9.2.10

La Florida. Spanglish al poder (VIII)

Salgo a echar el día por South Beach. Me acerco a la playa y me mojo los pies. Bajo siguiendo el perfil del agua. Los preparativos para la Super Bowl, que este año se celebra aquí. Al llegar a la altura de Lincoln la atravieso entera. Es una zona comercial. El pulso de la ciudad. Siempre que me aventuro a un sitio desconocido recuerdo aquella advertencia que, en forma de consejo, me hizo APR hace muchos años: “siempre que llegues a una ciudad, pregunta el nombre de las doce mujeres más bellas, pero también el de los doce hombres que podrían matarte”. Algo de pizza con cocacola en un puesto callejero. Hay que integrarse. Compras. Y más compras. Escucho a la gente. Creo que la batalla del castellano, o la batalla del inglés, si es que hay algo así, está perdida, al menos aquí. Las lenguas evolucionan, y los puristas en esto suelen tener la batalla perdida. Nuestro idioma surgió por la corrupción del latín y lo que aquí se hable dentro de cincuenta años, estará directamente relacionado con la corrupción del español y el inglés. No me gusta, tampoco en este aspecto, la pureza. No pasa nada, la lengua es una herramienta y se usa mientras es útil. La melancolía que nos persigue con respecto al idioma es peligrosa y perversa, como todas las melancolías (y ahí está el caso vasco para ejemplificarlo). Nunca hubo, aunque yo lo escribí, “un castellano puro y sin acentos”. Nunca hubo un inglés primigenio. Nunca hubo países monolingües al 100%. El tiempo pasa, llegan palabras, otras se van (que me lo digan a mí, que he adoptado desde hace años el vocablo “empero” sin ningún éxito, por más que intento dárselo a conocer a los amigos), y las personas que hablan las lenguas cambian y, cambiando, hacen cambiar los idiomas.

Cenamos, magnífico vacío de ternera, en casa de Yunix. Unos puros para celebrar que esto se va acabando y que hay que volver a España.

PD: Por cierto, la pronunciación correcta, si es que hay alguna, es miami, y no mayami.

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