Llegó la desamortización. Había que
consolidar un Estado y para ello se necesitaba el apoyo de grandes propietarios
frente a la marea carlista. Villachica compró y empezó a
especular. Desmontó
el monasterio. Piedra a piedra. En pocos años, no
quedaba ni el claustro. Tanto, que el último prior, primer párroco de la Granja del monasterio, le pidió que levantara un muro, que aún
se ve, adosado a la iglesia, para evitar que se cayera. Llegó el olvido. Hasta
los años treinta del XX no hubo intentos serios de detener del
deterioro
de un monumento que tuvo que soportar infiernos muy fríos “en las montañas más frías de toda Castilla”,
como decían los jesuitas durante la guerra de Portugal.
Algunas fotos muestran cómo estaba. Pero
siguieron las agresiones. Restauraciones mal enfocadas en los años cuarenta y
cincuenta dejaron huella en la Iglesia, en lo que hoy
podemos ver. Hasta
que empezó a llegar el trabajo serio de buenos profesionales, ya en los años
ochenta. Apenas se ve nada ya del viejo monasterio, ni del claustro, pero al
menos ya podemos imaginarlo como fue gracias al trabajo
de muchos…
Toda
esta historia está un libro magnífico, elaborado por Fernando Miguel. Un libro financiado por fondos públicos pero que
ni está a la venta, ni es accesible por Internet. Ya
lo dijo, antes de morir, Alfonso Fernández Coronel: "Don Juan Alfonso esta Castilla, que face los omes, é los gasta”.
Y es que en España, la mejor
forma de guardar algo en secreto sigue siendo, tanto años después, publicarlo
en un libro. Y si es pagado con fondos públicos, mejor que mejor…
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