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17.3.21

Vendra la muerte y tendrá tus ojos (y IV)

 Rematando "El jinete pálido". Algunas cosas finales.

En Alaska se le llaman la Gran Enfermedad, y mató a entre una cuarta parte y la mitad de los esquimales de Alaska occidental, muchos de los cuáles seguían pensando -por cierto- que eran rusos. 

Un siglo después, no sabemos bien dónde empezó, pero sabemos que no empezó en España, pudo ser en EEUU, en China o en el frente de la guerra. Sabemos que este tipo de virus siempre da el salto a través de un animal intermedio e intuimos que hay un componente genético en las enfermedades infecciosas, aunque no lo comprendemos bien. 

Quizá fue la India el país con más muertos, -entre 13 y 18 millones de indios-, un territorio que era una colonia (esa sí) y en la que el gobierno británico siguió exportando trigo durante la pandemia, con la población muerta de hambre, al menos hasta octubre, lo que generó entre otras cosas  la matanza de abril de 1919 en Amritsar. Una matanza de la que no se oye hablar nunca, porque ya se sabe que esas cosas solo las hacían los españoles en América

En fin, la pandemia del 18 demuestra que el impacto de una enfermedad depende del mundo y del entorno cultural en el que se desarrolla. Un ejemplo es China, aunque no tengamos muchos datos: el culto a sus muertos facilitó la expansión del virus hasta límites insospechados. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que aquel era el mundo más eurocéntrico de la historia, el resto no existía.  

Los hijos de la gripe: un bebé nacido en 1919 era más bajo que la media, tenía menos posibilidades de graduarse y de ganar un buen salario  y tendría más dificultades de salud a lo largo de su vida. 

El tema del campo, de la vida sana, del culto al cuerpo, en el fondo de toda la morralla nazi, esta relacionada con la gripe de 1918; la obsesión por espacias abiertos y bien venir dados. A mayores, la pandemia abrió la puerta un cierto sistema sanitario.  

Una anécdota: el bisabuelo de Trump que emigra a EEUU muere de gripe española, como tantos otros...  


Un librazo. 

16.3.21

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (III)

Algunos elementos más del magnífico libro sobre el jinete pálido, de Laura Spinney. Elementos sobre China, sobre la mi Zamora y sobre Nueva York

Los modernizadores chinos de las primeras décadas del siglo XX lucharon con denuedo contra toda la bobada de la medicina tradicional. El diagnóstico fue, en medio de la pandemia, demoledor: "nuestros médicos no entienden de ciencia" escribió en 1915 uno de los líderes de la Nueva Cultura, un movimiento fascinante de jóvenes turcos a la china y que tuvieron claro que la modernización era la occidentalización.

La mi Zamora, con un obispo moderno llamado Antonio Álvaro y Ballano. Senador del Reino y hombre culto, no dejó de ser un hombre de su tiempo, responsable en parte de que la gripe se llevara por delante al 3% de la población de la ciudad, el doble de la media española. Las misas y las procesiones no era, ahora lo sabemos, la mejor manera de luchas contra el virus. Pero hay que entender, está claro, que para muchos españoles -y europeos- aquello que no se podía ver era un castigo de Dios. Y no olvidemos que los primeros antivirales -como recuerda la autora- no llegaron hasta los años sesenta.

En fin, los problemas para entender lo que pasa cuando la gente no ve la enfermedad. Ahí juegan un papel muy importante los líderes. El ejemplo del comisario de sanidad de Nuova York Royal S Copeland, se dio cuenta de que los que vivían hacinados eran los que peor lo pasaban. Hay que tener en cuenta, a mayores, que cuatro millones y medio de italianos llegaron a Estados Unidos entre 1880 y 1920. Fue clave en aquella época el papel que los periódicos jugaron en las comunidades pobres, alguien alfabetizado se lo leía a la comunidad, como pasó con los italianos con  Il progreso Ítalo-americano.


5.3.21

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (II)

Una de las cosas más interesantes del Jinete pálido es que se publicó coincidiendo con el centenario de la gripe, sin pensar lo que vendría después. 

Las oleadas fueron tres:

- Todo -parece que- comenzó el 4 de marzo de 1918 cuando un recluta de un campamento militar en Funston -Kansas- se acercó a la enfermería por lo que parecía ser una gripe. La pandemia viajó desde aquel día por todo el planeta; en España incluso enfermó el rey, pero a finales de junio -llevándose por delante a Julián Juderías, por cierto, pareció remitir, aunque no llegó a desparecer. Pero más de los soldados británicos enfermaron aquella primavera. 

- En agosto regresó transformada. La segunda oleada fue la más letal. A mitad de mes la gripe estaba en el triángulo formado Sierra Leona, Boston y Brest y se movió por el movimiento de las tropas. No es extraño que aquel otoño fuera el más terrible. 

- La última oleada, empero llegó en enero de 1919 y desapareció sin dejar rastro a los pocos meses. 


4.3.21

Vendrá la muerte y tendrás tus ojos (I)

Magnífico El Jinete Pálido, de Laura Spinney. De lo mejor de este año. Algunas cosas de interés, que luego se me olvidan. 

- El legendario trancazo, la a gran gripe rusa de 1889 mató al menos a un millón de personas al menos -entre ellos a nuestro Amadeo I-. Sin su influencia no se entiende, señala la autora, el clima de cinismo y hastío del final de siglo. 

- Nadie había visto un virus en 1918 y nadie sabía  bien lo que eran. La ciencia los conocía por sus efectos, pero faltaban décadas para que aún pudieran verse a un microscopio. Quizá por esto, para la cultura popular los virus seguían siendo, como pasó con el trancazo, un castigo de Dios. 

- Aquel era un mundo cercano al nuestro pero, a la vez, sensiblemente lejano. La población era muy poco saludable en todo el mundo, no solo en España. Interesante lo del "horrible ejemplo" que cuenta la autora: de los 3,7 millones de soldados sometidos a reconocimiento médico por los Estados Unidos, unos 550.000 fueron declarados no aptos, y la mitad del resto tenía alguna deformidad o problema físico. Aquello convivía, en todo el mundo, no solo con una formación muy deficiente de los médicos, sino con una legitimidad de todo tipo de supercherías y supersticiones paramédicas.  



23.10.20

Juderías (II) la vida

Algunas notas más sacadas del exhaustivo libro de Luis Español, del que procede toda la información que cuento aquí. Julián Juderías nació en Madrid, en la casa familiar de la calle Goya, en septiembre de 1877. Nació en un entorno cosmopolita, con una madre francesa, Enriqueta Loyot, y una abuela paterna también francesa pero de origen alemán. Quizá eso explique su don de lenguas. Venía, ya lo vimos, de una familia en pleno ascenso social. Al morir su abuelo Juderías, su padre Mariano -un conocido periodista y traductor- heredó una buena suma de dinero, pero no debió de administrarlo bien... Hizo el bachillerato y viajó desde joven, entrando con apenas diecisiete años como joven de lenguas en el ministerio de Estado. 

Su padre muere en 1900 y Julián durante los siguientes años viaja por Europa por trabajo: París, Alemania, Rusia... En 1905 se casa con su novia de toda la vida, Florinda Delgado, hija de un oficial que murió en Cuba y que era de Santibáñez de Vidriales -viento burgalés, vino vidrialés y cura sanabrés...- Al año siguiente nace su hija Clementina y Julián se va haciendo un nombre en la vida literaria y cultural de Madrid. En 1914 publica su obra más famosa, La leyenda negra, y recibe varias condecoraciones, como la Medalla de Oro penitenciaria en 1915 y académico de la Historia en la primavera de 1918...

Ese año se romperá todo. Contrae la Gripe Española y en junio de 1918 muere en su casa de la calle Preciados. La situación en la que queda la familia es dramática: una pensión para la viuda que apenas supone la décima parte de lo que ingresaba mensualmente la familia. Al entierro acude el todo Madrid de la época y en seguida surge la iniciativa de una suscripción popular lanzada por El Debate, periódico en el que colaboraba. ABC se suma a la iniciativa y empieza a llegar el dinero: el Senado aporta 2.500 pesetas, SM el Rey, el diario El Debate y la Marquesa de Comillas 1.000 cada uno... Al acabar la cuestación se entrega a la viuda casi 30.000 pesetas, el equivalente al sueldo de cinco años de Juderías. 

La mujer, Flor, se volvió local y acabo su vida, anciana, en un psiquiátrico en los años sesenta. Su hija Clementina Juderías, en cambio salió adelante gracias a la ayuda de Federico Reparaz, amigo de su padre, estudió y se casó el 12 de octubre de 1931 con Fernando Colmenares con el que tuvo cuatro hijos y varios nietos, falleciendo en Madrid en el verano de 1978. 

La vida, que no se detiene

11.5.20

Un verso para el horror

La fuerza de la poesía es su capacidad para recoger, en un verso, la pensamientos complejos. Apenas ocho o diez letras para condensar lo que nos costaría decenas de párrafos en un ensayo. Lo pensaba leyendo ayer por la noche el ensayo que publicó Guillermo Altares sobre la cultura y la gripe española. Este verso maldito del poema, también maldito, The Waste Land (La tierra maldita) del anglosajón Thomas Stearns Eliot: "I will show you fear in a handful of dust". "Te mostraré el miedo en un puñado de polvo".

La literatura. El virus. La vida. El maldito virus.