Hablábamos ayer de En nombre de Franco, el último ensayo de Arcadi Espada. Algunas reflexiones son tan interesantes que
no entran en un artículo. La continuidad del yo como una ilusión cultural. A
cuenta del tal Martínez Tomás, periodista antisemita en 1938 convertido en un
adalid de la causa aliada en 1976. El párrafo, memorable de Espada, que no me
resisto a citar aquí y que aparece en la página 87 del libro:
“La
explicación inmediata de la conducta del periodista podría aludir al oportunismo. Era simple: en
1976 Martínez Tomás se aprestaba a morir en demócrata. Pero quizá fuese
demasiado simple. Su conducta planteaba, aunque con menor trascendencia
dramática, los interrogantes de La caja de música, la película de Costa-Gavras,
y el obsesivo misterio de cómo aquel abuelo cariñoso y entrañable que empujaba
el columpio de su nieto podía haber sido un joven asesino nazi. Tanto en el
caso de Antonio Martínez Tomás como en el de Armin Mueller-Stahl era posible
dar una explicación algo más sofisticada: el joven y el viejo no eran la misma
persona y la unidad del yo una probable ilusión cognitiva”.
¿Y
si el yo prescribiera? La identidad occidental se basa en la idea de que somos los mismos al inicio que al final. Más sabios, o más bobos, pero los mismos. Por eso somos responsables de nuestros actos y pagamos por ellos.
Quizá por eso aquellos versos de Joseemilio Pacheco, recordando que "ya somos todos aquello / contra lo que
luchamos a los veinte años" esconden menos carga moral de la que parece. Quizá es
que ya no seamos los mismo.
Quizá es que, dentro de unos años, cuando me lea aquí,
no reconozca ya al autor. Ni siquiera sea capaz de reconocer a sus lectores. Ni a sus lectoras, claro.
PS: en Toledo. Predicando.
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