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25.8.22

Aquel mundo

El otro día en Expansión, la vida de Sándor Teszler. Ese mundo judío que los europeos echaron a patadas y que hizo riqueza y fortuna en los Estados Unidos. La historia de Teszler es fascinante: el empleado que le roba y al que no despide y que años después le salvará la vida…

Aquel mundo de ayer…

31.5.19

Lo peor aún no ha llegado

Vienen malos tiempos, aunque pensamos que todo va siempre a mejor. Los años de totalitarismo comunista en Europa del este no fueron en vano. Ni han salido gratis. Hay que leer esto de Anne Applebaum. Orban y toda la extrema derecha polaca son hijos del comunismo. Y de su manera de entender el mundo. Puede sonar paradójico, pero es lo que hay.

26.5.18

Realidades de ficción

Estuvimos viendo el otro día Keep Quiet, un documental de Netflix que parece un mockumentary: un líder del movimiento neofascista húngaro que un día descubre que corre por sus venas sangre judía. 


Imagínese el papelón, desocupado lector



24.1.17

El dolor (de Márai)

Casi recién acabado el libro de Sandor Márai tropiezo con una columna de Arcadi Espada sobre el comunismo y su centenario. No hay más que ver lo que pasó en Yugoslavia o la deriva de la Hungría de Orban o la Rusia de Putin para entender cuál es la verdadera herencia de esa miseria moral e intelectual que es el comunismo. Que se lo contaran a Márai...

19.1.17

Márai en positivo, y en negativo (II)

Un elemento interesante que aprendo leyendo Lo que no quise decir. El almirante Horty, nacido en plena gran llanura húngara, hablaba un húngaro inseguro y con un fortísimo acento alemán. Horty ingresó con apenas catorce años en la Academia Naval de Fiume, y como allí la lengua de trabajo era el alemán, eso hizo que el almirante se sintiera más cómodo en esa lengua que en la de su país. 

No es nada nuevo, como le leí hace muchos años a Juaristi. Es muy habitual que grandes líderes nacionales tengan una relación difusa con la patria a la que dicen pertenecer: De Valera era hijo de un español, Napoleón era corso, Stalin georgiano y el pangermanismo es el invento de un inglés

Hay que ver lo que da de sí la imaginación... 

17.1.17

Márai en positivo, y en negativo (I)

Rematé Lo que no quise decir, el volumen que Sándor Márai no quiso añadir a sus memorias. Un par de capítulos que reflexionan sobre la década que transcurre entre la anexión de Austria por la Alemania nazi y la anexión de Hungría por parte de la Unión Soviética. 

El libro se lee rápido pero es irregular. El autor se pierde en disquisiciones sobre la naturaleza húngara y sobre la psicología colectiva de los pueblos que fueron superadas hace muchos años y  ya no tienen ningún interés. Y esa es quizá la parte más floja, quizá por ser la más nacional-ista. 

Aún así, el libro tiene interés desde este lado de Europa. Por la crisis de la cultura liberal burguesa en la Europa de entreguerras, una cultura asediada por los totalitarismos de izquierda y de derecha en varios países de la Europa central durante aquellos años. Marai destaca cómo casi los mismos argumentos que eran utilizados por los fascistas húngaros contra la burguesía parasitaria y judía, fueron utilizados menos de diez años después por los comunistas una vez que los soviéticos convirtieron al país en un satélite...

Para el lector que además de no ser húngaro sea inquieto, el libro le permite familiarizarse con un conjunto de políticos húngaros y sus dramas vitales y personales. Ahí está el caso de Esteban Bethlen, aristócrata transilvano y que pensó que podía ser capaz de lidiar con nazis y soviéticos, sin entender que alguno de los dos acabaría matándolo, como así sucedió, en este caso los soviéticos, que nunca entregaron su cuerpo.  También es interesante la vida de Pal Teleki, primer ministro que se suicidó  en abril de 1941, la noche en la que los nazis atravesaron las fronteras del país para atacar a Yugoslavia

7.10.15

El adiós de Federico (Sánchez)

Rematado el adiós de Federico Sánchez. Un buen libro. En su haber, una escritura ágil, buenas reflexiones sobre la España de la época, sobre el siglo XX europeo y sobre la cultura europea. En su debe, cierta pedantería intelectual del autor.

Una parte del libro es un recuerdo directo de su ejercicio como ministro de cultura, y una descripción impagable de los gobiernos socialistas de los años ochenta. Una crítica despiadada al estúpido postureo de Alfonso Guerra (que este hombre haya pasado como un intelectual es uno de los grandes misterios de la vida política española). La nadería que era el guerrismo. Los intentos de González por modernizar la vida política española.  Interesan también algunos detalles de la intra-historia de la época, como el proceso de venida a España del Museo Thyssen. Y de fondo, siempre su pasado. Como exiliado. Como resistente. Como anticomunista. Anticomunista furibundo. Un anticomunista que disfrutó desde el ministerio como en la Europa de 1989 caían una tras otra las aterradoras dictaduras comunistas en países que estaban secuestrados desde los años cuarenta, como Chequia o Hungría. 

Un buen libro.

Una buena memoria.

5.4.13

Cómo viajar para no descubrir América...


El último libro de Arcadi Espada, by My Colonel. Recordando a aquellos que actuaron en nombre de Franco. Un viaje. Siempre hay un viaje. A la búsqueda del invierno de 1944 en Hungría. Hacia Budapest. En primer plano, el fantasma de Ángel Sanz Briz y al fondo, el de aquellos como Casimiro Florencio Granzow de La Cerda que no encontraron contradicción entre ser franquistas y despreciar a los nazis. Hablaremos largo y tendido del libro, cuando tenga un rato, que se me acumula el trabajo.

Una primera reflexión que avala de alguna manera mi prejuicio de que viajar sin haber leído antes es hacer el gilipollas. A cuántos conozco que viajan descubriendo América a cada paso...

Yo, que nunca hubiera acabado en Rumanía si no hubiera sido por Robert D. Kaplan, o que jamás hubiera ido a Alemania si me hubiera faltado Claudio Magris. Que no viajé de adolescente a Cuba porque, más allá de Fidel, a lo que estaba esperando era al magnífico libro de Jorge Moreta...

Disfrútela, desocupado lector.

 “Viajar, yendo en busca de algo: nada hay mejor en la vida. Viajar sin levantar huellas es tan excitante como la gimnasia sueca. No es imprescindible esta fiebre de ahora, ni la investigación ni el enigma; bastan las huellas que dejó cualquier escritor en el paisaje, y seguirlas. Ir por un lugar que no vio nadie es un viaje ciego. El viaje, primero, se lee; y luego se hace.  Todo lo demás es descubrir América
Espada, Arcadi: En nombre de Franco. 
Los héroes de la embajada de España en el Budapest nazi.  Barcelona, Espada, 2013. Página 31 

20.10.12

Exposiciones, menores pero aleccionadoras...


Nos acercamos, mi idolatrada Rosa y yo, a ver la Exposición que sobre Gyenes ha organizado la Nacional. No tengo claro aún que la fotografía sea un arte. No digo ni que sí ni que no. Digo que no lo tengo claro. Soy un español que duda, por eso hay tantos que ponen en duda mi condición de español (ya saben, que El Perdidaco es de los que sueña con que lo recuerden como un español bueno más que como un buen español o, llegado el caso, como un sanabrés bueno más que como un buen senabrés).
La exposición es menor. Algunos retratos son sobresalientes (aquel en el Teatro, sobre un fondo negro…) y otros forman parte de mi  memoria (el de los Reyes, el sello del General Franco…), pero lo que me fascina es la vida del tal Gyenes. Un húngaro (¿expulso?), que acaba en España y que desarrolla su vida en la Gran Vía fotografiando durante medio siglo al todo Madrid de la época. Un húngaro meticuloso, ordenado, que llevaba registro de todo, no sé si pensando en el dinero o en la posteridad. 
En un momento de la Exposición uno se da de bruces con la cajonera en la que guardaba las fichas. El orden es memorable y justifica la visita a la misma. En la primera fila, premios Nobel y científicos, o algo así (cito de memoria), pero la segunda es un mazazo para entender de golpe la España de la dictadura: la categoría agrupa a “políticos y empresarios”.
En realidad sobra la conjunción copulativa.
Eran lo mismo.
Y de aquel capitalismo de gente que no arriesga su dinero sino el del contribuyente venimos todos.
Y así nos va…

14.7.11

Meandros, sombras, nogales...

He recuperado, quizá era el momento, un libro de Kertész que me regalaron hace muchos años. No lo había leído hasta ahora, quizá porque había cosas que no podía leer con aquellas compañías de bandeja y lácteos. Un conjunto de ensayos del Nobel húngaro, reflexionando sobre el Holocausto como hecho y comocultura. Juntos, el libro y yo, nos hemos echado casi toda la tarde paseando por el mi pueblo. Esta vez, tomé rumbo norte, pero nada más pasar el río, me desvié y me senté en un prado. Es uno de mis favoritos: tiene un caño de riego y el río hace un recodo a los pocos metros, donde la sombra te permite evadirte de todo. Hasta del móvil. La ausencia de cobertura en este rincón de España, el desprecio de los débiles. La soledad ante el Estado. El primer ensayo lleva por título “Patria, hogar, país”. El exilio interior. El miedo a la palabra “patria”. Dónde está, qué es. Qué le debemos a esa gente que vivió hace siglos sobre este suelo. Nada. La condición de enemigo del pueblo. El papel del Estado. La soledad del individuo en esta construcción kafkiana que es la Administración. Con ese monstruo frío. Una lectura que plantea preguntas y que no deja entrever respuestas. De fondo, nuestra compleja relación con los valores de la Ilustración. Nuestras contradicciones. Y esa realidad aterradora: Dios creó al mundo y el ser humano creó Auschwitz. Poco más que añadir.

Se me ha echado la tarde encima. Cierro el libro y pienso en aquello que dejó Berlin escrito, cuando explicaba la diferencia entre el salvaje y el civilizado: “El civilizado da su vida por valores en los que no cree del todo”. Sigue oliendo a hierba mojada. Ayer llovió. No mucho. Lo suficiente como para darme la bienvenida: la luz del oeste y el olor de los campos humedecidos a media tarde es una emoción difícil de superar cuando uno llega aquí procedente del siglo XXI. Es nuestra tierra. Claro que lo es.


PS: Adorno sentenció: "Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie". Y quizá tenga razón.

31.8.06

Jueves, 10 de agosto

Desayunamos y compramos algunas cosas en la casa de Klari. Salimos en dirección a Alba Iulia. Paramos a ver alguno de los varios humedales que rodean el pueblo de SIC. Antes de llegar a Alba, fotografiamos una granja colectiva, otra más, abandonada nada más caer el comunismo. Estaba rodeada de alambre de espino. Fina manera tienen los comunistas de tratar a clase obrera cuando tienen el poder, sí señor.
Por fin llegamos a Alba. Magnífica ciudadela. La catedral de la coronación, edificio ortodoxo del primer tercio del siglo XX. La sala en la que se firmó la adhesión de Transilvania a Rumanía en 1918. La catedral católica. Natalia nos la enseña, su madre es húngara y su padre rumano. Ella no se siente de ningún sitio, pero apostilla "cuando salgo al extranjero, no tengo la misma reacción si digo que soy húngara a si digo que soy rumana". La maldad de los estereotipos.
Llegamos, con algo de lluvia, a comer a Sibiu, que el año que viene será capital europea de la cultura. Preciosa ciudad sajona bien restaurada. Almorzamos, bien, en Mara. Único episodio de mendicidad en todo el viaje. Un niño entra al restaurante a pedirnos pan. Se lo damos y seguimos comiendo en cierto modo avergonzados. Mi hermana, eficaz y feliz contacto con occidente, nos informa del intento terrorista en Heatrow. Durante un rato, Jimena y yo ponderamos, con nuestra mesura habitual, el proyecto de alianza de civilizaciones del simplón.
Por la noche nos alojamos en Sibiel, un pueblo que era usado como escaparate durante la dictadura comunista para llevar a las visitas, a que alabaran lo bien que funcionaba el régimen. En un francés que ninguno hablamos, nos comunicamos con Cristina Banciu. Por fin, una habitación con baño propio. Llueve y hay mucha humedad, así que decidimos quedarnos leyendo un poco. Las toallas de ducha, como durante todo el viaje, son las que en España ponemos para secarnos las manos, así que no terminamos de secarnos bien tras la ducha. Cena copiosa, de nuevo. Mi cuerpo no acaba de adaptarse a la tsuica.

Miércoles, 9 de agosto

El camino es largo y las carreteras no están siendo buenas. Quizá esa es la única pega real del viaje. Tardamos en llegar, pese al madrugón, a Baia Mare. Todo son ruinas industriales. Llueve. Las carreteras están en obras.
Llegamos a Cluj Napoca, también otra vieja ciudad sajona. Paseo por la ciudad y almuerzo en el hotel. Visitamos el Museo Nacional de Arte. Varios autores nos llaman la atención: Elena Popea, Theodor Pallady, Aurel Popp, Sabin Popp y, por supuesto, Grigorescu. A la tarde llueve a mares. El agua nos persigue. Nos alojamos en Sic e intentamos llegar por una ruta alternativa pero vemos que los caminos que llegan al pueblo no están asfaltados. Nos extrañamos. Al final optamos por el camino ortodoxo, vía Gehrl.
Sic es toda una sorpresa. Un pueblo húngaro rodeado de pueblos rumanos. Por eso las carreteras estaban sin asfaltar. Nos acoge en su casa, todo amabilidad, Klari, con sus dos hijos, Sandor hijo y Koto. El padre, Sandor, llega más tarde. El niño, de unos dos años, es absolutamente estepario. La cara que uno esperaría encontrarse en Uzbequistán o en Tayiquistán. Todos los libros de la casa están en húngaro. Los niños aprenden rumano como una lengua extranjera. Estamos en casa de nacionalistas. Le preguntamos y Klari, hermosa y amable mujer, se lanza a contarnos. Sec es un pueblo de apenas 3.000 habitantes, todos húngaros. Endogamia brutal. Hasta hace pocos años, iban siempre vestidas con el traje tradicional. Ella también hace artesanía, e insiste en que Jimena se pruebe el vestido típico del pueblo. La visten. También hay un baile típico. Cuando llega el marido, cenamos, con vino húngaro, e insisten en que los acompañemos a un salón comunal donde están ensayando en baile que, nos aseguran, sólo se practica en el pueblo. Muchos niños, pero los sospecho ya más interesados en la música norteamericana que en el baile de Sic.
La identidad como una cárcel.