Aquellas
ciudades en las que la cultura residió durante la guerra. Salamanca y Burgos sumadas
a Sevilla y Pamplona por un lado. Madrid, Barcelona y Valencia.
De
aquella Salamanca plateresca y de aquel Burgos cuartelario las primeras
referencias que tengo me llegaron por el Umbral que nos relató la leyenda
del César visionario. Aquella Salamanca de Unamuno, quien ejemplifica en sí
el fracaso de toda una generación: la muerte como respuesta a las dudas de toda
una vida. Una Salamanca de outsiders, como el histrión
de Gecé o el conde de Foxá en la
que se fue consolidando el Estado nuevo. Pero me interesa más lo que ocurría al
norte, en la petrista
Burgos, el burgo de mi caro Hornuez y de mis inviernos en la calle Laín
Calvo. Un Burgos frío al que llegan los catalanes que huyen de una muerte
segura a manos de la justicia revolucionaria. Traza Trapiello retratos frescos
de todos ellos, Ignacio Agustí,
José Verges…
pero también de los Pemán, los
Laínes, los Tovar y los Torrente Vallausteasaber…
Algunas
figuras enlazan ambos grupos, como el Ridruejo que acabó empezó
gobernando y acabó en la oposición tras el desengaño que le causó el mediocre
régimen puesto en pie por lo generales… Al final, una parte importante de la
élite cultural que se sumó al Golpe Militar acabó ganando la guerra, pero
perdiendo la victoria.
Ellos
pintaban poco allí…
PS: “Fue
Baroja el que dijo que la diferencia entre los intelectuales de la República y
los de Franco estribaba en que a los primeros les pagaba el Gobierno y los
segundos se lo pagaban, guerra y propaganda, de su bolsillo”.
Trapiello,
Andrés: Las
armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939). Círculo de
lectores, Barcelona, 2011. Página 338
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