7.6.12

La cuarta, de The Wire


Acabé la cuarta de The Wire. No es una serie más. Claro que no lo es. Es, entre otras cosas, una radiografía de la complejidad del mundo moderno. De la oscuridad que a uno lo asalta cuando intenta entender las lógicas urbanas en el siglo XXI. Esta temporada, la cuarta, es especialmente brillante, porque se acerca a un tema que uno no imaginaría en una serie policiaca: la escuela. Varios amigos, compañeros de instituto, y su relación durante el curso. De fondo, una voz que, como en un tragedia griega, nos susurra al oído que todos están condenados. La lucha por sacar a los chicos de la calle, la relación entre padres e hijos, con el tráfico de droga asomándose por la esquina, un tráfico que todo lo ve, que todo lo mueve. La necesidad de ganarse el respeto de los demás cuando uno es adolescente. Pero también la necesidad de comer cuando la madre es drogadicta y nunca hubo padre. La necesidad de lavarse; de no perder la dignidad que nos hace humanos. La necesidad, en fin, de sobrevivir donde todo lo demás ha fracasado.

Una serie fascinante. Y con ganas de empezar ya la quinta temporada.



PD: Murió Bradbury, el hombre que nos enseñó lo que nos espera en un mundo sin libros. El hombre que narró con melancolía el final de una civilización. Que la tierra te sea leve.

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