Me
interesa del libro de Luis Arroyo alguna de sus reflexiones. El hecho de que
nuestro cerebro no sea tan racional como pensamos, de manera que es mentira que
esté dispuesto a dejarse convencer con facilidad. Hay mucho de mito en la
imagen de un legislativo en el que sus miembros razonan. Ahí quizá están
quizá las mejores páginas del libro. El resumen que hace de las tesis de Kahneman es bueno: dos
sistemas cerebrales, uno rápido e intuitivo, el otro lento y reflexivo. Y la
sensación de que, en general, es aquel el que gobierna este. También es
interesante el planteamiento que hace de la “necesidad de cierre” que
tiene el cerebro humano: las narrativas han de tener una clausura estable y
definitiva. Han de cerrarse. Nuestro cerebro no está hecho para la
incertidumbre, aunque nuestro hogar sea la zozobra. Y así nos
va, que llega una crisis y nos volvemos todos locos. Más de ciento cincuenta
años después, aún no hemos aprendido que vivimos en un mundo en el que todo
lo sólido se desvanece en el aire…
PS: Como
señala un Castells algo
sobrevalorado (pero es sociólogo y, como dice el maestro Espada, peor sería
trabajar) en Comunicación
y poder y cita Arroyo: “el análisis racional de los procesos del
ejercicio del poder comienza con el reconocimiento de los límites de la
racionalidad en el proceso”.
PD: tarde pucelana.
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