“Los
bisabuelos son personajes lejanos; no hay una persona de cada mil que esté en
condiciones de decir cómo se llamaban los suyos. Y, sin embargo, sus caminos
condujeron a los nuestros y, en lo que a mí se refiere, no puede dejarme
indiferente el hecho de que fue Tanus el primero que “me” dejó una señal
escrita de su paso por este mundo, escrita con torpe mano, lo admito, pero el
gesto es por ello más dolorosamente enternecedor”
Debo
de ser un tío raro. Hace años que me sé sus nombres. Y hasta podría dibujarles
el carácter. El bueno de Miguelán, siempre con una peseta para sus nietos; el tío Pedro Barrios, maldito seas, siempre, cómo lo dejé
escapar. Manuel, el coscas, el del ti Torero, en aquel barrio refugio
de judíos. Y Antonio, quizá mala
persona, quizá maltratador, aunque nunca he querido juzgarlo.
También
ellas. Aquella Micaela muerta con sus tres niñas pequeñas en la pavorosa España
rural de principios del XX. Aquella Manuela, la que sí se caso con Pedro, con
aquella hermana en la Argentina; Paula, muerta de pena en la España de 1939,
tras haber visto a un hijo asesinado en el horror de una guerra… y Dolores, la
Dolores muerta en 1953 y que era hija de una de las mujeres más inteligentes de
San Justo.
De
aquellos ocho caminos vengo.
Aunque
no tenga claro dónde voy…