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5.5.25

Conectar en la ciudad

Las ciudades son cosmopolitas porque permiten las conexiones. Sostiene Landry en La Lectura que "No recuerdo que [mi padre] dijera nunca una frase del tipo "me gusta esta ciudad porque...", pero estoy seguro de que le gustaban las ciudades grandes porque las veía como un lugar en el que se producían conexiones. Esas conexiones eran su modo de vida. La idea del cosmopolitismo también les gustaba a los dos. Cuando se fueron a un lugar más pequeño en Italia, lo sintieron como un retiro."

Es por eso que las ciudades han de tener un tamaño medio: "Creo que de Múnich me ha quedado la idea de que hay un punto justo para las ciudades, que no tienen que ser gigantescas para ofrecer el cosmopolitismo que hace que merezcan la pena. Hay ciudades que he amado como Estambul pero que han crecido tanto que son hoy lugares ingobernables [...]

26.1.24

Ingeniería y arquitectura, en español

Frente a los tópicos, esta reflexión sobre nuestro idioma, el otro día en La Lectura: El mundo de 2023 consume más productos culturales en español que en francés y que en alemán y ese hecho, inesperado hace 30 años, es el gran filón del idioma. «Pero hay más ejemplos», termina García Delgado. «Los arquitectos y los ingenieros españoles tienen mucho prestigio en el mundo porque tienen una educación muy rigurosa. La consecuencia de eso es que el español es un idioma muy atractivo para muchos arquitectos e ingenieros de todo el mundo. Ese es el camino».


4.9.18

Las vidas de Gaudí, revisitadas

Mario Lacruz fue un editor barcelonés que contribuyó con su trabajo a modernizar y dinamizar la edición en nuestro país durante el último tercio del pasado siglo XX. Además de editar, escribió, aunque apenas publicó en vida. Hace unos años Funambulista publicó una novela sobre Gaudí que escribió a mitad del siglo y que sirvió de guión para la película de José María Argemí que puede verse en Youtube:


La novela permite un buen acercamiento a la enigmática figura de Gaudí: el solitario arquitecto que pasó de una juventud de radicalismo a una madurez piadosa. También permite, por cierto, entender el porqué de su corta (y poco agradable, parece) estancia en tierras leonesas. Gaudí, el hijo del calderero, el que siempre presumió de llevar el conocimiento en las vengas gracias al oficio de sus antepasados.

Interesante para acercarse a la figura del genio.

28.9.12

De curvas y de verdejos...


YvoryPress. Un espacio de modernidad cercano al Bernabéu. Hacía allí nos acercamos. Una exposición sobre la misteriosa bagdadí Zaha Hadid. Las curvas como concepto. Formas sinuosas que se acercan y se alejan. La arquitectura como construcción cultural. Lo que somos capaces de construir nos aleja del resto de la creación. Somos hombres porque imaginamos en un papel lo que luego plasmamos en la realidad. Pero no es un tema sólo de estudios. A las cosas hay que saber mirarlas. E imaginarlas. No es más listo quien más estudia, sino quien más se pregunta. Sin inquietud, la vida es una rutina malgastada entre todas esas pequeñas obligaciones que, llenando nuestra agenda, no conducen en realidad a ningún lado.

Esa tarea que tengo ya para otra vida; estudiar arquitectura. Las formas y su integración con el paisaje. Saber hacer cosas con las manos. Al acabar, un verdejo donde MaríaJosé y una conversación, siempre inacabada, sobre ese presentimiento de que somos una generación engañada...

PS: hablando de aquellos que se preguntaron lo que había que preguntarse, con ustedes Chaves (Nogales, claro)

17.11.11

Una buena manera de vencer la cólera del español sentado...

Escuchar es un acto de la voluntad. Lo natural es estar disperso, atento al vuelo de una mosca o incluso, ya ven, viendo la tele. Escuchar exige esfuerzo. Sentarse. Estar tranquilo. Asumir lo que alguien nos va a contar. Cuando quien habla es un humanista, lo mejor es olvidarse de todo y dejarse llevar. El ponente empezó a hablar. Y nos llevó a todos al siglo XII antes de Cristo. A una roca sobre el Duero. Ahí empezó la ciudad. Y siguió narrando, como si estuviéramos en las mil y una noches, una historia que nunca nos atrevimos a conocer: despreciábamos el Castillo de la ciudad y nos reíamos de su fortaleza. ¿Cómo pudo alguien decir que con esta porquería se defendía la ciudad?. Así que él nos enseñó a mirar. Porque conocer siempre es aprender a mirar. A ver de nuevo. A fijarse en otras cosas. Nadie nos lo había contando nunca: el juego de taludes, el jardín francés, la pérdida de perspectiva fruto de los rellenos de tierra a lo largo de los siglos. Y se hizo el milagro. Entendimos, como en Pentecostés. Hasta fuimos capaces de comprender el porqué de cuartel del XVIII. Luego fue todo más sencillo. La Casa de los Gigantes. La obra de Lobo. La necesidad de no convertir su museo en un Mausoleo: la oportunidad de intercambiar, de hacerlo grande. Los museos monográficos son tumbas para un artista, nos dijo. Lo del Castillo ha de ser un museo nacional de escultura moderna.

Y las Aceñas, qué decir de las aceñas. Siempre hay un porqué. Aunque muchas veces no lo conozcamos. Y cada detalle era una consulta al archivo. La compleja relación de la ciudad con el río. El papel del Cabildo. El negocio de la harina. La dificultad de entender la ciudad sin ellas. El problema de no entender que nunca habrá un hombre nuevo; venimos del pasado, y el pasado está en nosotros, en un sustrato silencioso del que nunca, ninguno, podremos desprendernos del todo...

Y de repente se quedó callado. En su cara se dibujaba la humildad del sabio. No quiero aburriros más, dijo en voz baja, que es el tono de voz que suelen emplear las buenas personas. Aplaudimos y volvimos a la vida real.

Lo miraba y pensaba en los hombres plenos. Los hombres humanistas (y no es un pleonasmo: muchos hombres no lo son, la mayoría ni siquiera se da cuenta). Esos hombres que, tras haber dominado la técnica, tras haber dialogado con la naturaleza acaban intuyendo, vaya si lo intuyen, que sin historia, sin música, sin geografía, sin literatura, sin pintura, no hay nada. Todo lo contrario de los los zafios doctos (bildungphilister), contra los que Nietzsche me puso en vanguardia a la vez que Ortega: esa barbarie del especialismo que lleva al técnico a no entender nada de lo que sucede a su alrededor.

Acabó de hablar y pensé en la obra de Claudio Rodríguez. E imaginé que cuando el poeta escribió que: “todos llevamos una ciudad dentro”, no podía estar pensando sino en Paco Somoza.

27.1.11

Haber sido arquitecto...

Hubiera sido arquitecto. Quizá si hubiera sido más constante. Quizá si hubiera nacido en otra época, o en otro mundo. Quién sabe.

Hubiera sido arquitecto. Me doy cuenta cuando veo edificios o formas que me fascinan. La manera de ocupar el espacio. La manera de jugar con la luz. Con las formas. Me volvió a pasar. En Málaga, en la María Zambrano. Esas cubiertas decimonónicas de metal. La arquitectura del hierro. La simetría de las formas. El juego de luces. Hay objetos sobre los que la vista se recrea como lo hace sobre el cuerpo de una mujer: las curvas, las rectas, las suaves ondulaciones…

Está claro.

Hay algo en nuestra forma de mirar que da vida a las cosas que miramos.


PS: Jesús Hilario Tundidor escribió: "Como esta tierra puesta / al sol, al aire, a la mañana. / Es nuestra vida, / Mas, ¿quién llueve, quién es el que deshace / la esperanza de junio?"

14.5.09

Conexiones complutenses

Invitado por amigos complutenses, y de la mano de Hornuez, acudo a visitar La Caja Mágica. El edificio es, en verdad, espectacular. Recorremos el complejo, echamos un vistrazo a unos dobles y nos acomodamos en un palco a ver el Federer-Solderling. El suizo le hace el primer set en veinte minutos y vamos pensando en ir a ver a Murray, que juega en la pista de al lado, pero en el segundo set el sueco da la cara y finalmente vemos un partido entretenido. Luego toca cena, vip, eso sí, y allí hago una demostración de mi capacidad de gestión de sushi, sashimi y maki, herencia, sin duda, de mi buen amigo Joxete. Todos los camareros se dirigen en inglés a los asistentes. Poco a poco, vamos dejando de ser un pueblo. Un digestivo cierra la agradable velada.
Eso fue el lunes. El martes, tras volver de Sevilla, me paso por el Ateneo. Antonio López presenta "El fotógrafo y la muerte", novela con la que llegó a la final del Planeta. Antonio es un hombre culto, paisano y casi pariente. La presentación corre a cargo de López Huerta, alcalde cuando yo estaba avecindado en la ciudad complutense, y de Leguina. Cuando en España había una izquierda razonablemente culta. Ambos van sobrados, la fatal arrogancia, pero siempre es un placer escuchar a personas leídas. Rollo Azaña, voto de calidad y todas esas chorradas. Las palabras de Antonio, emocionantes, relacionan el libro y la creación literaria, reflexionando sobre la relación entre el autor y sus personajes.  
En fin, hoy marchamos, Jimena y yo, a provincias, en concreto a Barcelona, a ver cómo está el ambiente. Ya les contaré.

PS: La Ley [de Defensa de la República] daba una muy amplia definición de los "actos de agresión a la República", en los que, junto  a acciones violentas ya castigadas en el código penal, englobó otras cuya prohibición resultó polémica, porque implicaba una restricción de la libertad de expresión y del derecho de huelga. Penaba la difusión de noticias que pudieran perturbar la paz o el orden público, las acciones o expresiones que redundaran en menosprecio de las instituciones estatales y  la apología de la monarquía. [...] La sanción de tales conductas no correspondería  a los jueces sino al propio gobierno [...]. Y frente a tales sanciones no había posibilidad de recurrir a los tribunales.

Avilés Farré, Juan: La izquierda burguesa y la tragedia de la IIª República. Servicio de Documentación y Publicaciones de la Comunidad de Madrid, Madrid, 2006. Página 156