22.1.22

El aire de Irene

"Al final solo ha pasado lo que uno escribe que ha pasado”, escribe Alberto Olmos en Irene y el aire, que acabo de terminar. Un ensayo breve y ligero sobre la maternidad y sus misterios. Sobre el embarazo y el parto y los misterios de la vida en este mundo pasado de vueltas. Cae bien el autor conforme avanzan las páginas, con sus visitas a Torrejón, con las risas que se echa a costa de un padre progre que tiene a su hija sin luz porque “no quiere pagar a las eléctricas”. A las puertas de la paternidad le plantea a ese (pobre) padre: “¿No habrá alguna responsabilidad en los padres de izquierdas sobre el hecho de que tantos de sus hijos acaben viviendo en la precariedad.?”

Es en efecto durante esos meses del embarazo cuando, como señala el autor “Empezamos a cambiar todas las cosas para que nuestro hijo no supiera que una vez vivimos sin pensar en él”.

A mí me pasó, en fin, como al autor a la hora de elegir el nombre del pequeño: “Yo quería poner a mi hijo el nombre que ya tenía, un nombre donde yo no estuviera

Llegar a la muerte antes que tu hijo, la obsesión de cualquier padre. Yo también seré siempre padre entre los padres.

En fin, la cita redonda y lapidaria: “No tener hijos es el único fracaso definitivo.

Un buen libro... 

1 comentario:

Anónimo dijo...

En fin, lo que tú llamas "cita redonda y lapidaria" [“No tener hijos es el único fracaso definitivo.” (Alberto Olmos)], sólo es una de tantas citas a olvidar. Lapidaria es, pero sólo por el poder de la palabra, que es definitiva y como lápida cae sobre él. Más bien son las dificultades de la estupidez permanente por captar la atención de un lector que no sale de la perplejidad del nombre que ya tenía su hijo. Elogiadores a granel, los que no valen nada. Olmos en ocasiones, sus columnas o lo que sean, era muy divertido [ya no entro en sus confidencias], pero como novelista o ensayista. "Mientras no yuxtaponga frases..."