2.1.11

Adiós, tabaco, adiós

No me gustan las prohibiciones. Nunca me han gustado. Pero a veces hay cosas que están por encima de lo que a uno le parezca mejor o peor. Un lujo entrar hoy en los bares de este país llamado España. Ni rastro del humo. Ni de ceniceros. Ni de colillas. Recuerdo la semana pasada la cena de la empresa, en el bar en el que estábamos tomando una copa, me lloraban los ojos del humo.

Es una buena noticia. El que quiera fumar, que fume, es su decisión. Pero los clientes no tenemos por qué comernos su humo. Y los camareros, menos. En pocos años, el fumar será una antigualla, una bobada que, desgraciadamente, se lleva muchas vidas cada año. Ese estúpido glamur que los hombres asignamos a actos idiotas que acaban con nuestra vida. El falso glamur del alcohol, de las drogas, de los viajes de mentira a ningún sitio. Cuánta gente, recuerdo que me lo contó, muere sin poder evitarlo y cuánta gente tira su vida a la basura. El verdadero glamur está en ser buena persona y en tener una concepción ética de la vida. En no hacer daño. En luchar. En no rendirse. Jamás.

Adiós tabaco, hasta siempre; espero que no volvamos a vernos nunca en un espacio público.


PS: "Así, entre whiskys y disputas encendidas, pasaron volando un par de horas. Al salir, según la costumbre española, los contertulios estuvieron largo rato en mitad de la calzada, intercambiando abrazos y largas parrafadas a voz en cuello, como si llevaran mucho tiempo sin verse o se despidieran para siempre".

Mendoza, Eduardo: Riña de gatos. Madrid 1936. Planeta, Barcelona, Página 163.

6 comentarios:

atroma dijo...

No entiendo cómo afecta el fumar al ser buena persona y la ética en la vida. De hecho encontrarle alguna relación es justo una pérdida de glamur. El caso es que acudir a un bar debería soportar la misma asignación idiota que al fumador con el tabaco, no son imprescindibles ningún acto. Tanto el uno como el otro son acciones voluntarias, pero aun es memos consecuente con las decisiones del propietario del local. El que debe pagar las facturas, el que debe hacer la labor al gobierno recaudándole el IVA, y al que fríen a impuestos. Todo ello carece de ético.

Hornuez dijo...

Siempre te ríes de tus incoherencia, pero en este tema rallas el absurdo y ventajismo. ¿Por qué tengo que aguantar yo las voces en un espacio público? ¿Por qué tengo que aguantar la música? ¿Por qué tengo que aguantar las gilipolleces de quien me habla? Por una razón simplísima: Porque salgo a la calle.
Un día el Estado nos va a prohibir fumar, beber y follar. No conseguirá que viviamos más, pero ya está consiguiendo que se nos haga más largo.

El Perdiu dijo...

Estimado Hornuez, el argumento es un poco pueril: las voces en el espacio público no causan cáncer al que las escucha, como la música tampoco lo causa... en fin, tiempos estos en los que hay que explicar lo evidente. Fume usted lo que quiere, pero no joda al camarero...

Anónimo dijo...

que gran clasico, no me gustan las prohibiciones salvo que coincidan conmigo

Donoso dijo...

Es muy lamentable que también este blog pase a ensalzar la política liberticida del zapaterismo. Al parecer, ya nadie se resiste a la deriva relativista de Red Liberal. Qué gran pena.

Hornuez dijo...

Estimado Perdiú: Si se hubiera hecho pensando en los camareros, no habría gente trabajando en parkings, galvanizados, talleres de pintura, fábricas de barniz, minas y un largo etcétera que me de pereza enumerar. No seas maniqueo que tú sabes que no se ha hecho por eso.

Sabes que tu opinión en este asunto ralla el mayor de los intervencionismos y es una enorme lacra en tu "liberalismo" de postal. Un día de estos vas a defender los aranceles o la progresividad impositiva.