Ha
pasado desapercibido entre la canícula de agosto la muerte de Jacques Verges. Lo conocí por
la magnífica película que le dedicó Barbet Schroeder,
catalogándolo como “el
abogado del terror”. Murió mayor, y según las crónicas, de un ataque al
corazón, en el apartamento de unos amigos.
Un
personaje siniestro, amigos de algunos de los peores de un siglo tan
prolijo en gentuza como el XX. Un reflejo de lo más oscuro de un tiempo en el
que se justificaba el asesinato de civiles inocentes en nombre de la liberación
de no sé qué pueblos. Un personaje
incómodo pero que demostraba, en su actuación, como lo más cercano hay un
fascista es un comunista y cómo el centro derecha y el centro izquierda
pertenecen en realidad a una misma familia ideológica atacada desde los
extremos.
Que
la tierra le sea leve, ahora que por fin, descansa ya para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario