Pablo Pardo, el domingo pasado en El Mundo, a vueltas con la economía de la esclavitud. Estremece leer, más de dos siglos después, en qué basaba su economía doméstica alguien tan brillante como Thomas Jefferson: esclavas que se quedaban embarazadas cada dos años y cuyos hijos eran vendidos. Como si fueran animales. ¿Para cuándo una buena película sobre esto?
21.6.20
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