30.4.11

Memoria de un pueblo que se pierde entre brumas

Es la fiesta de mayo. Aquí se celebra la Virgen del Rosario. Este año, de nuevo, el mayordomo vuelve a ser mi padre. Me acerqué por la Iglesia mientras eran los preparativos a hacer algunas fotos. Hay tres retablos. El posible que de la nave lateral izquierda no sea de aquí y proceda, como tantas otras leyendas, del legendario San Pedro del Villa de Pobladura, el pueblo que desapareció hace cientos de años. El San Pedro que lo preside, con las llaves de la puerta del cielo, es uno de los indicios. El retablo central, con columnas salomónicas, fue restaurado hará unos veinte años. A su lado, San Amaro, otro de los patrones del pueblo. Y la Virgen del Rosario y la Virgen de los Dolores, a la que se encomendaban los curas y los hombres piadosos como Tomás Arias a mediados del siglo XIX.

Arriba del todo, en el retablo central, está la santa que da nombre al pueblo. Apenas se la ve desde abajo, y el hecho además de no ser la patrona la ha ido eclipsando con el paso de los inviernos. Cuando uno se fija bien, se da cuenta de que lleva la palma del martirio bien visible en la mano. Hay dos santas con su nombre, una francesa y una cordobesa y las dos fueron mártires. Una, la franca, lo fue en el siglo VI y la otra, la cristiana mozárabe, del IX. Las dos pudieron haberle dado nombre a este pueblo. Pudo haber sido la francesa, claro, y así lo han pensado eruditos como Manoluá, que siempre han defendido la presencia franca en esta zona desde muy antiguo, borgoñones que trajeron consigo, entre otras cosas, la mostaza como herramienta de trabajo. Pudo haber sido, claro, la cordobesa, porque hay quienes opinan, como yo, que el pueblo fue fundado por refugiados mozárabes que huían de la Córdoba de la alianza de civilizaciones durante el reinado de Alfonso III el Magno. Aquellas santas y vírgenes suicidas, seducidas por San Eulogio. Una muerte horrible. Unos familares que huyen. Al norte, a las tierras de Dios, lejos del horror del islam. Y llegan aquí. Y cerquita de Avitiello, probablemente el núcleo fundacional, deciden fundar un pueblo, al lado de unos que trabajan el cobre y que han fundado otro poblamiento. Y como recuerdan a Colomba, probable familia lejana de alguno de ellos, hermana de la abuela de uno, tía de la abuela de otro, prima lejana de varios, deciden darle su nombre al pueblo que van a habitar.


PS: Fue García Márquez el que no recordó una vez que muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo".

29.4.11

Cortesías

De camino a Valladolid. Se despereza Castilla, la que face los omes e los gasta.
Hoy tocan cortesías.
No dejen de leerlo. No se fijen en lo anecdótico, sino en lo sustancial
Y esta tarde, a la Sanabria.
Son las fiestas de mayo.

28.4.11

Chácharas liberal-conservadoras...

Un par de cenas. La primera, la semana pasada; como no me había ido aún de vacaciones, en compañía de la intelectualidad liberal conservadora de este país. Que la hay. Y no sólo muy brillante, sino poco sectaria. Al mantel, una crema de calabazas con un toque de naranja exquisita. En la tertulia, vidas y vivencias. Un amigo nacido aquí pero que pudo haber nacido en América. Ligado a Colombia por algo más que por amor al conocimiento. Una vida nómada, y fascinante, ligada a cientos de ciudades, y de mundos, es lo que hay cuando tu padre es antropólogo. Otras vidas. Aragonesas. Viajadas también, en este caso por Europa. Conversación durante la cena y durante la sobremesa. El placer de hablar. El gozo de escuchar, de conocer, de argumentar. Nos salió la historia de España, esa cruz para nuestra izquierda, la más iletrada de Europa. Nos salió también el terrorismo. El maldito terrorismo. Roger es un hombre de ideas claras, y bastante más razonable que yo en el tema, pero los dos llegamos a la misma conclusión; en este tema, como en tantos otros, cada vez que le lanzas un argumento a la izquierda esta lo que te devuelve es un adjetivo. No lo pueden evitar. Nos salió la crisis, cómo nos afecta a todos, a cada uno en su ámbito íntimo, personal, concreto: un padre que ha de traspasar un negocio, una mujer con empleos esporádicos, una PyME que lucha por salir adelante. El postre llegó regado con Liberalia Uno. Con tanto palique se nos hizo tardísimo. Era noche cerrada en Madrid. Nos abrazamos. Y nos emplazamos, para eso están los amigos, para un nuevo marrón en el mes de mayo en forma de ciclo cultural.

Las personas que nos rodean dan la medida, en cierta forma, de lo que somos. Porque no nos construimos solos, sino que nos vamos haciendo con retazos, a veces pequeños, a veces enormes, de los posos que los demás dejan en nosotros.


PS: "Poco después, su grado de intimidad [con el Coronel Smith, yerno del presidente Adams] llegó a tal extremo que bebieron juntos (un asunto muy importante para Miranda, que desconfiaba de quienes no se prestaban a ello).

Lucena Giraldo, Manuel: Francisco de Miranda. La aventura de la política. EDAF, Madrid, 2011. Pág. 67

27.4.11

Desgranando La Casa del Barrio

Le hablaba el otro día, desocupado lector, de la vida de los hijos de Isidro y Margarita. Dos de ellos, pasados los años, se acabarían convirtiendo en mis bisabuelos, aunque ni ellos entonces lo sabían ni a estas alturas supongo que les hubiera conmovido mucho. Ya les hablé de Miguel, el pequeño: el abuelo Miguelán del que habla mi padre. Quería hablarles hoy de su hermana Paula, otra de mis bisabuelas. Se casó con Manuel, que venía de otro barrio, casi en el otro extremo del pueblo. Del barrio del Franco. Un barrio esotérico, creado por extranjeros al final mismo del pueblo, aunque esto no pueda decirlo en alto que la gente de allí se me enfada cuando lo cuento. Paula y Manuel se debieron de casar a principios de la década de los noventa. Del siglo XIX, digo. Aquella Sanabria, sin luz eléctrica; pero con el poder estatal en forma de notarios, jueces y maestros sólidamente instalado en la Villa. Sin ferrocarril, pero con el camino que iba de Vigo a Madrid ya plenamente operativo. De casados se vinieron a vivir a la Iglesia. Tuvieron varios hijos, en cuyas vidas se refleja el cambio y los avatares que sufrió España en el siglo XX. Todos, excepto uno, longevos. Altamente longevos.

La hija mayor, Teresa, nació en 1893. Probablemente fue el Cura Pereira el que la llevó al convento. No sé si les he hablado alguna vez del cura Pereria. Toda una institución aquí. Aunque ya nadie lo recuerde. Llegó a montar una Preceptoría. En este pueblo, nada menos. Teresa, digo, fue monja toda su vida. En Vizcaya. La recuerdo lejana, debió de morir en torno a 1980, íbamos a verla con el taxi de mi padre. Cuando los taxis llevaban la cinta roja sobre el fondo negro.

El segundo de sus hijos, Miguel, nació en marzo de 1898. No fue a África. Aquí se casó con una rama menor de los Rodríguez de Medio, la familia poderosa de este pueblo durante siglos. Sus hijos, todos, emigraron. Algunos acabaron en la iglesia. Otros en los negocios. A Miguel lo sortearon y le tocó África, pero en el pueblo había otro Miguel de su quinta, con su apellido, que estaba estudiando para sacerdote. Y los curas no iban a la guerra. Así que aquí todo el mundo disimuló y él se libró de ir, y quizá de morir, en la España africana.

José fue el tercero. De mayo de 1900. Una vida dura. Estuvo en África. Le adelantaron la quinta por el desastre de Anual. Casi tres años allí. Profundamente religioso. Cuando yo era joven me contaba las aventuras que en le tocaron vivir en Larache. Se escondía para rezar el Rosario. Vio morir a varios de su pueblo. Estuvo en Madrid. Pasó hambre. Al servicio de algunos nobles, a finales de los veinte. Decidió volverse al pueblo. Y aquí se casó con su prima, Serafina. Sus dos hijos emigraron, aunque ninguno de los dos se fue nunca del todo. Dos de sus nietos fueron a la Universidad.

El cuarto hijo fue Jesús. Nacido en agosto de 1903. Quizá fuera el más listo. Marchó joven al seminario. Estuvo en Astorga. Se ordenó sacerdote. Aquí, lo he sabido después, tuvo buenos padrinos, que lo ayudaron a prosperar. Pasó a la diócesis de Madrid, a través de los buenos oficios de un general. En el verano de 1936 estaba de párroco en Collado Mediano. Tenía a su madre Paula, ya anciana, con él. Estalló la guerra. Militantes socialistas del pueblo lo sacaron de su casa. Con su madre anciana en la puerta. Fue torturado en alguna checa. Y ejecutado. Probablemente tirado en Paracuellos. Había alguna foto suya por casa, posando en el Lago, a principios de los treinta. También, alguna carta. Estuvo en el Cerro de los Ángeles. Era el padrino de mi padre, quien tomó su nombre de él.

Hubo un quinto niño, Agustín, muerto muy joven del que no queda ya ningún recuerdo.

¿Qué fue de Paula y de Manuel?. Paula, anciana, pasó los años de guerra sola en Collado Mediano. No llegó a volver a Sanabria, y quizá ni a superarlo. En aquel pueblo murió antes de que la maldita guerra de España terminara. Era enero de 1939. Manuel, su marido, vivió algunos años más. Murió en 1959, en este pueblo, el suyo. En el que está enterrado.

Un matrimonio, cuatro hijos. La guerra de África. La maldita guerra civil. La emigración. El taxi. La universidad.

Un mundo en cambio. Aquella España que se transforma, para siempre, entre 1940 y 1970. El mundo que ni Paula ni Manuel alcanzaron a ver.

Y que probablemente no hubieran sido capaces de imaginar.


PS: En su famoso viaje sentimental Lawrence Sterne, uno de los autores predilectos de Miranda, escribió: “No hay cosa en la vida que me desconcierte tanto como tener que decirle a alguien quien soy; me es mucho más fácil presentar a cualquiera que a mí mismo; cuando llega la ocasión, quisiera poder hacerlo en una sola palabra y haber terminado”

Lucena Giraldo, Manuel: Francisco de Miranda. La aventura de la política. EDAF, Madrid, 2011. Págs. 52 y 53

26.4.11

Profundizando en La Casa del Barrio

Era Semana Santa, llovía y estábamos leyendo. En casa. Desde el ventanal del salón se veía el verde de la pradera, tan british, que ha ido forjando mi carácter. Mi padre volvió a hablarme de La Casa del Barrio. La legendaria Casa del Barrio. Todo vino a cuenta de cómo está configurado ahora el barrio de la Iglesia en mi pueblo. Sus abuelos Paula, paterna, y Miguel, materno, eran hermanos, y venían los dos de La Casa del Barrio. Los dos, Paula y Miguel eran hijos de Isidro y Margarita. Mi padre no los conoció, ni a Isidro ni a Margarita. Se debieron de casar en torno a mediados de los años sesenta del siglo XIX. Era la España del ocaso ya de Isabel II, la reina de los tristes destinos, a punto de irse al destierro, y en aquella España dos de mis tatarabuelos se casaban. Es ley de vida. Los dos eran del pueblo. Tuvieron cuatro hijos, dos niños y dos niñas. Isidro, me cuenta mi padre, era tratante, iba a Galicia y bajaba a Castilla igualmente con el ganado. Sé que había muerto ya en 1903 pero no sé mucho más de él. Ni siquiera sé si era él del Barrio o lo era su mujer, Margarita. Sé que sus padres, los de Isidro, eran Manuel y María, que ya habían muerto en 1871. Isidro es mi tatarabuelo, para su padre Manuel el castellano no tiene ni siquiera nombre ya, tan lejano como nos queda.

Se casó, ya digo, con Margarita. Ella también era de este pueblo, el suyo y el mío, y era hija de Miguel San Román y de María Teresa Chimeno. De ellos no sé nada, y quizá ya nunca lo sepa.

De casados, vivían en La Casa del Barrio. Tuvieron, ya digo, cuatro hijos. El mayor debió de nacer en 1866 ó 1867, se llamaba Manuel y aquí todo el mundo lo conocía como el manolón. Casado con Manuela, tuvo cinco hijos. A varios de ellos no sólo los conocí, sino que llegué incluso a tratarlos con asiduidad. A la pequeña de ellos, la tía Margarita, la recuerdo mucho, sonriente, siempre que iba yo a comprar el periódico al Mercado, debió de morir hace dos o tres años. Manuel, el manolón, murió en 1955, aquí, en Santa Colomba.

El segundo de los hijos de Isidro y Margarita fue una niña. Paula, que debió de nacer en torno a 1869. Mi bisabuela. Se casó con Manuel, mi bisabuelo, que venía del Barrio del Franco, ese barrio misterioso que sigue existiendo en mi pueblo. Tuvieron cinco hijos. Ya les iré contando su historia, pero les adelanto que murió, sola, con un hijo desaparecido, en enero de 1939.

Hubo una tercera hija, Micaela, nacida el 21 de julio de 1871, casada con Juan Manuel. Tuvieron cuatro hijos, alguno de los cuáles emparentó también con mi familia años después.

Por fin, el cuarto hijo, Miguel. Miguelán. De abril del setenta y cinco. De la España de la Restauración monárquica. Ya les hablé de él. El hombre que murió ya anciano al caerse de la burra.

No queda ya nada de La Casa del Barrio. Los cuatro hijos se dispersaron por el pueblo. Tuvieron sus familias. Hijos, sobrinos, nietos: muchos de los cuáles ignoran que proceden de La Casa del Barrio. Memorias ya perdidas. El propio barrio que dio nombre a La Casa está ya casi vacío, apenas un par de vecinos en verano. Todas las casas vacías. Ahora que les voy poniendo nombre, las piedras cobran vida de nuevo, al menos para mí. Las cosas son lo que vemos de ellas. Y yo veo sus historias. Paseo por los castaños y me acerco a la Cortina cerrada del Barrio, lo único que mi padre conserva en aquel barrio de la que fue la casa de sus dos abuelos.

Me alejo caminando y vuelvo a casa. Voy dejando a mi espalda el que quizá sea el barrio más antiguo del pueblo. Otro barrio mítico de un pueblo legendario. Un pueblo, cada vez lo tengo más claro, pero sé que no podré probarlo, fundado por cordobeses que llegaron a la Sanabria huyendo del fanatismo hace poco más de mil años.


PS: José Emilio Pacheco escribió: “Consideramos algo natural / La extrañeza del mundo, su misterio. / El castigo y alivio de ser mortales, / El terrible milagro de estar vivos» («La extrañeza», Como la lluvia).

25.4.11

El dandi como antimoderno...

Escribía hace tiempo Laura Freixas un artículo en la Revista de Libros que empezaba así:

"Al preguntarle alguien cuál era su lago escocés favorito, George Bryan Brummell se volvió a su mayordomo: «¿Cuál es mi lago favorito?». «Windermere, señor», apuntó el criado respetuosamente. «Ah, sí, Windermere», bostezó el apodado «bello Brummell». La anécdota (recogida por Scaraffia en su Diccionario del dandi) condensa la actitud del dandi ante la vida: la falta de deseo, la desgana, el desprecio por los gustos del vulgo […]"


No me digan que no es una cita reveladora. Los antimodernos.

La gente a la que llegué a través de Compagnon.

Ideales para compartir ratos y ocios aquí en la Sanabria, después de haber degustado los fantásticos bombones de morcilla del Parador.


PS: Es lunes. Día de Mercado.

24.4.11

Leyendo los periódicos

No soy capaz, habitualmente, de explicar en pocas palabras a mis alumnos porqué no tiene nada que ver comprar la prensa en papel con leerla por Internet. Es una intuición oscura, algo primitiva si quieren, pero la tengo desde que la red llegó a nuestras vidas, en mi caso durante la objeción de conveniencia, allá por finales de los noventa…

Leyendo al azar la magnífica Revista de Libros encontré el discurso. La narración de lo que siempre he querido decir. La comparto con usted, desocupado lector, un Domingo de Resurrección, desde la mi tierra sanabresa. Léala despacio. Y disfrútela. Así sabrá porqué hay que seguir leyendo (y comprando), prensa en papel. Y olvídese de esas bobadas del periodismo ciudadano y tal, tan caras a nuestros progres:

"Un periódico de toda la vida enriquece al lector al informarle de cosas sobre las que el lector no había pedido opinión en absoluto, o cuya existencia directamente ignoraba, pero esa pedagogía muere con el diario digital a la carta, que acabará conteniendo sólo las noticias más vistas (sexo, chismorreos y deporte, básicamente). Ni siquiera sospecharemos lo que estaremos dejando de saber".


Todo el artículo (brillante) de Jorge Bustos, del que está sacada cita, pinchando aquí.

22.4.11

Aquellos 2.300 manfiestos

Aquello fue un hito. Hace ya treinta años. Se ha ido borrando, claro, porque el tiempo lo cura todo. Y porque los que lo redactaron perdieron la partida. Sus tesis fueron derrotadas. Hubo otro mundo. Otra época. Una España que nacía a las libertades y en las que las cosas pudieron haber sido de otra manera. Por ejemplo, en las Comunidades Autónomas en las que se hablaba otra lengua, además del castellano. Lo razonable hubiera sido un bilingüismo integrador, abierto y amable. Pero los nacionalistas no estaban por la labor. Querían una lengua, una patria, una espada. Y el castellano sobraba. Era un atropello con todas las de la ley, pero una derecha acomplejada y una izquierda analfabeta no iban a meterse en líos por denunciarlo.

Algunos dieron un paso adelante. Firmaron un Manifiesto. Y se convirtieron en apestados. A algunos casi les cuesta la vida, lo cuenta bien Jiménez Losantos en sus memorias. Otros tuvieron que irse. Su planteamiento era el bueno, aunque algunos hayan tardado décadas en verlo. La libertad que hay que garantizar es la de las personas, no la de las lenguas ni la de las patrias. El derecho a hablar lo que cada uno quiera. Asumiendo que las lenguas son herramientas, y que pueden dejar de ser útiles en algún momento. Y no pasa nada. Es la vida. Lo vemos ahora, tantos años y tanto dinero después. Cataluña nunca será un país monolingüe en catalán. Ya no. Ahí los nacionalistas llegan tarde, como llegó tarde el General Franco para reconducir la situación a un castellano monolingüe en toda España.

En Cataluña, en fin, la gente más lúcida se fue yendo. Las batallas por la patria son batallas que sólo gana la melancolía, por eso no es bueno darlas.


PS: "Los precursores están condenados a la anacronía, a vivir en un tiempo que corresponde a sus ideas y designios, porque se le han adelantado como Moisés, arquetipo de los precursores, hasta quedar fuera de él".

Lucena Giraldo, Manuel: Francisco de Miranda. La aventura de la política. EDAF, Madrid, 2011. Página 17

21.4.11

Cine español, del bueno y del malo

Fuimos a ver, claro, Torrente 4. Mejor que la tres, aunque sin llegar al nivel de la primera. Hay algo en José Luis Torrente que lo convierte en único en el panorama español: ese humor que parte de ridiculizarse a uno mismo. Una cosa tan presente en el mundo anglosajón que en España usamos poco. Aquí el humor siempre es soso o políticamente correcto, no hay más que ver a Wyoming haciendo chistes sobre Bush. Hasta que alguien saca al policía fascista y machista. Hay que tener sentido del humor para entender y disfrutar sus películas, una cosa de la que adolecen, por cierto, los progres en general y nuestra socialdemocracia en particular. Algunos de los gags son especialmente memorables. Vayan a verla, que tiene su miga.

Por cierto que unos días antes y como me dolía la muela y la tenía por casa me puse a ver Mentiras y Gordas, una que decía la carátula que había sido muy taquillera lo cual, siendo cine español, es ya noticia de por sí…Además, me daba morbo saber que la guionista era la ministra de la ceja, la tal Sinde, hice por verla tumbadaco en el sofá.

La peli es floja, lo único que se salva es la música, que está bien trenzada, pero el resto es pura basura sobre juventud descontrolada y postmoderna. La veía y me acordaba de cuando, con quince años o así, los adultos me decían que cuidado con la noche que hay mucho vicio, joder, y yo me hartaba a salir por Sanabria y por Madrid y nada, pero nada de nada. Ni drogas, ni alcohol, ni desde luego sexo. Así que no sé dónde está esa juventud de la peli que está todo el día drogándose, bailando y metiendo. Será que estas cosas pasan en el levante y que no habían llegado, aún, a la mi tierra sanabresa.

Una peli floja y bastante prescindible. Floja digo, pero no por española, sino por mala. No hay color entre esta y Torrente…

20.4.11

Gente de otra pasta: Manolito

Debíamos estar en 1996 ó 1997. Llegó una carta. Fíjese lector, que me acuerdo de tenerla en mis manos. Es del primo de Francia, del de tía Adoración me dijo mi madre casi sin darse ni cuenta. La abrí, aunque iba para ella. Estas cosas que sólo se hacen en casa Ahí nació una amistad. Inverosímil, como muchas de las mías. Una historia fascinante. Manolito nació en 1945. Sanabrés. Ahí están enterrados mis muertos, me dijo un día, saliendo de la Iglesia en Cervantes, debía de estarse acabando el verano, porque hacía ya frío. Por eso sé que soy de aquí, me dijo con sus ojos azules y su voz de hombre bueno. Un heterodoxo. Marchó a Francia huyendo de muchas cosas, en los años sesenta, pero una parte de su corazón quedó para siempre en la Sanabria. En la casa del abuelo Pedro, que su madre heredó.

Nos hicimos amigos, digo. Durante varios años volvió por la Sanabria largas temporadas. Aún vivía la tía Adoración. Aquella legendaria arroz con liebre. Como me gustaba la historia iba mucho por allí a verlo. Y hablábamos de la familia. Él ya tenía hecho el árbol genealógico de de todos nosotros. Y me puso sobre varias pistas. Sobre la pista de El Perdíu y su trágico final, por ejemplo. Conservó hasta el final el mirador del abuelo Pedro. La fragua. Un día me regaló una plancha hecha por mi bisabuelo. Ampliamos el radio de nuestra amistad. También a Madrid. Y también la temática, de la familia a la Sanabria, de la Sanabria a la vida. Vivía con Philip allá en el país del Loira. Llegaron las desgracias, porque la felicidad se va como una banda de pájaros tras un disparo que aún retumba en el aire cuando ya te has quedado solo. La enfermedad. La muerte. Las muertes. Se fue tía Adoración. Se marchó Philip. Hace mucho que no viene. Mucho. Demasiado. El tiempo pasa. Ahora nos hablamos por skype y lo he enganchado al facebook, donde me dinamiza ese extraño grupo de descendientes de Pedro de Barrio que hemos formado un equipo y nos dedicamos a colgarnos fotos de hace sesenta años para irnos poniendo cara, con tantos años de retraso. Trabajas demasiado, me dice siempre que hablamos. Sé que no tiene razón, porque lo que hago es lo que me enseñaron. Ojalá supiera o pudiera vivir sin dar ni palo al agua.

No consigo enfadarme con él, aunque a veces me dan ganas cuando me cuenta lo poco que se cuida. Hablamos mucho. De nuestra tierra. Que abrazo me dio cuando ella se fue, un abrazo en la distancia, pero tan hondo…

Y qué ganas tengo de darle otro abrazo a la puerta de su casa, que también fue la mía, y darme un paseo con él por el sierro hasta Zirbaaantes. Este mismo Cervantes por el que paseo, una tarde como hoy de abril, gris sanabrés, buscando respuestas a preguntas que quizá nunca debí de haberme planteado.

19.4.11

De rutas por Castilla

Ruta sentimental por Castilla ("la que face a los ommes e los gasta", como le dijo, yo lo oí, antes de morir el traidor Alfonso Fernández Coronel a Juan Alonso de Alburquerque) antes de irme de no vacaciones, ahora que vuelvo a Madrid en tren. Fui a Salamanca, la tierra que he acabado descubriendo de mayor, porque nunca tuve novia allí. Una ciudad de recuerdos ásperos, de agobio en domingo que sólo el amigo Jorge ha sido capaz de enseñarme de otra manera.

Volví a Burgos. Porque a Burgos hace muchos años que no voy, siempre vuelvo. Al Hospital del Rey. Ahí, provocando. Ya no queda nadie. Oskarnello se fue a Madrid, Antuán se largó al sur, harto del a mediocridad en provincias. No queda nadie ya que recuerde aquella nieve frente a la catedral, con el tal Piernas perdido y mi decano, siempre mi decano, ofreciéndose a sacarme el coche del garaje. Ahí nos imaginábamos Hornuez y yo hace quince años, dando clase y ejerciendo de burguesía intelectual. Cerquita de las Huelgas. Camino jacobeo.

Fui a Pucela, también. Aunque ya me voy situando, las ciudades con río me siguen perdiendo, y mucho, pero ya soy capaz de irle añadiendo cosas mías. Aquí se me quedaron ya cosas pendientes este enero, pero es lo que tiene estar en misa y repicando. En fin, si son de ley volverán, como en el mus. Acabé en León, siempre León. Mis Nocheviejas, mis butanos, mi barrio Húmedo. San Isidoro, la basílica a la que no conoces.

La nueva ciudad. Desde luego, no sé cómo hay en la ciudad del Bernesga gente que vote al pepé. Yo aquí votaría a zetapé hasta el final. Hay que ver la cantidad de dinero de todos que el tío ha metido aquí. En la lógica del cacique. Que me recuerden en mi pueblo. La nueva estación de tren. Los centros públicos, INTECO, ESTRADA. El fantasmagórico aeropuerto. Dinero de todos, dinero de nadie.

Nadie nunca le pedirá cuentas a este paleto de lo que ha gastado en su pueblo. Pero a cambio aquí espero que le hagan una estatua. Desde luego, el tío lo merece.


PS: Además, como escribe el poeta polaco Adam Zagajewski: “En ciudades extrañas / contemplamos las obras de viejos maestros / y, sin asombro, en añejos cuadros vemos / nuestros propios rostros. Habíamos existido / antes, e incluso conocíamos el sufrimiento, / nos faltaban tan sólo las palabras…”

Molina, Cesar Antonio: Lugares donde se calma el dolor. Barcelona, Destino, 2009. Página 475

18.4.11

Los políticos como casta y su formación como carencia...

¿Cómo va a valorar su formación un político si no es una persona culta? Voy conociendo cada vez a más políticos y aunque ya no me asombro por casi nada, me sigue dejando fascinado lo poco cultos que son. Lo poco que les importa conocer y saber. Casi todos son universitarios. Y funcionarios. Pero no saben nada de nada. Aprobaron alguna oposición. Memorizando. Y ahí se quedaron. Gente que ve el puesto de trabajo como un punto de llegada y no como un punto de partida. No leen la prensa. Jamás tendrán un Ipad si no es para ver películas robadas (gente que gana cuatro mil al mes, lo he visto…). No es que no lean ensayos, es que no saben ni lo que es. Si me apuran, no leen siquiera papelillos, si los sacas de las bobadas de Susana Tamaro o la cosa esa del tiempo entre no sé dónde.

Y esta gente, digo, gente que no lee, que no sabe, que son lo que Gómez de Liaño llamaba analfabetos funcionales, gestiona mi dinero, desocupado lector, lo cual me preocupa.

Y el suyo, lo cual debería preocuparle…


PS: "Resalta la relación que Miranda estableció con sus libros, que podríamos calificar como carnal, hasta tal punto que en episodios dramáticos de su vida pareció lo único cuya suerte le preocupaba".

Lucena Giraldo, Manuel: Francisco de Miranda. La aventura de la política. EDAF, Madrid, 2011. Página 22

17.4.11

Historias sobre los secretos que habitan en el corazón

Acabé La mecánica del corazón. Una fábula. Crecer es que empieces a notar algo raro en el corazón cuando de repente ves a una persona. Conocer la perfección, me dijo ella una tarde de finales de invierno, y Lisboa resplandecía. Un niño que nace. Un reloj en el corazón. Adolescente. Esa niña. El amor. Sin tiempo, sin distancia. De Escocia a Granada. Viajes, idas y vueltas. Aquel mundo bobo, finisecular, antes de La Gran Guerra, cuando todos pensábamos, sí, yo también, que se habían acabado las guerras. Un libro que uno imagina con una estética de Tim Burton. Óxidos. Esparadrapos. Un reloj de cuco. Un circo como los que yo veía en El Mercado, hace tantos años ya, en las fiestas de Pascua, con el tren de la bruja, y cógele la escoba que tienes un viaje gratis. Almas gemelas a las que no es capaz de separar ni la distancia, ni un gigantón que se interpone entre ambos. Ni que ninguno de los dos tenga, en el fondo, colmillo para algunas cosas. Una separación sobre la base de unos equívocos que los protagonistas buscan remediar.

Pero no le cuento más, desocupado lector. Ahí le espera la obra.

PS: En Madrid aún, como los obreros.

16.4.11

Los taxis de la emigración

Volví de Castilla. Era tarde y me pasé por la oficina. Había que terminar una oferta y dejar encarrilada otra. Eran casi las once cuando salí para casa. Cogí un taxi, que no iba yo para cargar con peso a estas alturas. El acento lo delató. ¿Porteño? Le pregunto. . Nos pasamos el viaje enero charlando. Unos cuarenta y cinco. Vino a España hace siete años. Un mes después llegaron los chicos. Allí no había futuro, me dice. Los niños tienen ahora quince y once. Para ellos Argentina ya no es nada más que un recuerdo. La gente roba, me dice. Qué cómo veo la crisis, me pregunta. Estamos en Europa, y somos demasiado grandes para caer, espero. Allí estábamos en el cono sur y no nos salvó nadie. La macroeconomía, la microeconomía, nos ponemos filosóficos. Es asalariado del taxi. Le cuento de mi padre. Seguimos sin tutearnos, como hacen las personas educadas que acaban de conocerse. Que qué opino de la regulación de la jornada. Me parece un horror le digo, las regulaciones no arreglan nada, y el taxi es un sector para currantes, para gente que tenga ganas de salir adelante en la vida. El que tenga ganas de trabajar ocho horas e irse a su casa, que se meta a conductor de autobús, El que tenga alma de funcionario que se meta a chofer de un Ayuntamiento.

El taxi es un sector para la épica, para emigrantes recién llegados, con ganas de integrar a sus hijos en la clase media de la sociedad que los recibe. Polacos en Nueva York, como aquella vez, haitianos en la Florida, como aquella otra, zamoranos en Madrid, como los nuestros.

Llegamos a casa. Le pago, nos damos la mano, como los señores, y me bajo. Se aleja, con su licencia.

El taxi, ese mundo tan lejano pese a haber crecido con él. Ese mundo que, ahora sí lo creo, ya no volverá a ser el mío…

15.4.11

Escrito hace más de un mes (y colgado volviendo de León)

Volvía hacia casa. Volvía paseando porque había quedado pero se había cancelado todo a última hora. Volvía paseando. Cuando pasé Manuel Becerra me acordé. Es por Francisco Navacerrada. Me acerqué a la tienda. Pregunté por ella. Estaba.

Qué tal, cómo estás. Bien, mejor ya, la semana que viene hará un año de la operación. Un cáncer. El maldito cáncer. Todo bien, lo voy superando, ahora en mi casa hay más alegría, los niños lo han tomado muy bien, jugábamos con ellos para superarlo. Ahora en casa sólo hay fruta y verdura. No puedo comer nada con hormonas. Estamos un rato charlando. Entré queriendo irme pronto a casa, pero ahora no me apetecía irme. Ver la cara de alguien que ha sufrido el zarpazo de la enfermedad pero que ha evitado el golpe último. Sus ojos son grandes, entra gente en la tienda, los atiende, claro. Seguimos charlando, de la Sanabria, del frío, de la matanza de diciembre, de su Perú natal, y qué tal tu chica, cómo está de lo suyo, le aclaro que ya no lo es, si es que alguna vez lo fue. Nos vamos despidiendo, ya ha terminado de caer la tarde en Madrid. Entré a la tienda encabronado, sumido en mis propias miserias; es lo que tiene pasar cerca del marqués de Mondejar. Salgo de mejor humor. Ver las cosas en perspectiva. Subo por Cartagena. Olvidando que otra vez he vuelto a no ir al Prado.

14.4.11

De la política como una profesión reservada...

Volvíamos de Salamanca. La pregunta de siempre. Y tú, ¿Por qué no te has dedicado a la política? Cada vez me es más complejo responder. Quizá cierta repugnancia ética. Quizá cierta cobardía. Quizá haber coincidido en la vida con la gente equivocada y haber llegado, ay, tarde a la gente correcta. Respondí con evasivas pero me puse a pensar. Por ejemplo, en los cuatro candidatos con posibilidades de ser alcaldes a la ciudad del Romancero. A la ciudad que todos llevamos dentro. La Zamora que duerme junto al río duradero, como escribió Claudio Rodríguez. Todos hablan de la importancia de la empresa, de la importancia del emprendimiento. Es un discurso aprendido. Que alguien les ha sugerido desde fuera. Los cuatro parecen buena gente, pero miro sus currículos: Mateos es catedrático de Instituto. Funcionario. Laura, de IU es maestra. Funcionaria. Manuel Fuentes es profesor de educación secundaria. Funcionario. Rosa Valdeón es inspector médico de la Seguridad Social. Funcionaria

Es sólo una muestra y ya entiendo que no es representativa, pero qué quieren que les diga. Me parece muy sintomática de esa forma española de hacer política reservada a los funcionarios. A la gente que tiene trabajo de por vida y que sabe que puede volver a él cuando pueda. A gente que nunca ha creado una empresa y que, probablemente, nunca la creará. A la gente que no sabe lo que es pedir un crédito arriesgando el propio patrimonio. A la gente que no sabe lo que es la angustia de que llegue el día 25 y no haya dinero en la caja para pagar las nóminas porque dos clientes se han retrasado en el pago.

Esta es la gente que hace política aquí. Son apenas el 10% de la población, pero están sobrerrepresenados en el ámbito público. ¿A nadie le llama la atención todo esto?


PS: Por cierto, me corrigen mis amigos de La Casa que el acto de presentación del PSOE es hoy, no ayer. Disculpen el error...


PD: Hay que estar mal de la cabeza para celebrar algo un día como hoy. Sinceramente. Viva la monarquía constitucional

13.4.11

Elogio de lo pequeño, en La Casa, claro

Va mediado ya el ciclo de rendición de cuentas en democracia que mis amigos de la Zamorako Etxea en Madrid organizan, como en cada comicio, para dar ejemplo y medida de lo que es la sociedad civil en realidad. Vino ADEIZA, un partido independiente, intelectual y pequeño burgués. Un partido hecho a la medida de su candidato, el profesor Mateos. Quizá el mejor orador de la provincia. Un hombre de hechuras decimonónicas. Funcionario. Explicando estos cuatro años, en los que ha estado pero sin estar. Y avanzando propuestas. Hay algo, mucho, de soluciones arbitristas, tan caras a nuestros funcionarios y a nuestros intelectuales. Y hay mucho de pedirle a un Ayuntamiento cosas que no puede hacer. Y planteamientos en infinitivo (potenciar, mejorar…) que son la cosa menos operativa que un político puede plantear…

Vino también la gente de la Izquierda Unida de Zamora. Laura y Paco Molina. Tono profesoral, críticas razonables. Se va quedando sin parques la ciudad. Todo son pérgolas y cemento. Pobre ciudad, sin verde, sin tierra para jugar, sin sombra de árboles. Propuestas algo descabelladas, pero gente razonable que, en otro entorno, serían simplemente socialdemócratas. Quizá la gente más ética de la ciudad, y por eso los sondeos no los castigan. Luego en los vinos, alguien comentaba el parecido entre la entidad que organizaba y la IU zamorana: poca gente pero muy combativa.

Hoy viene la gente del PSOE. Tienen una guerra intestina entre familias, como pasa en todos los partidos. A las 20.30 en la sede de las Tres Cruces. No dejen de acercarse. Es el modelo virtuoso de la ciudadanía: acceder al político y pedirle cuentas de lo que hace.



PS: seis años ya. Estaba yo en Mérida. Cómo hemos cambiado, y cómo pasa el tiempo


12.4.11

Una de guerra

Se sienta uno a ver cine en casa. Legal, por supuesto. Una película que fue la sorpresa en los Oscar del pasado año. La guerra de Iraq, la maldita guerra de Iraq. Una guerra desarrollada en tierra hostil. Los estrategas norteamericanos que diseñaron la invasión no habían visto La batalla de Argel (aquella a la que llegué, como a tantos sitios, a través de una canción de Kortatu), de Pontecorvo. Ni conocían la historia de la Guerra de España. O, como decía el clásico, que con las bayonetas se puede hacer de todo, excepto sentarse encima de ellas. Porque invadir un país es una cosa, y ocuparlo y gestionarlo, otra muy distinta.

La peli es muy buena y refleja lo que debió de ser aquello. Guerras sucias, muy sucias. Bombas en los caminos. Niños suicidas. Terroristas vestidos de civiles. Una unidad de artificieros del ejército mayoritario de la Coalición. El olor de la guerra. El carácter embriagador de la violencia, tan adictiva para algunos perfiles. Cómo encontrar un sentido a la vida en la pura descarga de adrenalina. Un soldado con miedo. Claro, cómo no sentir miedo en una guerra. Otro soldado que entiende que la mejor misión es la que acaba con todos sus hombres de vuelta. Y un jefe que se enfrenta a cada misión como un reto personal. Y el calor. Y esos hombres que cuando no quieren entenderte sólo te hablan en árabe, las miradas esquivas. Un hombre con un móvil en la mano ya es sospechoso. La deshidratación. Las cabras. Perderte en el desierto. Los contratistas que buscan hacerse ricos con la guerra. Las carreteras destrozadas. La población civil, atrapada en la locura. Morir por su Dios. Matar por el tuyo.

Es una buena película, de las que te mantienen pegado a la silla, mirando fijamente los cables del detonador mientras esperas que esta misión salga bien y que llegue el día de rotación con todos ellos sanos y salvos.

Buen cine bélico.


PS: vuelve a dolerme la espalda, ¿por qué?

11.4.11

Sonrisas...

Hay sonrisas. No sé si es gente de otra pasta, pero sonríe. La veo muy poco, casi una vez al quinquenio, más o menos, y casi siempre por mediación de mi amiga Snows. Almorzamos hace poco. Está en esa edad, frisando los cincuenta, en la que uno asume que la vida no era de plastilina (qué feliz me hizo aquel cambio de la “e” por la “i”) sino de acero. Y que corta, como el cristal. Y que mancha, como el barro. Pero ella nunca deja de sonreír. Un divorcio. Una hija adolescente. Y un cáncer, hace unos años. El cáncer, esa espada de Damocles que nunca termina de irse del todo. Pero ella sonríe. Y es optimista ante la vida. Me senté al almuerzo con mis pequeñas miserias rondándome la cabeza: “este cabrón no me habla, ella no me llama…” y su conversación me fue centrando. En las cosas que importan. En la necesidad de disfrutar cada día, cada instante, cada persona. Nada de esto se repetirá. Nunca. Y cuando alguien lo lea dentro de muchos años no entenderá que esto está escrito precisamente un día como hoy, un día que ya no volverá a repetirse. Tomamos café, quedamos en volver a vernos. Lo haremos, vía Snows, claro, porque hay personas que se hacen apreciar y esas son a las que uno no quiere perder de vista.


PS: Claudio Rodríguez escribió: “El tiempo está entre tus manos: / tócalo, tócalo. / Ahora anochece […]”


PS: En Salamanca todo el día

9.4.11

Memoria de cuando las fronteras eran móviles (y II)

Llegó la guerra, decía. Pero las cosas no volvieron a ser como antes. Algunos lugares rayanos, como Hermisende, como La Tejera, como San Ciprián, se mantuvieron fieles a la Monarquía Católica frente a ese Estado títere que estaba levantando Inglaterra al oeste de la península. No fueron los únicos, en realidad, pasó en más pueblos de la Raya. Aquí siempre fue difícil trazar fronteras. Tanto lo fue, que hasta mediado el XIX, algunos pueblos tenían doble nacionalidad de hecho, en lo que se sigue llamando el Coto Mixto en la actual provincia de Orense. Y es posible, pero eso no lo sé seguro, que fruto de aquel conflicto algunos pueblos quedaran literalmente partidos por la mitad, como fue nuestro Río de Honor.

Nadie conoce ya estos pueblos, como nadie recuerda su historia. Aun hoy pueden visitarse y puede uno ver lo que es una frontera. Pobreza. Miseria. Funcionarios vigilando que la gente no comercie. Burocracia frente a la vida. En la Tejera acaba la carretera, tengo aún el recuerdo de una tarde ya otoñal de agosto, con la luz del oeste cayendo sobre el valle. En Hermisende ya sólo hay castaños. En San Ciprián, quizá ni la casa con el santo que la hizo famosa. La Raya es pobre, y cuando uno viene de allí aprende a desconfiar de las fronteras.

Repaso y veo que hace un año estaba yo este finde, cenital en todos los aspectos, al otro lado de la Raya. Predicando. Y no puedo dejar de recordar, precisamente un finde como este, la cita con la que cerraba aquel post, en palabras de Grossman, tan vigentes hoy como hace un años Vivir significa ser un hombre libre [porque] no todo lo real es racional.


PS: hoy he visto, por vez primera, a una mujer con nicab. Yo iba de la mano con Elicia y estábamos en un supermercado. Impresiona. Y acojona. Y entristece. La identidad como una cárcel.

8.4.11

Memoria de cuando las fronteras eran móviles (I)

Era, (fue), otro tiempo. No había fronteras en el sentido moderno del término y el mundo era tan reciente que, hubiera escrito García Márquez, a las cosas había que señalarlas con el dedo para nombrarlas.

En una tierra como la nuestra, además, la frontera era móvil. Y volante. Las tierras de la Sanabria o las tierras de la Braganza. Nosotros le decíamos, y aún mi tía lo repite, Berganza. Eran las fronteras de zona. Siglos después llegaron de lejos a trazarlas con exactitud: ese árbol mío, ese río tuyo, pero durante mucho tiempo no fue así. No podía serlo...

A mediados del XIV, con la independencia borgoñona del condado Portucalense sólidamente asentada, el rey Alfonso IV de Portugal intentó poner fin a este sindios. Llegaron tenentes del rey. Esto es mío y esto otro es de mi primo el rey de castilla. Casado además con una hija del rey castellano, e hijo asimismo de una princesa aragonesa, urgía poner orden y dejar claras las cosas, para saber a quien se le podía exigir lealtad y dinero y a quien no…

La frontera se trazó. Y aquellos pueblos que había los ubicaron en uno u otro lado. Alguien dijo que San Ciprián, la Tejera y Hermsidende eran del rey portugués. Y así se hizo. En el pueblo aún la gente lo recuerda. “Aquí fuimos portugueses”, me decían en un bar hace ya casi veinte años, cuando yo iba descubriendo la mi comarca en compañía, dónde andarán, de Roque Barciela, mi cuñado Toño y a veces incluso el mile.

Fueron portugueses. Pero en aquellos tiempos, aún lo recuerdo, ser portugués no era nada. Como ser castellano, o aragonés. Y no digamos nada vasco o catalán. Uno era súbdito de su Rey, y ya está; mi la lengua importaba, ni el espacio ni el tiempo.

Pasaron los años. Las décadas. Y aquellos tres pueblecitos de la Alta Sanabria eran, qué cosas, portugueses. Tras las Cortes de Tomar, el Rey Prudente consiguió unir los reinos de la península en la Hispania soñada por Hernando de Acuña y por tantos otros: un monarca, un imperio y una espada.

Así que aquí volvió a no haber frontera. Hasta que, ya lo contamos aquí, un montón de nobles resentidos se rebelaron contra su Rey, en un época en la que hacerlo era como desafiar a dios. La noticia de la revuelta del inepto Juan de Braganza tardó casi dos semanas en llegar a la zona. Casi todo el concejo de Braganza y su tierra se sumaron. Dios lo remedie y convierta a la cristiandad, dejo escrito el Doctor Melchor Puig, un médico que se encontraba en la ciudad portuguesa aquel día. Era la crisis del barroco, aunque entonces no nos dábamos ni cuenta. Pero no todos se sumaron. Algunos pueblos permanecieron fieles a su Rey, que era lo forma, pensaban, de seguir fieles a su Dios. Quizá nunca sepamos porqué, pero me gustar recordar y pensar que fue porque sabían lo que estaba en juego. No les importaba el idioma. Quizá sólo intuían que es mejor tener lejos al poder central. Y mejor un monarca en Madrid que uno el Lisboa. Mejor pasar desapercibido en un Imperio grande que en un Imperio medio. Qué más da quién mande si nadie nos hará nunca caso.

Y llegó la guerra...


PS: “Ayer aparecieron dos soldados a caballo, llegaron a la casa del consistorio y mandaron llamar al Juez y regidores, y leídas las provisiones que traían, salieron todos con ¡Viva el Rey D. Juan Cuarto de Portugal!. Y tocaron las campanas de la ciudad y echaron pregones con pena de muerte para que todos pusiesen luminarias. Esto pasa en este Reino. Dios lo remedie y convierta a la Cristiandad” (carta del doctor Melchor Puig, vecino de Braganza, al Marqués de Oropesa. Fechada en Braganza el 17 de diciembre de 1640

7.4.11

Cine independiente (I always felt...)

Estuve viendo Juno. Ya me quedé con ganas en el cine de verla. Me hace gracia el cine alternativo, para dos o tres pelis al año, pero me hace gracia. Así que la compré el otro día como regalo a mí mismo, como si uno fuera Whitman. Una adolescente muy bien interpretada. Un embarazo no deseado. El primer polvo con el novio de instituto. Ganas de tener el hijo, pero de darlo en adopción. Los destinatarios, una pareja perfecta. Pero de cerca, lo tengo claro, nadie es normal. Problemas, confusiones porque entre hombres y mujeres las cosas nunca son muy claras del todo. Personajes sólidos y muy bien construidos. Esto en España hubiera sido un payasada tipo la juani, pero en otro lugares son capaces de construir historias potentes con materiales sensibles. La adolescencia, lejana ya, hecha cine. Buen paisaje, bueno fondo, en esa Norteamérica tan profunda por lo que todos hemos paseado alguna vez, bien en series, bien en cine, bien en persona.



PS: siguen los faustos por el cumple, el viernes un libro sobre Mad Men (I always felt that We met so that both of our lives could be better) by Tino Batera, y el sábado el Asturias, de Esparza, vía Chisum. Es un placer tener amigos.

5.4.11

El primer iberoamericano universal (y III)

Cierro por ahora el ciclo, pero sigo pensando en el tema de la mano del profesor Lucena. La estructura de la América española era una estructura muy del gusto de los Austrias: pactos y autogobierno. El reformismo borbónico en el XVIII intentó modernizarlo. Salió mal. Pero las cosas nunca estuvieron tan claras como vemos ahora, cuando abrimos los libros. A finales del XVIII la Monarquía se había rehecho y el Caribe volvía a ser un mar español. El precipitante final, como en otras cosas, fue la brutal invasión y posterior ocupación francesa, tan saludada aún por nuestra progresía. Una parte de la España americana decidió volar en solitario. No toda, ni mucho menos. La España europea no tenía tanto ejército como para sostener la legitimidad realista durante casi veinte años a miles de quilómetros. Por eso, aquella fue una guerra librada entre realistas americanos e independentistas americanos. Hubo muchos más españoles peninsulares defendiendo la soberanía en Cuba un siglo después que frenando las revueltas a principios del XIX. Porque hubo muchas opciones, y no todas eran independentistas. Ni todos los criollos lo fueron. Como no lo fueron apenas los pardos y gentes de color. Es verdad que todo acabó como acabó, y que Ayacucho marca, en cierto sentido, el final de un mundo. Pero las cosas, como siempre en la historia, pudieron haber sido de otra manera. Y los estudios que el profesor Lucena está llevando a cabo sobre el tema aportan mucha luz, tal y como ya tratamos aquí hace meses.


PS: “A quienes edificaban una mitología republicana con elementos criollistas que todo lo explicaba sobre la base del despotismo peninsular, real o supuesto, no les convenía recordar, por ejemplo, que el libertador de Argentina, José de San Martín, había sido un destacado oficial del ejército español en Bailén; que el prócer chileno José Miguel Carrera empezó su carrera militar luchando contra Napoleón en la Península y logró el grado de capitán; o que el admirable mulato José Prudencio Padilla, fusilado además en pleno gobierno de Bolívar (1828) por supuesto conspirador, había peleado en Trafalgar con la Real Armada, y pasado luego tres años prisionero de los británicos por servir a la Monarquía borbónica

Lucena Giraldo, M.: Naciones de rebeldes. Las revoluciones de independencia latinoamericanas. Taurus, Madrid, 2010. Página 76