30.8.09
Lecturas agostiles (I)
27.8.09
A casa...
Madrugamos. Nos despedimos poco a poco de los Demidoff y de la Manor House. Como somos los prusianos del sur, preferimos llegar dos horas antes al aeropuerto que hacerlo un minuto después. Últimas compras: los regalices encargados por los Gallego. Paramos en un área de servicio en Heinola. No vamos especialmente alegres, es día de vuelta y hemos madrugado. Pedimos el café, Jimena y Ta-ka-tún su expreso y yo mi café (aquí el café equivale directamente al americano, así que me ahorro el adjetivo). Cuando Jimena va a pagar, la dependiente, asumiendo por nuestra conversación que somos españoles le pregunta si vemos Los Serrano, Jimena, cortés, le dice que ha visto que la dan en Finlandia y que sí, que a veces sí la veíamos (creo que nunca vimos ningún capítulo). La dependienta cierra nuestro viaje a Finlandia: “You remind me off Los Serrano. You speak so fast, you laugh so much and you are so happy… We are different, more quiet”.
Ya ven.
A veces pagar el 22% de IVA y tener un gran Estado de bienestar no garantiza la felicidad.
25.8.09
Séptimo día. 10 de agosto
La impronunciable Jyväskylä. Quizá aquí naciera Finlandia. Aquí se enseñó por primera vez la lengua finesa y aquí vivió gran parte de su vida Alvar Aalto, uno de los grandes arquitectos del XX. Es una ciudad pequeña. Quizá la más hermosa de todas. Las calles del centro parecen ya más nórdicas que soviéticas. Hay universitarios, por todos los lados. Aalto diseñó aquí la segunda fase del campus universitario, integrando magníficamente sus edificios con los del primitivo campus. La universidad, la gran creadora de las naciones. El resto de sus obras están muy diseminadas por la ciudad y no son fáciles de seguir. Un comercial de Amnistía Internacional. Mucho lanas. No se acaban los lanas en este país, como tampoco se acaban los gordos. Será por el frío, digo yo. Volvemos a casa. Se nos va Finlandia, se nos van los días de vacaciones. La vida es eso que pasa mientras haces otras cosas, me dijo una vez el mítico Llorenç mientras almorzábamos.
PS: "Divulgadas, retocadas y a menudo vulgarizadas, las ideas de Herder se introdujeron en el pensamiento radical europeo después de la revolución francesa. Por encima de todo, sirvieron para dar forma al programa político del nacionalismo. Los intelectuales europeos no albergaban ninguna duda sobre el punto donde terminaba el viaje con el alfabeto a cuestas. Un Volk que se educaba y era culturalmente consciente de sí iba derecho a la “nacionalidad”, cuya culminación era la fundación de un pueblo estado independiente. Empapados de este espíritu, Frantisek Palacky normalizó el idioma checo y reinventó la historia checa, Vuk Karadzic hundió las manos en el cofre de las palabras para formar un idioma “serbocroata” único y, a fines del siglo XIX, Douglas Hyde fundó
Ascherson, N.: El mar negro. Cuna de civilización y barbarie. Barcelona, andanzas, 2001. Página 243.
23.8.09
Sexto día. 9 de agosto
Es domingo. Incluso en un país tan al norte. Así que nos quedamos en casa. Nuestro primer intento es con unas bicis. Nos acercamos al pueblo y luego volvemos. A tumbarnos al césped junto al lago. Una delicia. Voy rematando Gomorra. Me baño en el Saimaa y nado de un lado para otro. El agua está fantástica, bendito cambio climático. Algo de música, también, pero menos. Cuando Jimena deja libre el ipod, voy viendo, a ratos, una de las conferencias del ciclo de Carmen Iglesias. Magnífica, como siempre. Los antecedentes de la revolución del sesenta y ocho en nuestro país. Cuando llega la hora de comer, volvemos a la Manor House. Hoy toca comida Rusa. Irina, de San Petersburgo, es la cocinera. Un paté delicioso. El vino, de la ribera del duero. La tarde se nos escurre de entre las manos; primero un paseo a pie, luego en bote. Sí, en bote; tras algunas peripecias iniciales (bote con tapón, toma ya), salimos a pasear el Saimaa. Remé de pequeño, pero el remo se olvida, descubro a la segunda palada. Cerramos el día con piscina y sauna. Sauna y piscina. La dura vida, ya saben, del deportista de élite.
21.8.09
Quinto día. 8 de agosto
Volvemos a partir hacia el este. Hacia Imatra, localidad fronteriza en la Carelia. Pasado y presente. Pasado, los rápidos del Vuoksi, declarados zona protegida por el zar Nicolás I en 1842. El presente, la producción hidroeléctrica y las fábricas de papel. Nos perdemos. El modelo de población es similar al de los Estados Unidos; pequeño núcleo urbano y varias casas diseminadas. Paramos en un hotel a preguntar. Nos atiende Riita. Chapurrea español. También va a Fuengirola. Intrigado, pregunto: “Puede llover en Barcelona o puede estar nublado en Valencia –me dice en inglés–, pero en Fuengirola it´s always sunny". Misterio resuelto. Riita nos ayuda a interpretar el mapa local. La parte nueva de la ciudad está hecha de centros comerciales y de plazas que son como los no-lugares de Auge. La parte que rodea la presa, los rápidos y el Vallionhoteli (un magnífico edificio de piedra de principios del XX) es lo mejor de la ciudad. Aquí venían los nobles rusos a descansar. El zar construyó, para ellos y para sí mismo, el Parque de la Corona (Kruununpuisto) a ambos lados de los rápidos. Almorzamos en un parte excéntrica de la ciudad, cerca del puerto. En el primer café al que nos acercamos nos atienden dos gañanas con pocas ganas de trabajar. Así que nos vamos al hotel de cinco estrellas que está detrás. Comemos como un cura con dos parroquias, en la terraza del restaurante, por cuatro perras. A la vuelta visitamos la Iglesia de las Tres Cruces, de Aalto. La arquitectura que, dentro de dos o tres siglos, se conocerá como arquitectura del siglo XX. Hay una boda y no podemos entrar a verla por dentro. Seguimos nuestro camino. Mañana es domingo y no nos vamos a mover de Anttola. Hay que hacer bici, remo y paseo…
PS: "[…] con más culpabilidad, muchas personas de posturas liberales […] mostraron con total irresponsabilidad sus simpatías con los terroristas, hasta el punto de ayudarles y respaldarles, en vez de dar apoyo a los esfuerzos que el régimen trataba de llevar a cabo en pro de la reforma. Esto es especialmente cierto en el caso del Partido Cadete, liberal, que adoptó la dudosa doctrina de que no existía un solo enemigo a la izquierda, y cuyos miembros pasaron a ser los principales defensores del terror dentro de la opinión todavía respetable".
Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Página 88.
19.8.09
Cuarto día. Siete de agosto
Hoy vamos hacia el este. Savonlinna, literalmente, “el castillo de Savonia”. El castillo, quizá uno de los monumentos más representativos del país, fue construido en el siglo XV para defender la provincia de Savonia de los rusos. La ciudad en sí es un istmo desarrollado, imagino, por las cercanías del castillo.
Hay mercado, como en tantas otras ciudades. El problema es que aquí ya casi nada está en bilingüe sueco / finés y no somos capaces de ver de qué son los productos. Comparado con el finés, el sueco es una lengua amiga. Al menos es indoeuropea y eso amigo, da carácter. El finés es absolutamente ininteligible. Y, quizá como el vasco, una pasión inútil, propia de la modernidad. De hecho, de algunos puestos nos vamos frustrados porque el vendedor no habla inglés y es imposible comunicarse. Un café frente al lago. Siempre el Saimaa, en realidad. Nos acercamos al castillo. Tienen pocos complejos los fineses. Como el castillo de Olaf (Olavinlinna) estaba caído y es evidente que ya no iba a servirles contra los rusos, han montado en su patio de armas un istalache (ya sé que la palabra no viene en el diccionario, pero es mi modesta aportación, en nombre de todos los míos, a la lengua española) y allí se desarrolla durante el verano un festival de ópera. Paseamos por la fortaleza. El turismo es casi todo ruso o finés. Esta noche toca Romeo y Julieta. Miramos los precios. Un escándalo. Los precios. Un 22% de IVA en general. Toma modelo nórdico de los cojones. Almorzamos en Majakka, en la terraza, frente al puerto. Pescado abundante. Cuando llega la hora de coger el coche, vemos que nos han puesto lo que parece una multa por habernos pasado un minuto de la ORA. Nos mesamos los cabellos mientras maldecimos la puntualidad luterana y la ausencia de cortesía para con el visitante. Intentamos anular la multa, que está en finés, pero es imposible. Así que acudimos a la oficina de turismo a deshacer el entuerto. Nuestra sorpresa es morrocotuda. No es una multa. Son jóvenes miembros de una asociación que recorren la zona en patines y te añaden un papel de la ORA cuando ven que el tuyo va a caducar, para que no te multen. Esto sí es una forma eficaz de lucha contra el ogro filantrópico. Liberalismo a la finesa. No está todo perdido.
Cae la tarde y volvemos a casa por el este, dando la vuelta, por Punkaharju, pero es evidente que la mejor forma de verlo. Al llegar a Parikkala descendemos hacia el sur, dejando a nuestra izquierda y a menos de cinco quilómetros la frontera rusa. La Carelia arrebatada a los fineses. Más de cuatrocientos mil carelios abandonaron la zona cuando fue ocupada por los soviéticos. En Ruokolahti giramos hacia el oeste y enfilamos hacia Anttola. Un gin tonic en el puerto. La camarera irá en breve a Fuengirola. No es tarde cuando llegamos a casa y aún nos da tiempo de tomar un baño y echar una sauna en sus dos modalidades, mixta, con pudoroso bañador, y unisex, desnudo por completo. Salgo y entro, entro y salgo. La tensión es baja y, a diferencia de Oskar, no aguanto mucho tiempo en estos lugares…
PS: "Hoy el bajo bretón, el vasco, el gaélico mueren de cabaña en cabaña, a medida que mueren los cabreros y los labriegos. La lengua de los indígenas se extinguió en la provincia inglesa de Cornualles hacia el año 1676. Un pescador les decía a unos viajeros: “no conozco más que cuatro o cinco personas que hablen bretón, y son ancianas como yo, tienen de sesenta a ochenta años; ningún joven sabe ya una palabra de él”.
Chateaubriand, François de: Memorias de ultratumba (Libros I-XII). Tomo I. Página 316.
17.8.09
Tercer día. 6 de agosto
Madrugamos. Mucho. Helsinki queda a unas tres horas. No se puede correr. En general, la velocidad está limitada a ochenta por hora y hasta Lahti no cogemos la autovía (en el español peninsular las autovías se cogen, no se toman. Por algo construimos un Imperio). Llegamos a Helsinki. Aparcamos a diez metros de la plaza del Senado. Como si en Madrid aparcaras en la Puerta del Sol. Cuando los rusos se hicieron con el país trasladaron la capital a Helsinki desde Turku, para acercarla más a San Pertersburgo y alejar al Gran Ducado de la influencia sueca. Destruida por el fuego, la ciudad fue reconstruida siguiendo las instrucciones de Carl Engel, arquitecto tudesco que había participado en el desarrollo peterburgués. La plaza senatorial respira aire eslavo Las religiones convivían con naturalidad. Los fineses parecen abordar con naturalidad el pasado. La estatua del zar Alejandro II sigue colocada con naturalidad en medio de la plaza. La catedral luterana se come esta parte de la ciudad, majestuosa y azul. Por dentro, como los templos protestantes, es pobre. A poca distancia, ya en el islote de Katajanokka, la catedral ortodoxa, el mayor templo de esta fe en la Europa occidental, si es que estamos en Europa occidental. Cada uno con su Dios, y Dios con todos. Un par de restaurantes españoles. Pero nosotros no hemos venido a comer gazpacho. Todo es caro. El mercadillo frente al puerto. Almorzamos en Kappeli, hermoso quisco de vidrio y metal ubicado en la Esplanadi (la Santa Clara local), la calle señorial de Helsinki y luego un paseo hasta la estación de tren, obra de Aalto. De camino, el hotel donde se aloja Madonna y unos pocos cientos de fans. Pienso en el Kalevala, tan de mediados del XIX. Cuando había que inventarse naciones porque los Estados ya no soportaban la legitimidad divina. Y pienso también que la ciudad es joven, que hace sol y que hay unos euros en el bolsillo. Y en algún lugar, un viejo carcomido por el gin y la nostalgia volvería a sonreír: merecía la pena.
PS: “En estos pasajes sobre el pueblo (volk), Herder previó al menos tres elementos del nacionalismo romántico. El primero, la idea de que el Volk es dinámico y no estático, un organismo vivo sometido a leyes “naturales” de desarrollo. El segundo, el papel fundamental del idioma en este desarrollo, lo cual alejó a Herder del universalismo de
Ascherson, N.: El mar negro. Cuna de civilización y barbarie. Barcelona, andanzas, 2001. Páginas 242-243.
15.8.09
Segundo día. 5 de agosto (II)
13.8.09
Segundo día. 5 de agosto (I)
Amanecemos pronto. Aquí se hace de día a las tres de la mañana y así no hay quien duerma. En los alrededores de la Casa hay una exposición de arte contemporáneo. Todo es silencio. Paseamos sin apenas hablar. Acaban de izar la bandera finesa.
Desayunamos. Uno ha de ser respetuoso con los lugares que visita, y más cuando come y duerme en ellos. Y una forma como otra cualquiera de ser respetuoso es conocer la historia de los que allí vivieron. La casa los Demidoff. Una familia ilustre. De rancio abolengo: llegaron a prestarle dinero al Zar. Cuando la cosa empezó a ponerse complicada, Aleksander Nikolaevitsch Lopuchin Demidoff compró la casa para que pudiera servir de refugio tanto a su familia como a la familia imperial. Iluso. En el esquema mental de aquellas gentes era inimaginable que esa plaga llamada comunismo actuara como actuó. Jamás les hubieran permitido estar cómodamente exiliados; el comunismo soviético era una ideología totalitaria, ya del siglo XX y no hacía prisioneros, ni siquiera entre su propio pueblo. Los Demidoff pudieron huir. Se refugiaron en Anttola, a menos de trescientos quilómetros de la capital Imperial, ahora rebautizada como Leningrado. En la zona aún se recuerda a la familia, y se recuerda su generosidad en los tiempos duros de la consolidación del naciente Estado finés. De hecho, Aleksander fue compañero y amigo del general Mannerheim, auténtico héroe de la resistencia finesa al comunismo y claro vencedor en la guerra librada para consolidar una cierta democracia en la joven República. Pero a los Demidoff la historia los dio de lado y se acabaron arruinando. La esposa de Alekasander, Natalia Dmitrjevna Demidoff, murió en la indigencia más absoluta en 1956, tras haberse trasladado a vivir de la caridad pública a la cercana Mikkeli. Nunca asumió el cambio que sufrió su familia cuando ella era una joven que había casado con un importante noble de la Corte. Los hijos del matrimonio se dispersaron; y aunque uno de ellos, Nikolai, se quedó en Finlandia, cambió el apellido a sus hijos, que pasaron a llamarse Tammipuu.
Avilés Farré, Juan: La izquierda burguesa y la tragedia de la IIª República. Servicio de Documentación y Publicaciones de
11.8.09
Inicio del viaje (4 de agosto)
PS: "En enero de 1938 […] la clase política [en el gobierno de Burgos] inició una carrera para tratar de situarse, con alguna excepción notable como la del conde de Rodezno […] Interrogado por un ex ministro liberal sobre quiénes ocuparían las diversas carteras en el supuesto de que Don Alfonso XIII recuperase el Trono, Rodezno respondió:
- Pues usted o ese otro señor; cualquiera. Eso es cosa de secretarios.
Su interlocutor, desconcertado, inquirió qué era lo que haría entonces el conde; su respuesta fue antológica:
- Ah, yo pasearé con el Rey y hablaremos de caza.
Citado por Borràs Betriu, Rafael: La guerra de los Planetas. Memorias de un editor. Ediciones B, Barcelona, 2005. Página 535