5.1.11

De vuelta, directo a La Casa

Tres días de paz, aquí en la Sanabria. Bici, con frío, pero bici. Estos burgos en los que tanto se siente el invierno. Ando con tres lecturas (¿quién te hará crecer con libros este año?, ¿lo has pensado?), ya le contaré, desocupado lector, el último Planeta, regalo insistente de David. Tenía algo abandonado a Mendoza. Un libro ligero, cómodo y bien escrito. He vuelto a las Comunidades imaginadas, tras haberlo leído de manera parcial y en fotocopias durante la facultad. Y ando encantando con el Torneo de sombras, un libro que explica no sólo aquellas bobadas que nos contaban en geopolítica de Mackinder, sobre el control de la gran plataforma continental, sino también qué tipo de avispero es y desde hace cuánto tiempo, la zona que hoy llamamos Afganistán y Pakistán.

También viendo algo de cine, la chimenea encendida. En soledad. Con Clint Eastwood, películas compradas, por supuesto, las banderas de nuestros padres y las cartas desde iwo jima. Ya le iré contando. Y bici, mucha bici, y algo de paseo. Y charla con Pepe, y con Tere, y con Paco, y con Rosa, y con Oscar. Ya les contaré

Hoy toca volver al mundo urbano, a las relaciones societarias, dejando aquí las comunitarias. Algo mío se queda aquí, siempre. Con lluvia o con nieve. El lugar que me calma el dolor. El lugar en el que el interés material pasa a un segundo plano en beneficio de la pura amistad. Aunque no se quiera entender. El lugar en el que me sale, también, mi vena del Mercado. El lugar que me ayuda a ver las cosas con más perspectiva. La melancolía de la identidad: la aldea, la única comunidad que no es imaginada. Volveré, claro. Aunque probablemente solo.


PS: De hecho, todas las comunidades mayores que las aldeas primordiales de contacto directo […] son imaginadas. Las comunidades no deben distinguirse por su falsedad o legitimidad, sino por el estilo con el que son imaginadas.

Anderson, B.: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo. Méjico, FCE, 1993. Página 24

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