12.11.11

Al final del Milenio

Acabé, por fin, el Milenio, de Tom Holland. No está bien traducido, y eso mata un libro. Además, es más confuso que su impagable Rubicón, pero aún así es una lectura fascinante. Europa, una península de Asia, era un mundo en descomposición a finales del siglo VIII. Roma había desaparecido y los territorios europeos luchaban entre sí desangrándose con querellas intestinas que habían reducido la importancia de este territorio a la nada. En el oriente, la ciudad, Constantinopla, mantenía viva la llama tanto de la cristiandad como de una Roma ya plenamente oriental.

Canossa como símbolo de un cambio. Todo empezó por aquella época: las dos o tres décadas anteriores a la humillación de Canossa y las dos o tres posteriores. Ahí nació occidente, quizá de la manera en la que lo conocemos hoy. Gregorio VII y Enrique IV marcan de una manera lejana si usted quiere, desocupado lector, el inicio de una modernidad fascinante: la que marca la escisión entre el poder civil y el religioso que el Islam no ha sido capaz de conocer en quince siglos. La que supone asumir como natural que la Iglesia y el Estado, que lo espiritual y lo político, existen por separado. Una revolución en su época. Una bomba de relojería sin la cual no seríamos capaces de entender nuestro mundo de hoy en día...


PS: “En realidad, no existía ningún precedente de la revuelta que suponía Canossa, ni en la historia de la Iglesia Romana ni en la de ninguna otra cultura. [...] Europa occidental, que durante tanto tiempo había languidecido a la sombra de civilizaciones mucho más sofisticadas y de su propio lejano pasado, que ya se había esfumado, iba al fin a emprender un camino que resultaría ser, irrevocablemente, su propio camino.

Fue Gregorio, en Canossa, quien se convirtió en el padrino del futuro”.

Holland, T.: Milenio. El fin del mundo y el origen del cristianismo. Planeta, Barcelona, 2008. Página 20.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues nada, que sepa usted que su recomendación ha originado una compra, a ver qué tal :)
Lástima leer lo de la traducción, ando en paralelo con Hobsbawm (La era de la revolución) y me parece que la traducción mata completamente la lectura

El Perdíu dijo...

Me alegra mucho. Y no se desespere por las quinientas veces que aparece la palabra "fatídico" sin venir a cuento.

Anónimo dijo...

Veremos.
Aunque ideológicamente compartimos más bien poco, sus post "literarios" suelen ser sugerentes
Saludos (el anónimo previo)