Filadelfia, la ciudad del amor fraterno, fue fundada como una utopía. Urbanizada en cuadrículas, a cada colono se le concedía una. Llegamos temprano y nos alojamos en un hotel cercano al río. La dinámica de los hoteles norteamericanos es extraña. El chequin se hace a partir de las tres de la tarde, pero el checaut se hace a las once de la mañana. Así que tenemos que dejar las cosas en el coche y echarnos a andar por Race Street para descubrir la ciudad. Aquí se concentra una parte importante de la historia del país. Tras dejar atrás el Constitution Center, El turista entra en el Independece Visitor Center, un Centro de Recepción de Visitantes en sentido amplio. La historia del país y la importancia de la ciudad adecuadamente contextualizada. Un poco más adelante, el Liberty Bell Center edificio donde guardan la histórica Campana de la Libertad. Un video explica la importancia de la campana en la historia del país, tanto en la lucha por la independencia, como en la lucha contra la esclavitud. “Llevad la libertad hasta el último rincón del territorio”. El mito del adán norteamericano. La última frontera. El territorio de la libertad.
Seguimos paseando por la ciudad colonial y nos adentramos en el Independence Nacional Historical Park. Ante nosotros se alza ahora el Independence Hall. El edificio donde se redactó la Declaración de Independencia; quizá el más hermoso texto político de los últimos siglos y que ocupa, junto con el discurso fúnebre de Pericles, un puesto en el altar de la libertad:
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad”.
Almorzamos en un restaurante cercano y volvemos al hotel. Tras registrarnos y dejar las cosas, seguimos nuestro paseo por la tarde. Ahora nos toca ver la Filadelfia moderna. El Ayuntamiento de la ciudad es un edificio extraño para estos lares: demasiado recargado, demasiado europeo. Seguimos caminando. Un templo masónico al lado de una iglesia. Caminamos por la Benjamín Franklin en dirección al Museo de Arte. La Catedral de San Pedro y San Pablo. Tomamos unas cervezas en un pub. Hojeo la prensa local. Siguen impactados por el hundimiento de un puente. Para volver al hotel, decidimos tomar el 38, pero cometo un error pensando que da la vuelta y lo cogemos en dirección contraria. Pasamos por los barrios pobres blancos, luego los barrios pobres negros y, al fin, tierra de nadie. Nos apeamos. Oscurece. Esperamos un taxi. Hay cierta inquietud. A un lado, un centro comercial, al otro, nada. Cae la noche. Por fin aparece un taxi, las mujeres y Carles van en él. Quedamos Àngel, Hornuez y yo. Sigue la espera. Por fin, aparece otro. Volvemos al hotel. De camino, a la vez que pasamos por las casas iluminadas en la ribera, el taxista nos ofrece putas y otras delicatessen locales. Declinamos la oferta con cortesía. Decidimos cenar por la zona, en el Columbus Blvd., cerca del puerto. Entramos en una gran nave; junto a la zona de cenas, hay una de juegos. ¿Imaginan el formato? Enorme. No hay tiempo para copa. Mañana queremos irnos temprano a Nueva York y, aunque la distancia es pequeña, suponemos que habrá atasco.
1 comentario:
Hola Politólogo...Yo también estudié políticas...
Interesante Blog.
Y tienes suerte de estar por New England...Yo hace 3 años que no piso USA y tengo un mono...
Publicar un comentario