25.9.13

Y si somos lo mejores bueno y que...

No digo que sean término sinónimos, pero está claro que se buscan el uno al otro. Es difícil ser nacionalista sin ser naricisista. Nadie se cree diferente porque se crea peor: la gente que se siente diferente a sus vecinos, se siente a la vez superior. Ya lo explicó, era otra vida, pero aún la recuerdo, Michael Ignatieff hace muchos años. En el caso español es de libro. Los nacionalistas vascos siempre se consideraron creyentes puros, wahabitas en realidad frente a los liberales ateos españoles, y los nacionalistas catalanes siempre se han visto a sí mismos como una isla europea en una península de barbarie africana. 

De vez en cuando les sale. De buen o del mal rollo. Pero acaba saliendo. La cabra y el monte. Recuerdo que aquella estafa del Fórum de 2004 tenía como leyenda aquello de que "vamos a cambiar el mundo desde Barcelona". Con dos cojones: todo el planeta pendiente, era lógico. Ahora le toca al tal "Pacto Nacional por el Derecho a Decidir", pomposo nombre sufragado imagino que por el erario, que presentó el otro día algo parecido a un manifiesto. La noticia la daba El Mundo el pasado martes 17, con el tal Rigol como maestro de ceremonias. Copio un párrafo de la noticia, firmada por Daniel G. Sastre. No tiene pérdida. Atentos:

"El mismo espíritu conciliador provocó que en el texto figure que una hipotética Cataluña independiente se integraría «en una Unión Europea revitalizada». El encargado de redactar el manifiesto, el ex presidente del Parlament Joan Rigol, explicó que esa precisión se debía a que no todos los diferentes grupos que participaron en la reunión fundacional del Pacto Nacional (hasta 55, entre partidos y sociedad civil) estaban comprometidos con la actual UE. Rigol incluso ofreció «reconducir la Unión Europea» desde Cataluña".

Repito, por si no se ha dado cuenta, desocupado lector: Rigol incluso ofreció «reconducir la Unión Europea» desde Cataluña".

"Y si somos los mejores bueno y qué..." cantaba la gente de mi pueblo en el campo de fútbol, aquellos veranos, en aquella Senabria. Eran los ochenta y éramos todos más jóvenes. Y más inocentes...

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