El otoño me pone melancólico. No puedo evitarlo. Miro desde la ventana el mi bosque y recuerdo a los que ya no están. Se han ido muchos en poco tiempo. Nada raro, eran mayores, pero ahí pienso que ya no queda casi nadie de la cuadrilla de mi padre. Ya casi no están los que eran mayores y organizaban las fiestas en los ochenta y noventa. Los que se fueron de aquí en los cincuenta y sesenta, los que se fueron a buscarse la vida a Madrid pero nunca olvidaron quiénes eran y de dónde venían. Valoraron mucho la cultura y la educación de sus hijos: sabían que era el mejor pasaporte para ir por la vida. Y muchos de sus hijos respondieron, son mi entorno, la mi gente que diría el maestro Anta. Los veo a ellos y me llenan de orgullo, todos han salido adelante y han formado su familia sin olvidar quiénes son. Como me llena de respeto pasear por el camposanto y verlos ya descansando en paz, a Miguel, a Antonio, a Suso, a Ángel, y a tantos otros, ya de cara a un cielo que cada noche se presenta cuajao de Estrellas. Ese cielo. Vuestro cielo, que hicisteis nuestro...
30.10.20
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Estése tranquilo, la nostalgia es un hermoso antibiótico frente a los progresismos. Recuérdelos, respételos y de vez en cuando tenga esa pizca de melancolía propia de los hombres sabios.
Publicar un comentario