1.7.11

El cine y la vida como dos caras de la misma moneda...

Salir del cine feliz. Con un estado de euforia cercano a la embriaguez. Casi dos horas de buen cine. El cine como contador de historias. Como pasaje a otros mundos. A otras vidas. ¿quién no ha tenido alguna vez el síndrome de la edad de oro? Ya saben, pensar que hubo una época en la que las cosas eran hermosas e interesantes, y no como en el tiempo que a uno le ha tocado vivir. El París posterior a la Gran Guerra. El París de la generación perdida. Ese París que tampoco acaba nunca. Aquellos personajes que marcaron una parte del XX: tomar una copa con Zelda y Scott Fitzgerald, charlar de literatura con Hemingway, luchar con Juan Belmonte, matador de toros por el amor de una dama. Conseguir que Gertrude Stein repase tu manuscrito mientras tomas café en su casa y charlas con Matisse. Tomar un vino con Dalí y ver partir a Monet a Giverny mientras le tomas el pelo a Buñuel.

Entre medias, la habitual historia de enredos amorosos, de decepciones cuando uno comprueba que no ha elegido bien a su pareja, y de humor que sólo un maestro como él sabe hacer.

Fantástica forma de de descubrir otras vidas a partir de la medianoche en París. Películas como esta convierten una tarde de cine en una aventura inolvidable. Adoro a Woody Allen.

No se la pierda. Un anticipo, pinchando aquí.


PS: Gil Pender, hablando de su prometida Inez, dice: “Aunque ella quiere vivir en California y yo en París, en las cosas importantes estamos de acuerdo: a los dos nos gusta la comida hindú, aunque no toda, buen en el pan de pita sí que estamos de acuerdo.”

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi también me encantó. Es fantastica
ALicia