Murió Hobsbawn. Estábamos en la carrera, Hornuez se acordará. Aquellas
asignaturas, con Antonio Elorza primero y con Álvarez Junco después. Yo me había
acercado a la materia con el Auto de terminación, mi primera lectura
del maestro Jon Juaristi, y buscaba más perspectiva sobre las identidades y las
naciones. El viejo marxista inglés, con sus naciones y nacionalismo primero,
y con su fantástica La invención de la tradición, me
ayudó a guiarme por un mundo tenebroso, el de las identidades, donde las cosas
nunca son lo que parecen. Es curioso que, después de haber estudiado en una
facultad de ética y estética marxista, quizá en lo único en lo que me siento
cercano a Marx y a sus discípulos es en nuestro común desdén hacia los
nacionalismos. Hacia la gente que se envuelve en banderas o que proclama su
amor a una nación. Más tarde me hice en la fontana con Rebeldes primitivos, un buen
acercamiento a algunos fenómenos sociales difíciles de explicar.
Se va uno de los grandes, se
estuviera o no de acuerdo con él.
Que la tierra le sea leve.
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