30.8.09

Lecturas agostiles (I)

Lectura finesa, las memorias de Pericay.

Al autor lo tenía poco ubicado, una columnas en el abc los sábados y poco más. Compré el libro en Blanquerna, coincidiendo con la final de la Liga de Campeones que, thanks David, pude ver allí en mayo. Supongo que acabó de decidirme el que el prólogo fuera de Juaristi, ya ven ustedes cuánta superficialidad. Creo que casi todas las vidas tienen mucho que contar, aunque casi nadie lo haga, por eso no me da miedo enfrentarme a unas memorias. Si están bien escritas, suelen ser deliciosas y lo llevan a uno “a vivir otras vidas, a probarme otros nombres”, como cantaba Sabina.

Las memorias de Pericay son magníficas. Del filólogo Pericay, habría que decir. De ascendencia gerundense, su abuelo fue asesinado en la guerra por las fuerzas del orden (¿?) republicanas por se católico y de derechas. Creció en el Liceo francés, catalanoparlante de manual, su vida siguió durante años el guión esperado: catalanista y progre, como tantos otros. La cobardía de no pensar diferente.

Hasta que un día se rebeló. Aquello no era normal. La agonía eterna de la patria. Algunos, normalmente los más lúcidos, cuando ven a la vieja pasar llorando, se preguntan si no será todo un cuento. El catalán nunca estará en condiciones de competir en igualdad con el castellano, porque el castellano, convertido en español, es hablado por cuatrocientos millones de personas y es una lengua de elevado prestigio internacional. Y es una lengua tan catalana como el catalán. Y cuando la gente puede hablarla, la habla. Es patética la pretensión nacionalista catalana de tachar de barbarismos a palabras como buscar o como barco, catalanas de pura cepa pero que son rechazadas por su cercanía con el castellano. Cómo no va a estar cerca del castellano, si son dos lenguas habladas en el mismo territorio y con un origen común. Pericay luchó primero por normalizar la situación del catalán; por dar rango normativo al catalán que la gente hablaba en la calle para no intentar así imponer un catalán medieval que parecía más puro, como intentó el Avui, pero que era un completo disparate filológico.

En cualquier caso, un buen día Pericay se hartó. Lo cuenta sin heroísmo, asumiendo su parte de culpa, su mirar hacia otro lado durante años. El libro es muy bueno lector, y se lo recomiendo, tanto si es usted catalán como si acaso no lo es. Escrito con gracia, se lee de un tirón. Y si además es usted “madrilenyu” le encantarán las últimas páginas. Cuando las leía, me parecía estar oyendo a Joao o a Jimena, los dos catalanes de Madrid que me quedan más a mano

PS: "Siempre produce cierta vergüenza tener que reconocer los propios errores. Sobre todo cuando claman al cielo. […] Esos años fueron fundamentales, y los que teníamos que plantar cara no lo hicimos. Ese es el tema. O huimos de la realidad o hicimos la vista gorda. O, lo que es peor, colaboramos, militamos en la causa nacional."
Pericay, Xavier: Filología catalana. Memorias de un disidente. Barataria, Barcelona, 2009. Página 154

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