El libro de Sebastian.
La falacia de las identidades nacionales. Una falacia que sólo se comprende
bien cuando uno viene de La Raya. O del Danubio. De la frontera, en
cualquier caso. Como señala en la novela un Camil Petrescu, disfrazado de Mircea Vieru:
“La particularidad nacional existe, sin
ninguna duda. En el arte, consiste en la
agrupación de todos los lugares comunes. El grado de particularidad indica a la
vez el grado de mediocridad. Por eso, crear significa siempre rebasar esa
particularidad. […] En definitiva, la particularidad nacional
es lo que queda de una cultura después de haber suprimido el esfuerzo personal
de pensar, las vivencias individuales y los logros de la soledad creadora. Eso
es”.
Y esto, en 1934.
Grande Sebastian, grande.
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