5.4.11

El primer iberoamericano universal (y III)

Cierro por ahora el ciclo, pero sigo pensando en el tema de la mano del profesor Lucena. La estructura de la América española era una estructura muy del gusto de los Austrias: pactos y autogobierno. El reformismo borbónico en el XVIII intentó modernizarlo. Salió mal. Pero las cosas nunca estuvieron tan claras como vemos ahora, cuando abrimos los libros. A finales del XVIII la Monarquía se había rehecho y el Caribe volvía a ser un mar español. El precipitante final, como en otras cosas, fue la brutal invasión y posterior ocupación francesa, tan saludada aún por nuestra progresía. Una parte de la España americana decidió volar en solitario. No toda, ni mucho menos. La España europea no tenía tanto ejército como para sostener la legitimidad realista durante casi veinte años a miles de quilómetros. Por eso, aquella fue una guerra librada entre realistas americanos e independentistas americanos. Hubo muchos más españoles peninsulares defendiendo la soberanía en Cuba un siglo después que frenando las revueltas a principios del XIX. Porque hubo muchas opciones, y no todas eran independentistas. Ni todos los criollos lo fueron. Como no lo fueron apenas los pardos y gentes de color. Es verdad que todo acabó como acabó, y que Ayacucho marca, en cierto sentido, el final de un mundo. Pero las cosas, como siempre en la historia, pudieron haber sido de otra manera. Y los estudios que el profesor Lucena está llevando a cabo sobre el tema aportan mucha luz, tal y como ya tratamos aquí hace meses.


PS: “A quienes edificaban una mitología republicana con elementos criollistas que todo lo explicaba sobre la base del despotismo peninsular, real o supuesto, no les convenía recordar, por ejemplo, que el libertador de Argentina, José de San Martín, había sido un destacado oficial del ejército español en Bailén; que el prócer chileno José Miguel Carrera empezó su carrera militar luchando contra Napoleón en la Península y logró el grado de capitán; o que el admirable mulato José Prudencio Padilla, fusilado además en pleno gobierno de Bolívar (1828) por supuesto conspirador, había peleado en Trafalgar con la Real Armada, y pasado luego tres años prisionero de los británicos por servir a la Monarquía borbónica

Lucena Giraldo, M.: Naciones de rebeldes. Las revoluciones de independencia latinoamericanas. Taurus, Madrid, 2010. Página 76

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