2.5.11

¿Y si después de tanta palabra nos quedamos con lo accesorio?

Paseábamos esta mañana por el Mercado. Tomando vinos. Saludando a unos y a otros. Degustando las tapas. Promiscuidad social. Quedar con este. Ver a aquel. Llamar a un tercero. No es concebible estar aquí un lunes y no bajar al Mercado. Elicia jugaba. Ahora que ya huele el vino, es capaz de identificar las moras y las fresas. Pensaba en la salud. Y en mi espalda. Qué importante es encontrarse bien. A mí el masaje del sábado me dejó nuevo. Aunque algo baldado. Cuando uno pierde la salud, casi todo lo demás es secundario. Hasta el juicio se suspende. El cura en la misa de la virgen del rosario contaba que el dolor dignifica. Cada vez lo tengo menos claro. El dolor, como la enfermedad, es un horror, una desgracia. Y contra él hay que luchar. Pensaba en el dolor de un padre ante su hijo enfermo. Y en el dolor de una madre que no tiene respuestas para las preguntas, acerca de la enfermedad, que su hija le hace. El dolor no nos hace humanos. Lo que nos convierte en personas es que somos capaces de luchar contra él. Y que somos capaces de neutralizarlo. Por eso uno ha de cuidarse. Por sí mismo. Y por los que lo rodean. Por eso hay que irle ganando a la enfermedad todas las batallas (somáticas o no) que nos plantea.



PS: César Vallejo hizo la pregunta, pertinente aún más una noche como esta, hace muchos años: ¿Y si después de tanta palabra no sobrevive la palabra?. Lo difícil de explicarse, de hacese entender...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precisamente el dolor es lo que nos hace humanos. Cuando todo va bien, hay dinero, salud, bienestar, no caemos en cuenta de las cosas verderamente importantes, nos creemos diosecillos. ¡Cuantos enfermos graves han dicho que anteriormente vivían como necios!

Eso sí, sufrir por sufrir no tiene sentido.

"Memento homo, quia pulvis es et in pulverem reverteri"