Magnífico El Jinete Pálido, de Laura Spinney. De lo mejor de este año. Algunas cosas de interés, que luego se me olvidan.
- El legendario trancazo, la a gran gripe rusa de 1889 mató al menos a un millón de personas al menos -entre ellos a nuestro Amadeo I-. Sin su influencia no se entiende, señala la autora, el clima de cinismo y hastío del final de siglo.
- Nadie había visto un virus en 1918 y nadie sabía bien lo que eran. La ciencia los conocía por sus efectos, pero faltaban décadas para que aún pudieran verse a un microscopio. Quizá por esto, para la cultura popular los virus seguían siendo, como pasó con el trancazo, un castigo de Dios.
- Aquel era un mundo cercano al nuestro pero, a la vez, sensiblemente lejano. La población era muy poco saludable en todo el mundo, no solo en España. Interesante lo del "horrible ejemplo" que cuenta la autora: de los 3,7 millones de soldados sometidos a
reconocimiento médico por los Estados Unidos, unos 550.000 fueron declarados no aptos, y la mitad del
resto tenía alguna deformidad o problema físico. Aquello convivía, en todo el mundo, no solo con una formación muy deficiente
de los médicos, sino con una legitimidad de todo tipo de supercherías y supersticiones paramédicas.
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