5.11.11

El cine y los prodigios

El cine como un espejo. Estuve viendo Jóvenes prodigiosos, una película de hace unos diez años, con unos jovencísimos Maguire y Holmes acompañando a un Douglas maduro. Todo se desarrolla en apenas un fin de semana en otro protagonista más de la trama, la decadente ciudad de Pittsburgh. Personajes confusos, en tránsito de un mundo a otro. Un escritor que fue brillante de joven y que ahora vive bloqueado, en lo profesional y en lo emocional: enamorarse de la persona equivocada trae consecuencias, algunas a corto plazo y otras a largo. Un joven brillante, camino de la madurez; un agente perdido; una alumna deslumbrada. ¿qué nos hace perder el control de lo que somos? A veces, una buena crisis es el mejor remedio para salir del pantano vital en el que uno se sumerge sin apenas darse cuenta. Muy buena música. Algunos toques de humor. Un guión bien llevado. Me gustó, quizá porque yendo un paso más allá del club de los poetas muertos, acaba llevando al espectador al mismo callejón que aquella película; un callejón en el que reposan, escondidas, algunas preguntas que no queremos hacernos, como por ejemplo ¿qué ocurre cuando uno no vive como piensa que debería vivir?

El final, déjeme fantasear, parece escrito por mí: una vista sobre el río, un café en invierno y un libro recién finalizado. El protagonista se asoma por la ventana y allí las ve, a las dos...


PS: Josefina Aldecoa lo resume todo en una sentencia inapelable, recordando que un día fuimos jóvenes: “Porque esa es la terrible y alentadora la realidad. Todo es posible de muy diferentes maneras”

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