El segundo de los artículos de diciembre, firmado por Briones y Rocco, es fantástico, sobre la vida y lo que no es la vida. Me quedo con este párrafo: "Como la ciencia ha demostrado durante las últimas décadas, más de la mitad de las células de nuestro cuerpo no son de Homo sapiens, sino de la microbiota: el enorme y diverso conjunto de los microrganismos que nos habitan y, a la vez, nos mantienen con vida. Sin estas células «no humanas» que se reproducen en simbiosis con cada «yo humano» nos resultaría imposible vivir, porque ellas nos permiten alimentarnos, protegernos de agresiones externas e incluso, quizá, sentir y pensar. De hecho, recientemente ha comenzado a estudiarse la relación entre la microbiota intestinal –que es capaz de producir determinados neurotransmisores– y algo que parece tan profundamente humano como es la actividad cerebral.
Otro elemento muy importante, lo que los autores llaman "estructuras relacionales": muchos paleoantropólogos han explicado el triunfo evolutivo del Homo sapiens sobre el Homo neanderthalensis como una victoria de las estructuras relacionales, ya que la organización social del primero era mucho más compleja que la del segundo. De hecho, nuestro cerebro es más pequeño que el que llegaron a tener los neandertales. Sin embargo, poseemos una mayor capacidad para relacionarnos y trabajar en equipo: quizá nuestra especie prevaleció en virtud de la evidencia de que juntos estamos mejor. El triunfo del Homo sapiens constata precisamente el éxito de lo relacional, lo colaborativo y lo colectivo.
Y es que, en efecto, aunque entremos a menudo en conflicto, "Esta semejanza, unida a una mente cada vez más racional, quizá pueda explicar por qué confiamos ciegamente nuestras vidas a otros humanos desconocidos, como cuando subimos a un avión pilotado a 10 km de altura por alguien a quien no vemos, o cuando dejamos que nos opere a corazón abierto un cirujano con quien no hemos intercambiado más que unas pocas palabras antes de entrar al quirófano. Probablemente, esa forma de confiar en el otro sea una de las causas de nuestro avance como especie."
El resultado final es que, como sostiene el autor "no es una exageración afirmar que es más peligroso estar solo que estar enfermo: incluso en los casos más graves, si pertenecemos a un grupo podemos apoyarnos en los demás y confiar en ellos. Por tanto, como ya defendía el citado Darwin, carece de sentido el individualismo desde el punto de vista biológico: no evolucionan los individuos sino las especies, en virtud de la variabilidad genética de los miembros que conforman las diferentes poblaciones.