3.8.10

Iscar, parada y fonda

Salí tarde de Madrid, salí sin rumbo “cuando en la sombra aun manda el gris”. Salí con la sensación de que no debería cogerme vacaciones. Hacerte sentir culpable por el ocio, esa es la ética luterana que arraigó en Castilla, incluso en alguien tan indolente como yo.

Oscar me convenció e hice un alto en la tierra de los pinares. Hay un espacio indefinido, que una vez fue un mar, que limita con Tordesillas por el oeste, con Aranda por el este y acaso Cuellar por el sur y que actualmente se reparten las provincias de Valladolid, Burgos y Segovia. Ahí me hice persona. Gracias, sobre todo, al hijo de Contemplación. A Toño. Fueron dos años en la Peña más Fiel de Castilla. Dos años memorables. Me desvió en Adanero y tomo la 601 hasta Olmedo. Conozco ese paisaje de pinares, ese olor a lechazo. Ese acento. Ese leísmo que me sacaba de quicio ya con doce años. Los nombres de los pueblos me dicen mucho. Pedrajas de San Esteban, de ahí era Risi, José Luis Fernández, creo recordar, Campaspero, Langayo, Cogeces, Cabezuela, Riaza. Tierra de Pinares. Me desvío en Olmedo y pongo rumbo a Iscar. Conozco el paisaje, conozco los polígonos industriales, conozco, la puesta de sol. Conozco el pan que por aquí se hace. Hace más de veinte años ya, pero cada vez que me cruzo por aquí tengo la sensación de llegar a casa de algún familiar que va a salir a decirme aquello de “acércate hasta la puerta, pasa sin pestañear, / te esperamos hace tiempo / pasa ya”. Un día la traje a ella, hace ya muchos años. No sé para qué, la verdad. Cuánto tiempo perdido. Tengo que aprender a ser más selectivo con quien llevo a los lugares donde a mí se me calma el dolor. Nadie más, espero, se reirá nunca de ellos. Ni falta que hace.

Llego a Iscar. Me espera Oscarnelo ataviado con el traje de su peña. Ha sido un viaje improvisado. “Esto las tías no lo entienden”, me dice con su mirada de amigo cuando nos dirigimos a su casa para que yo me cambie y me vista de mozo inmaculado. Su madre. Bailó en la sección femenina y conoce, gracias a ello, medio mundo. Vinos y toros. Amena conversación. Y culta, claro, que no con todo el mundo hay que hablar de futbol. Dice que mi argumento sobre el ¿porvenir? de Europa se lo ha oído ya a Josep Piqué.

Paseamos por el pueblo. Los acentos son los mismos. Esta parte de Castilla, tan cercana y tan lejana a la mía. No nos acostamos tarde, mañana queremos ver a los jinetes conducir a los toros hasta el pueblo. Y no puedo evitar dormirme pensando en Antonio Torres Heredia, que como todos ustedes saben, era hijo y nieto de Camborios. Me meto en la cama. Muerto.


PS: "El microcosmos engendra claustrofobia, pero como escribe otro raro intelectual triestino y judío, Robert Balzen, también el cosmos provoca la misma sensación".

Molina, Cesar Antonio: Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Destino, 2009. Página 199

1 comentario:

jordi tauler dijo...

Hace tiempo solía leer un blog un estilo muy parecido a éste. Entrar ahí equivalía a un momento de calma, "de no hablar de fútbol". Ese blog desapareció.
Hoy he encontrado el tuyo. Muchas gracias por escribir.