Hay mañanas memorables. Mañanas en las que el tiempo se detiene. Me acerqué a ver la exposición sobre la villa de los papiros en La Casa del Lector, con el valor y el privilegio añadido de hacerlo de la mano de Antonio Basanta. Un recorrido maravilloso por la única biblioteca de la antigüedad clásica que ha llegado hasta nuestros días. Un biblioteca, por cierto, epicúrea. Acabé con la boca abierta. La cantidad de matices que uno observa no sólo en una exposición, sino en un simple edificio, cuando un sabio habla. Empezamos por el propio Matadero, arquitectura de la muerte, y seguimos dentro con la exposición. Cuántos matices. Cuántos detalles. Un mundo desaparecido. Un mundo construido sólo para el deleite, tan epicúreo, de la lectura. Y varias conclusiones. La más clara, que somos Nueva Roma, tal y como se lo escuché a Ramón Cotarelo hace ya casi veinte años, y sigo pensando que tiene razón. Aquel mundo es el nuestro, evolucionado, pero es el nuestro. También, que gracias al empuje del rey Carlos, nuestro tercero, la humanidad tiene acceso a los tesoros que suponen Pompeya y Herculano. Y varios matices para reflexionar: no es casual que dispongamos los textos en los libros en forma de columnas. Como no lo es que los niños dejaran la bulla cuando aprendían a leer, porque eso era lo que los sacaba de la infancia. Como no lo es, lo apuntó Bastanta con ironía, que los políticos prefieran votantes a e-lectores.
Esto son mañanas bien empleadas. Lo demás es todo espuma...
Esto son mañanas bien empleadas. Lo demás es todo espuma...