El
invierno
mediterráneo de Kaplan finaliza con interesantes reflexiones más al este.
Sobre Dalmacia
y la política de la zona: pese al paleto intento croata, Split
es una ciudad mediterránea, al igual que Barcelona siempre será más
mediterránea que de la ceba, lo mismo
que Ragusa
es una ciudad veneciana al otro lado del mar. El nacionalismo, siempre tan
hostil, siempre tan melancólico. Reflexiones sobre Esparta, nuestra vieja
enemiga, y sobre sobre el pasado griego, superviviente
en la península de Morea
durante siglos, más en concreto en Mistra.
Quizá no quede nada de aquella Hélade en el país que hoy todos
llamamos Grecia, pero nuestro mundo procede de aquella
memoria
Y
mientras cierro el libro pienso en lo que supone ser un viajero. Ir más allá de
lo que nos ofrece el paisaje. Entender lo que vemos, incluso dentro del caos.
Descubrir esas grandes regiones urbanas que acabarán configurando los
escenarios de poder dentro de cincuenta o cien años. Descubrir que el arte
griego está relacionado con su paisaje, como el maya lo está con
el suyo. Y que sin espacios abiertos quizá no hubiéramos descubierto nunca el
individuo. Cuando cerramos los libros somos un poco más viejos. Y tenemos más
dudas. Pero también, si hemos aprovechado la lectura, somos más hombres. En el sentido
literal de la palabra.
Un
gran libro. No acabo de entender cómo no se reeditan los
viajes de Kaplan. Tienen tanto que enseñarnos...
PS:
Mientras la cercana Eslovenia se reúne
con la Europa Central, Dalmacia está regresando al seno de la Gran Italia,
ahora una taxonomía cultural tan solo debido a la inexorable inmersión del
Estado italiano en la Unión Europea.
Kaplan,
Robert D.: Invierno
mediterráneo. Un viaje por Túnez, Sicilia, Dalmacia y Grecia.
Barcelona, Ediciones B, 2004. Pág. 184
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