3.10.12

El confidente (y II)


Hablaba del confidente, el libro de Goñi Tirapu. Algunos de los muertos del comando Eibar son un ejemplo de la indignidad del mundo nacionalista vasco. El asesinato, por ejemplo de Engraciano González Macho o la muerte de Sebastián Aizpiri

Engraciano era ondarrés. Vizcaíno en el límite con Guipúzcoa. Tenía un bar en Zarauz pero vivía en Guetaría. La noche que lo mataron, tenía un crío de quince años y una niña de diez. Quince años. Era mi edad en 1989. Fue asesinado en su bar. El asesinó entró, pidió un gintonic y cuando González Macho se dio la vuelta para coger la botella, le disparó en la cabeza. Así, con valentía.
Sebastián Aizpiri. Asesinado por la espalda. Volvía a su restaurante, el Chalacha, en Eibar. Tenía 37 años y estaba soltero.

Ambas muertes vinieron precedidas de un meticuloso trabajo de desprestigio social a cargo de Herri Batasuna, acusando a ambos empresarios de ser traficantes de droga. Los padres, los hermanos mayores o los tíos de la gentuza que quiere traernos ahora Bildustán, se dedicaban, como en la Alemania nazi, a preparar el terreno para que los asesinos tuvieran más fácil su trabajo.

No había nada de eso… (y si lo hubiera habido, ¿qué? ¿Acaso ha de castigarse con la muerte y sin juicio previo el trapicheo con droga?). Simplemente eran empresarios que no quisieron pagar la factura del terror etarra. Ciudadanos que no quisieron someterse al chantaje.
Se negaron a pagar y ETA quiso matarlos dos veces: físicamente y socialmente.

Esta es la gentuza que ahora pelea con el pnv por el primer puesto en las elecciones.  Así que, cuando llegue el día, ya digo, los vascos sabrán lo que votan.

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