Acabé la vida de Steve Jobs. La insistencia de James me llevó a hacerme con ella. Es un libro fantástico. Hay que saber escribir bien para poder llevar a cabo una biografía, e Isaacson, el autor, es muy bueno. Con la excusa de la vida de Jobs asistimos, en realidad a los cambios que configuraron el final del XX y lo que llevamos de siglo. De qué manera los ordenadores entraron a formar parte de nuestras vidas. Cómo transcurrió el proceso que nos lleva de un Spectrum a un Ipad en menos de treinta años. La vida de Jobs es, además, fascinante. El concepto de “campo de distorsión de la realidad”, que le permitía ignorar las reglas. Su depredadora voluntad de crecer y su ansia de imponerse. Está claro que una compañía como la suya sólo podía haber surgido en la California de la contracultura. En la costa oeste de los jipis, la marihuana y el ácido. Hay que ser algo caótico para poder ver lo que otros no ven. Para poder entender cosas que aún no tienen forma. Quizá el caos sea el reverso de la genialidad. Y más o menos lo mismo con Pixar, de qué manera se puede dar vida a una compañía y comerte a todo el stablishment. Su perfil como jefe, déspota y lamentable, pero a la vez útil para sacar lo mejor de cada uno: desde luego, leer te permite ver las cosas con otra perspectiva. Su perfil humano, vulnerable, marcado por su infancia. Esa forma suya de ser, de afrontar los éxitos con una ética calvinista, de entender los fracasos como una nueva oportunidad, tal y como le ocurrió en Next o en su primera salida de la empresa, tuvo también un lado oscuro: su atrabiliaria alimentación y su estúpida estrategia de acercarse al cáncer.
Me quedo también con esa obsesión por la estética. Por los acabados bellos. Por la hermosura de lo sencillo. Esa emoción que transmiten hoy algunos de sus productos. En otra vida, perdone la confesión, tuve una relación tangencial con aquel mundo, y desde entonces me preocupa la estética de los productos con los que compartimos nuestro tiempo. Y leyéndolo a él, viendo su vida, he entendido que la preocupación por hacer bien las cosas es una parte de cómo entiende uno su vida. Una vida que se resumía en que no quería que sus productos llevaran manual de instrucciones porque deberían ser lo suficientemente intuitivos como para usarse sin problema. No me diga que no han sentido eso viendo a un niño pellizcar una pantalla de un Iphone...
PS: “El único problema con Microsoft es que no tienen gusto, no tienen absolutamente nada de gusto –declaró-. Y no hablo de una falta de gusto en las cosas pequeñas, sino en general, en el sentido de que no tienen ideas originales y no le aportan ninguna cultura a sus productos... Así que supongo que me siento triste, pero no por el éxito de Microsoft; no tengo ningún problema con su éxito, se lo han ganado en su mayor parte. Lo que me supone un problema es que sus productos son de muy mala calidad”.
Isaacson, W.: Steve Jobs. La biografía. Debate, Barcelona, 2011. Página 235