1.12.12

Una o dos veces al año...

Madrugar el sábado. Enfilar la A42 y orillar la Puerta de Bisagra para aparcar bajo el remonte. Un abrazo. Y comenzar a andar.
Hay pocas cosas más hermosas en la vida que pasear por una ciudad mágica de la mano de un guía sabio.

Vuelvo a Toledo dos veces al año a patearme esta ciudad de leyenda con mis amigos mientras Jesús nos la muestra. En cada viaje descubrimos una ciudad: la Toledo visigoda, la Toledo judía, la Toledo mozárabe... Hoy toca la ciudad renacentista, la ciudad rebelde sobre la que el César Carlos, que Dios lo haya perdonado, plantó su escudo imperial como una cadena. 

Pero no vengo solo por la ciudad, no. Vengo porque Jesús es mi amigo y a los amigos me gusta tenerlos cerca. En épocas de tribulación, es cuando uno necesita sentir el aliento de los suyos. Es lo que más valora y quizá lo único que necesita. El tiempo va pasando y algún día nos alejará de los nuestros. Para siempre. Así que sábados como hoy son nomás que una excusa como otra cualquiera para tener  cerca a las personas que, compartiendo con nosotros lo más preciado que tienen, su tiempo, nos han ayuda a ser lo que somos...

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