El
ejemplo del Parador de La Puebla de Sanabria es de libro.
Casi cinco millones de euros invertidos hace pocos
años. Y en un lugar como la Sanabria; un lugar similar a Verín, a Zafra, a Cervera…
territorios para los que nacieron los paradores. Allí nunca habrá un
gran hotel privado de cuatro estrellas; además, los establecimientos de
alta calidad en la zona, y los hay, no pueden atraer a un tipo de cliente que atraen los paradores. Pero no sólo es eso. Es la España rural. La
poca que queda. La que necesita de la inversión pública para no morir ahogada.
Despedir a 19 empleados en el parador de La Villa es cerrar la empresa más
grande que hay en un territorio similar en tamaño al de la provincia de
Guipúzcoa. Ese es el drama en forma de círculo vicioso: personas que han de
irse, que dejan de consumir, territorios cada vez más pobres... Si tiene alguna sentido esta pamema de Estado
social es también y sobre todo por ser capaz de generar espacios de solidaridad
dentro de su propio territorio… harto estoy de ver a tanto progre llorar por el
Sáhara y mirar con desprecio a La Raya.
Pero
estamos condenados: cerrarán el parador de la Puebla y dentro de unos años abrirán
más paradores en la costa. Porque quizá la historia de Paradores está resumida en
aquellos versos de
un viejo judío que un día le oí recitar al maestro Juaristi: “Ni al
andar se hace camino / ni al volver la vista atrás / senda alguna otearás: / abrojos,
cardos y espinos / que volverás a pisar”.
Y no
sólo la de Paradores (me temo)
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