Volver a Mallorca.
Verán, hubo una vida antes de empezar esta bitácora; yo trabajaba ya en consultoría y estuve durante casi un año yendo y viniendo a Palma. Casi todas las semanas. A la Glorieta del Caudillo, como le llamaban los taxistas. Hice algunos amigos. Los mantengo aún y nos vemos cuando van por Madrid. Pude haber hecho más cosas, pero era y fui un caballero, y no me metí en ninguna guerra. Pero nunca salí de la Palma, nunca llegué a ir a lo que los isleños llaman la Part forana. La vida era trabajar por la mañana y continuar en el hotel por la tarde. Esta vez fue diferente: íbamos a ses illes a descansar, a disfrutar. Un viaje casi a última hora, sin nada mirado. Un poco a la aventura. Y yo con ganas de conocer el occidente de la isla. La montaña. "No conocerás esta isla si no visitas Sóller", me dijo Andreu hace muchos años, comiendo en el puerto. Así que además de playa, piscina, el placer de hablar catalán y de paladear gintonics sin tener que conducir, echamos algunos ratos para viajar.
Llovía, así que una mañana salimos temprano y fuimos a Valldemosa. El tiempo se ha detenido aquí. Un buen alcalde, imagino. Casas bien conservadas. Naturaleza virgen. Y una Cartuja que preside imperial el pueblo y que guarda entre sus muros el recuerdo de una historia de amor. Una historia entre una mujer separada, con dos hijos, y un joven artista. La historia de amor que aquí se desarrolló un invierno pleno de lluvia entre George Sand y Chopin. Entre una mujer fuerte que vivió y demostró su valor en un mundo de hombres, y un genio de salud enfermiza con la que vivió una pasión sin medida. Entre una mujer que escribió aquello de que “el beso es una forma de diálogo” y entre el hombre que creó algunas de las mejores obras para piano del XIX. Una historia que empezó con dos personas que se conocieron y tardaron casi dos años en estar juntas, porque había demasiada distancia entre ellas. Paseamos por el pueblo y echamos unos vinos en un café oscuro y silencioso. Imagino la lluvia aquel invierno. Una España que salía de una guerra. La necesidad de un buen clima, para sanarse. Los imagino paseando por estas calles, sin apenas luz, componiendo y cuidándose el uno al otro con ternura...
Nos alejamos del pueblo. Nos espera Deyá; queremos visitar a un joven inglés que llegó aquí después de una guerra y ya no quiso irse.
Sigue lloviendo.
PS: Sand escribió: "Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado".
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