Se ve el mar desde la ventana. El día llenó de matices grises el cielo, el sol me ha respetado. Pero hoy no tengo ganas de escribir, ni casi ganas de nada; así que lo que voy a hacer es compartir con usted, desocupado lector, una reflexión de Hugo Estenssoro, publicada en la Revista de Libros. No tiene pérdida, ni la primera cita de Orwell, ni el cierre de Wilson, ni la trama argumental. Y es que cuando el otro día hablaba de gente superior, me refería, claro, a la gente que se esfuerza. Y a nadie más.
Disfrute de la reflexión:
"Tal vez la observación más inmisericordemente lúcida sobre la cuestión de los intelectuales sea la de George Orwell cuando indica, un poco al desgaire, que hay cosas que sólo un intelectual puede tragarse. El ciudadano de a pie puede ser ignorante, un poco lerdo y escasamente visible dentro de la multitud, pero sus errores rara vez sobrepasan los límites de la simple estupidez. Los de los intelectuales –cuya superioridad cultural, mental y social es certificada por sus credenciales, cuando no por sus pretensiones– son de otra magnitud. Por ejemplo, cualquier romo norteamericano puede creerse que vive en un país libre y próspero, inconfundiblemente diferente de un despotismo ruinoso y empapado de sangre. Hay que ser, como Edmund Wilson, un humanista de saberes enciclopédicos –con la sutileza necesaria, además, para discernir el canon literario modernista cuando las primeras ediciones, en varios idiomas europeos, todavía languidecían en las librerías– para publicar, ¡en 1936!, un libro de reportajes recientes sobre Estados Unidos y la Unión Soviética titulado Travels in Two Democracies.
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