15.8.09

Segundo día. 5 de agosto (II)

Como es el primer día, nos acercamos a conocer Mikkeli, capital de la provincia, a poco más de media hora en coche. No hay grandes ciudades en Finlandia. La orografía y el tipo de poblamiento no lo permiten. Mikkeli es fea, parece más una ciudad del este que una ciudad nórdica. Hay mucho lanas, es una cosa que llama la atención; la estética del quinqui de izquierda aquí hace furor; muchos jóvenes lo llevan, atildando la ciudad con su imagen. La catedral es reciente, luterana y reciente. De mediados del XIX. Cuando Rusia se hizo con Finlandia, favoreció la identidad finesa como forma de alejar a los nativos de las influencias suecas que durante siglos habían perneado el carácter de los naturales de estas tierras. Muchas ciudades, como Mikkeli, son de entonces.
Todo cambió cuando Rusia se convirtió en la Unión Soviética. La guerra de agresión, tras el incidente de Mainila y la guerra de continuación. La torre de comunicaciones está dedicada a aquellos conflictos. Una joven nación que se resistía a morir bajo la garra soviética. Muchos de los comunistas fineses, quizá sabiendo lo que se les venía encima, optaron por la patria antes que por el socialismo. Almorzamos. Una cerveza extraña, casera y sin alcohol. Un pescado delicioso. El vino, monopolio estatal, es caro. En las cartas los vinos españoles tienen una presencia discreta, pero real, compitiendo con caldos chilenos, argentinos, sudafricanos y australianos. Nos acercamos al puerto. Hay un crucero que recorre una mínima parte del Saimaa. Allá vamos. Verde lujurioso. Azul pálido. Casi dos horas de navegación. Unos veinte grados. Se hace tarde. Volvemos a casa. Hoy vamos a cenar a Anttola. Un bar. Si esto fuera América, los parroquianos serían, en su gran mayoría, white trash. La trama urbana es extraña para un meridional como yo. Algo de carne por fin. Oscurece a eso de las once. Hay que dormir, mañana vamos a Helsinki.

PS: "Muchos líderes comunistas extranjeros estuvieron entre sus víctimas; Stalin asesinó a más jefes comunistas alemanes y polacos que Hitler".
Laqueur, W: Stalin. La estrategia del terror. Ediciones B, Barcelona, 2003. Página 79.

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