20.11.08

Nada es real o el circo de la socialdemocracia española

Hace casi treinta años Benedict Anderson en un libro magnífico recientemente reeditado en España, definía las naciones como comunidades imaginadas que sólo podían darse en el mundo moderno. Viendo lo que está pasando estos días, uno tiene la tentación de aplicar el esquema de comunidad imaginada a los gobernantes que padecemos en España. Ahí está, sin ir más lejos, el tal Corbacho, el que llegaba al ministerio a aprender. Un día dice el tío que se acabaron los ERES en empresas forradas y, sin ni siquiera meter un adversativo en medio, a los dos días   aprueba el ERE de telefónica. Ahí está el simplón de león, dando la paliza con la socialdemocracia y la regulación y aprobando, igualmente sin adversativo y sin ningún pero, la declaración de Washington sobre la necesidad de fortalecer la economía de mercado. También tenemos, en fin, el administrativo Blanco, tan feliz imaginando cosas que no se dijeron ni por asomo en la crisis.

En esta feliz desconstrucción de la realidad participan, con alegría, los medios. Ahí está El País diciendo que el tal Cheroqui es el jefe más despiadado de ETA, lo cual es evidentemente mentira (¿nadie se acuerda que hubo jefes de eta que ordenaron el atentado de hipercor, la matanza de Vic o la muerte de Miguel Ángel Blanco?), pero sirve para que en la agenda la crisis desparezca durante un par de días.

Creo que la postmodernidad es grata al socialismo gobernante. La palabra al servicio de la política y todo eso. Por eso, en realidad, no creo que mintieran durante la campaña, cuando aseguraban que no había crisis y que todo iba a mejorar en marzo. Probablemente se lo  creían. 

Tenemos la izquierda más demodé y más inculta de toda la Europa occidental. 

No dan para más. 

Y sus votantes, me temo, tampoco.

 

PD: entre tanta postmodernidad, marchando una de realidades incontestables.

 

PS: "Generaciones castradas, agotadas, desdeñosas, sin fe, abocadas a la nada que aman, no podrían dar la inmortalidad;  carecen de toda capacidad para crear un prestigio; aunque pegarais vuestros oídos a su boca no oiríais nada. No sale sonido alguno del corazón de los muertos".

Chateaubriand, François de: Memorias de ultratumba (Libros XXV-XXXIII). Tomo III. Página 1.450.

 

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