Es mentira que los amigos sólo sean importantes cuando uno es adolescente. Lo siguen siendo, a otro nivel, después. Cuando las cosas vienen bien dadas y también, claro, cuando vienen mal dadas. Ya saben: la gente con la que puedes contar en caso de pelea.
Mi General vino. Fue genial. Por cierto que como nos dio tiempo a hablar de todo (entre plato y plato, básicamente), Mi General se animó con una bitácora. Síganle la pista.
Mi General de Brigada barefoot me llamó y me dijo “te saco el billete, ven”.
Mi Coronel Vázquez, destinado en el frío norte, más allá de las rotondas, no me ha dejado ni un momento, el tío. Hasta vino, cuando tocó, a hacer la maleta conmigo. A cambio, le hecho descubrir el cine polaco en versión original, y lo voy llevando, además, poco a poco hacia Zamora. Es lo que hay.
Mis oficiales, todo un lujo en esta vida tan canalla: Hornuez, que llama, aunque siempre pensé que no lo haría. Chisun, que también llama. Joao, que llama y me recuerda, lo sé. David, que me incita por Zamora, qué tío tan presentable, por dios. Julen, cariñoso. Oskar, que me llama, me saca y se viene, las tres cosas, el tío. Barceló, a quien tantas cosas debo, que me llevará a seguir el Camino Español, antes o después y a quien no perderé. Yimi, que me trata con dureza (porque tu lo hiciste conmigo hace diez años, y a mí me sirvió de mucho); Asier (oficial pirata, pero oficial), que tantas claves me dio y cuya diferencia terminológica entre océanos rojos y océanos azules se ha convertido en uno de mis referentes; el hijo del Carolito, que me dijo “a tus órdenes”; el Pequeño Juan, que me habló de los ciclos; el mítico Llorenç, que enseguida se puso práctico, como hizo Juanantonio, será que la edad es un grado; el maestro Esteban, a quien no he visto pero que sé que me vigila para que no me lastime; Héctor, que me llama y también me saca, a punto de dar y luz y todo; Joxete, que me llama y me ilumina; James, que me ofreció su casa; Javilord, que me escuchó, Jesús que volvió de Chile y me dijo “mañana voy a Madrid y te veo, me da igual el jet lag”; el amic Roger, anglosajón impenitente, siempre ahí, cercano; Angelito, impasible. Y alguno más, que prefiero no citar ahora…
Pero en mi ejército, lector, también hay mujeres. Al mando, Hannah, cuánto sentido común, cuánta bondad y cuánta discreción, vive dios; con ellas, también en el puente de mando, otras, algunas antiguas, otras recientes, las más, felizmente recuperadas: mis Gallego favoritas, que me invitan, me entran y me salen; María, que me ofreció su hombro para llorar, nostra bellísima Beatriu y nuestra inspectora de policía en ciernes, a las que lloré también; Amelí y Sara, mis primeras amigas, ahora felizmente recuperadas: qué hermosa es la amistad; Alicia, que se tajó conmigo un día entre boletus y no sé ni qué cosas nos dijimos, my Little Snows, que me sigue y me llena de sentido común, lo mismo que Marta, que Teneca, que Lina y que tantas más. Y sin olvidar a mis dos psicólogas, que entre el correo y el teléfono me van claves para centrarme (y sin cobrarme las tías, ahí es nada).
Y luego hay gente que dice que los amigos no valen para nada.
Ni puta idea tienen, oiga usted. Y sé de lo que hablo.
PS: "Los amigos tienen a veces esas cosas. En lugar de preguntarte si te interesa lo que están en condiciones de ofrecerte, dan por hecho que no puede sino interesarte, que resulta evidente, que semejante ocasión nadie la dejaría escapar, y que sí, hombre, que sí, que debes aceptarlo, no se hable más".
Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 253
PD: En La Opera, y en los caprichos de meneses. Varias horas, en realidad.