acercarse a uno de los primeros modernos. A uno de los hombres que, saltando la barrera del tiempo y del espacio, así como del misterio que rodea su vida, fue capaz de entender que "dentro de cada uno nosotros habita el otro, y suyos son nuestros fantasmas más queridos".
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6.10.16
27.6.16
Qué ganas de verla
Cuento los días para acercarme a ver la exposición del Bosco en el Nacional del Prado. Decía Muñoz Molina el sábado en Babelia:
"El Bosco, aunque trabajó a veces para grandes patronos,
pertenecía a un mundo relativamente provinciano, a una ciudad próspera pero no
hegemónica, a una forma de entender la vida y el oficio de la pintura muy
anclada en las tradiciones tardomedievales. Ser pintor no era una elección
personal, sino un destino de artesano. Igual que otros nacían en familias de
tintoreros o de carpinteros, El Bosco había nacido en una familia de pintores.
Su casa y probablemente su taller estaban en la misma plaza en la que se
celebraban los mercados. Desde muy pronto perteneció a una de esas
fraternidades a la vez cívicas y religiosas que eran uno de los ejes de la vida
comunitaria. Y su imaginación y su religiosidad estaban arraigadas en rituales
colectivos y sistemas de creencias populares que nos resultan mucho más
exóticos porque no han quedado muchos registros de ellos en la tradición
cultural: las procesiones en las que se mezclaba lo litúrgico y lo pagano, la
poesía oral, las atracciones de feria, los sermones apocalípticos de los
predicadores, los desfiles y las máscaras de carnaval, los refranes y dichos,
las celebraciones del calendario agrícola, la imaginería de los juegos de
naipes, las estampas devotas o grotescas que empezaba a difundir la imprenta."
20.2.13
Dos Exposiciones, y aquella España...
Dos
diletantes en el Prado, hubiera escrito cualquier lector que nos hubiera visto
entrar al maestro Oscarnello y a mí al museo el otro día. Un par de
exposiciones. Soy un incondicional de las que monta el Nacional
del Prado, pero en este
caso me dio la sensación de que había una descompensación excesiva. Una era sobre
el joven Van Dyck. Ahí me perdí. De pleno. No tengo
conocimiento para entender muchos de los matices de la escuela flamenca, y
menos aún para valorar la evolución de Van Dyck. En
cualquier caso, un magnífico (y precoz) retratista, pero que no es capaz de
terminar con soltura algunas de sus obras en esa época.
La
otra exposición, sobre un paisajista del que nunca había oído hablar me dejó
boquiabierto. Martín Rico lo llamaban. Otro ejemplo de que muchas de
las cosas de la ILE
no eran más que bobadas jeremiacas de aquellos niños consentidos que no
entendían cómo el país no los aclamaba. Martín Rico: un español que se dedicó
al arte y que vivió de él, frente al relato de la España salvaje que nos acabaron vendiendo San Giner y su patulea. Martín
Rico; un hombre reconocido en la Europa de su tiempo que disfrutó pintando
paisajes y espacios abiertos. Algunos impresionantes: la desembocadura del Bidasoa, la Aguadora, el Toledo de 1875, o París desde el Trocadero. Un triunfador.
Aquella
España que también lo fue.
La
España que se modernizaba, al igual que el resto de Europa, durante el Reinado
de Isabel II
La
España de la concordia, la que se construyó bajo la monarquía Alfonsina.
Una España
que termina en la Guerra Civil, es cierto; pero una España en la que aquel
final trágico fue solo uno de los muchos que habían sido posibles.
Aquella
España en la que el Perdidaco rondaba a la hermosa María, una rica de Robleda, antes de dar paso a una de las más trágicas historias de amor de aquella (nuestra) Sanabria
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8.12.12
De libros y de películas...
Actualizando contenidos.
Me puse el otro día
con La
joven de la perla. El enigmático cuadro de Vermeer.
Una película más cercana al arte y ensayo que al cine comercial. Demasiados
colores, demasiado lenta. Inexpresiva la Johansson, y para
que yo lo diga, que soy su admirador más reincidente... Magnífico, como casi
siempre Firth, en el
atormentado papel de un Vermeer
casado con una católica y cuya agenda gestiona su suegra, y demoledor Wilkinson, que
cada día es mejor actor, a sus años. En cualquier caso, la película es sólo
correcta: claro que hay amores frustrados y sueños que no se cumplirán, pero,
ya lo dijo Torrente, en célebre ocasión, es que esto no es bambi,
chaval….
En cuanto a libros, llevo ya llevo terciado el último de Luis Arroyo, a cuenta del poder político en escena, a través de Tino Batera. Irregular de
momento, buenas intuiciones que se alternan con prejuicios que el autor intenta
colar de matute como si
fueran verdades reveladas. Le iré contando; me da la sensación de que el libro
da mucho de sí.
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