6.8.10

Un libro para viajar por el mundo conocido...

Acabo con el libro de César Antonio Molina. Irregular, al menos para mi corta erudición. Un viaje que en algunos tramos se hace fascinante. Ir recorriendo, por todo el globo, lugares míticos de autores o de la literatura universal. Arrancamos en el sur de Italia y ahí voy perdido, no soy capaz de comprender lo que dice, no conozco a los autores. Mi escasa cultura clásica, fruto de una educación ya convenientemente sindicalizada en democracia. La vida del príncipe de Lampedusa y los lugares del Gatopardo. Me siento más cercano en Trieste, con Joyce y los años allí pasados. Fantástico Los muertos, ya lo dije, esa nieve que empezaba a caer en Irlanda y que cubre le nefasto siglo XX. Aparece Magris en escena y me acuerdo de Jesús, claro. Vuelvo a perderme con Rilke y nos vamos a Rusia: San Petersburgo antes que Moscú, claro. Hubo una Rusia que pudo haber sido de otra manera. Se ve, ahora lo tengo claro, desde la Perspectiva Nevski. Hay que ir. El dolor de Ajmatova, la locura del comunismo. De repente, Ivo Andric. Al que yo conocí. Recuerdo un día, saliendo del Prado, el único día que lo vi. Iba con el libro de Andric que yo le había regalado. Supongo que ahí empezó la transferencia. Se empieza compartiendo un libro, a continuación se comparte la cama y, a poco que te descuides, acabas compartiendo la vida. Espero que sí. Me voy de Bosnia, recordando la frase de Jesús: para entender lo de los Balcanes hay que ir a Andric. Llego a Brasil. Acaba de morir Zweig. Es impresionante, esta parte del libro parece un índice de mis lecturas de los últimos años. Dónde murió, y cómo. Y las disputas póstumas con Arendt. Uno hombre que nunca quiso ser judío hasta que lo obligaron. La religión como una cárcel. Igual que la identidad. Yo no querría ser ni español, ni católico, ni siquiera, ya ven, sanabrés. La identidad limita. Y como ando leyendo a Espronceda, tengo claro que “yo aquí tengo por mío cuanto abarca el mar bravío”.
Ahora nos vamos a Nueva York. Donde murió Poe, Donde Lorca (me niego a llamarlo Federico) escribió algunos de sus más hermosos poemas). La capital del mundo. Auden, que tanto me enseñó en los oscuros meses de este otoño. Ahora nos vamos a Pequín. Aquí también he estado, le digo al autor. La Ciudad Prohibida. Ahora a Bombay, la ciudad más abierta del la India Los mazdeistas. Y finalmente Praga. Estos viajes acaban siempre en centro Europa. Kafka, pero no sólo. Hubo un mundo que pudo haber sido de otra manera, que no lo fue, es cierto, pero que lo pudo haber sido. Igual que mi vida, igual que otras vidas.
Un mundo sin naciones. Con lealtades éticas. Sin tribus, sin banderas.
Un libro magnífico, lector, aunque el autor no sea fácil de seguir en su agotador viaje.

PS: "Si la voluptas incita al tedio y provoca el somnus, la lectura invita al otro mundo. Leer es participar del áphatos, es decir, de los invisible. Leer es seguir con los ojos la presencia invisible, y con los oídos la voz o las voces que regresan del más allá del silencio del propio autor. Aquel cuya historia leemos está más cerca de uno mismo que uno mismo. Septimio pronunció una frase tremenda: “el que escribe sodomiza, el que lee es sodomizado
Molina, Cesar Antonio: Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Destino, 2009. Página 353

PD: En Burgos. Cabeza de Castilla

1 comentario:

Anónimo dijo...

Le invito a abrirse a la fe, como auténtica liberación de los opios e idolatrías actuales (léase política, ideología, consumismo, materialismo, etc).