José Luis Peixoto y la Comida de domingo. El anciano que recuerda su infancia y la entremezcla con el presente:
"Era el domingo de sus noventa años. En aquel momento, el señor Rui comprendía con toda seguridad que estaban allí, los tenía allí una vez más, el rostro de su madre, todavía joven, su padre, cada segundo precioso, su hermano, su hermano António con aquella edad, sus hermanas, las hermanas juntas. Al mismo tiempo, sabía que iba a perderlos. Ya los había perdido, conocía ese dolor, y sabía que era inevitable volver a perderlos. Pero estaban allí. En aquel momento, estaban allí. Mientras los hijos, las nueras, los nietos sostenían las tazas de café, el señor Rui se dio cuenta de que la luz empezaba a desgastar a sus padres y hermanos, rasgos transparentes, atravesados por la claridad. Madre, poder dirigirme a usted, alivio de la asfixia de no encontrarla en el mundo, pena de que nadie tenga ese rostro, esa paz, el cariño infinito, no se preocupe, seré su modesto orgullo, su hijo completo”.